sábado, 30 de enero de 2016

REFLEXIONES DE MONTSE ROVIRA: ¿CÓMO VES EL MUNDO?


La manera en que generalmente ves el mundo no es una representación fotográfica de cómo es, sino tu visión personal de él. Esta afirmación puede parecerte extraña dado que todos tendemos a pensar que hay una correspondencia perfecta entre la realidad que vemos y nuestra observación de ella, sin embargo tal correspondencia no suele existir de forma fehaciente. Por supuesto que hay una realidad objetiva, lo que sucede es que ésta la aliñamos con condimentos de cosecha propia de los que apenas somos conscientes.

​Esa inconsciencia es la que no nos hace dudar de que las cosas son en verdad como creemos verlas y por eso los psicólogos cognitivos insistimos tanto en que hay que tomar consciencia de nuestros pensamientos para darnos cuenta de cómo desfiguran la realidad.

Desde la Terapia Racional Emotiva Conductual este asunto ha sido estudiado a fondo y es uno de los cimientos de la TREC. Resulta que los seres humanos somos tan complejos que cogemos la realidad, la aderezamos conforme a nuestra forma de pensar, lo metemos todo en una coctelera, agitamos… y obtenemos una pseudo-realidad que creemos incuestionable simplemente porque es cómo nosotros la miramos.

¿Qué dice la TREC al respecto?

La TREC nos enseña que podemos distinguir distintos aspectos de una misma realidad, o mejor dicho, de lo que observamos, experimentamos o vivimos. Para delimitar el concepto “realidad” vamos a identificarlo con una situación o un hecho concreto, lo que en TREC se denomina una “A” (de “acontecimiento”). La “A” es el acontecimiento activador o estímulo que tras un proceso mental convertiremos mágicamente en el origen de nuestro estado de ánimo.

Pongamos por caso que ves a tu vecino Pedro caminando por la calle. Tú estás sentado en un banco y él camina hacia donde estás tú. Si no cambia de dirección pasará delante de ti en unos instantes. Tú le miras mientras le ves acercarse, pero él a ti no. Cuando llega a tu altura pasa de largo sin saludarte.

En este escenario del acontecimiento (“A”) distinguimos los siguientes aspectos:

1. “A objetivo”: es lo que se ve si miramos la escena desde el objetivo de una cámara. Este aspecto de “A” es ratificable por otra persona, es decir, cualquiera que esté observando la escena dará la misma descripción. Si le preguntaras a alguien que ha visto lo que tú estás viendo, ambos coincidiríais en el “A objetivo”. Esa otra persona a la que podrías preguntar no conoce a Pedro y no sabe que es tu vecino así que en el ejemplo propuesto el “A objetivo” es: un hombre camina por la calle. Se le llama “A objetivo” porque es una descripción neutra o impersonal de la realidad.

2. “A subjetivo”: es lo que tú crees que está pasando. Es tu percepción del “A objetivo”, de manera que distintas personas podrían dar distintas interpretaciones. Yo no sé cuál es tu “A subjetivo” pero puedo aventurarme y poner como ejemplo que una percepción tuya del hecho podría ser: “Ahí viene mi vecino Pedro caminando a paso ligero”. “A paso ligero” añade al suceso una valoración del mismo con la que ya no todo el mundo podría estar necesariamente de acuerdo. Podría ser que tú consideres que camina a paso ligero porque va más rápido que tú cuando caminas; o bien porque siempre que le has visto caminar lo hacía más despacio que hoy. Otro observador podría decir que el ritmo de Pedro es normal (normal según su criterio subjetivo de normalidad en cuanto a la velocidad del paso); por los mismos motivos otro diría que va muy rápido. En cualquier caso, siempre se trata de valoraciones a las que podríamos formular preguntas del tipo: “¿Ligero respecto a como camina siempre? ¿Ligero comparado a cómo caminas tú? ¿Más ligero que el resto de peatones?”, etc.

3. “A inferencial”: es tu conclusión en relación a la escena. Esa conclusión viene aderezada previamente con tu “A subjetivo”, de modo que yo tampoco puedo saber cuál es tu “A inferencial”. Una vez más, para seguir con el ejemplo puedo hipotetizar que tu “A inferencial” es: “Mi vecino Pedro está molesto conmigo”. Podría ser cualquier otra, pero utilicemos esta para ver cómo podrías haber llegado a ella. Inferir es sacar una consecuencia o deducir algo de otra cosa (RAE). En el ejemplo citado podrías haber establecido esa inferencia mediante el siguiente proceso:

Pedro camina por la calle => Pedro viene hacia mí => Camina a paso ligero => Cuando llega a mi altura no me saluda => Pedro está molesto conmigo.

Es posible que para llegar a esa conclusión hayas entrado en la mente de Pedro y con tus poderes adivinatorios incluso sepas lo que él pensaba durante su trayecto:

“Ahí está mi vecino. No quiero saludarle. Voy a aligerar el paso y evitar su mirada para que crea que no le he visto”.

Naturalmente esta es sólo una opción, pero hay muchas otras, tantas como inferencias se te ocurran.

Este pequeño ejemplo pretende ilustrar que vamos por la vida con una especie de lente amplificadora con la que “vemos” supuestas realidades que a veces ni siquiera existen. La llamo “amplificadora” porque lo que suele hacer es amplificar tus expectativas previas. Esa lupa con la que miramos distorsiona la realidad y esas distorsiones vienen determinadas por nuestras creencias.

Siguiendo con el ejemplo, es muy probable que tu inferencia te cause una emoción negativa que puede ser de tristeza, enfado, decepción, sorpresa, angustia, etc. por lo que tú consideras “el hecho real de que Pedro no haya querido saludarme”. La consecuencia anímica de esa visión tuya puede a su vez provocar una consecuencia conductual. Es posible que cuando te encuentres de nuevo con tu vecino te sientas incómodo, o que te dirijas a él increpándole por no haberte saludado, o que a partir de ahora le evites, o cualquier otra respuesta según sea tu modo de responder ante la emoción que sientes.

Si observaras únicamente el “A objetivo” no tendrías consecuencias anímicas desagradables ni las posteriores respuestas conductuales con Pedro. ¡Eso no implica que no pienses algo concreto! Podrías, -por ejemplo-, decirte a ti mismo: “Ahí viene Pedro. Debe ir con prisa porque ni siquiera me ha visto”. En este caso también has incorporado un “A subjetivo” al pensar que va con prisa, incluso al pensar que no te ha visto. Pero como no has hecho ninguna inferencia sobre su ausencia de saludo, no experimentas una consecuencia emocional. Es decir, no has elaborado pensamientos que te produzcan malestar. Lo que nos lleva a la conclusión de que si te sientes mal no es porque Pedro no te ha saludado, sino por lo que tú has pensado sobre eso.

Ahora volvamos a tu inferencia inicial: “Mi vecino Pedro está molesto conmigo”. Pedro se aleja y tú te quedas sentado en el banco con tus emociones haciendo chup-chup. A partir de aquí tu mente empieza a buscar evidencias de que tu conclusión es verdadera: “el otro día en la reunión de la comunidad ya parecía distante conmigo”, “¿será que está ofendido porque no le dejé la caja de herramientas que me pidió?”, “le dije que podía dejársela si me la devolvía esa misma tarde y me miró de forma rara”, “seguro que es por eso”… y así podrías continuar con una larga letanía de pensamientos que poco a poco van otorgándole convicción a la idea de que Pedro está molesto contigo. A fuerza de repetir tu pensamiento conviertes en realidad lo que piensas, en realidad para ti, por supuesto. Es probable que vuelvas a casa rumiando sobre lo estúpido que te parece tu vecino. Hasta puede que le digas a tu mujer: “¡No te vas a creer lo que acaba de pasarme, me he encontrado con Pedro y me ha girado la cara!”.

Naturalmente Pedro no tiene ni idea de la película mental que has montado mientras estabas sentado en el banco y durante tu trayecto a casa. Cuando a la mañana siguiente te lo encuentras en el rellano, te saluda efusivamente. Tú le miras perplejo. Él empieza una conversación animada sobre un tema intrascendente y te das cuenta de que actúa con total naturalidad. Te atreves a decirle que no te saludó el día anterior a pesar de haber pasado a tu lado y él te responde con una gran sonrisa: “¡No te vi! La próxima vez salúdame tú, hombre!”.

“Mira a ver lo que ves” con tu lupa mental. Observa lo que piensas cuando te sorprendas haciendo inferencias, sacando conclusiones equívocas acerca de hechos que no tienen responsabilidad alguna sobre tus emociones. Mira qué estás pensando que te hace sentir mal. Vacía la realidad objetiva de interpretaciones subjetivas preguntándote: ¿Qué vería otra persona si mirara esta escena desde el objetivo de una cámara? Esta simple pregunta te ayudará a no realizar inferencias absurdas. Evitarás innumerables malos entendidos en tus relaciones y sobre todo, mantendrás tus emociones en un saludable estado de bienestar si sueltas la lupa que inflama tu visión del mundo.

Montse Rovira


REFLEXIONES DE MARIA JOSÉ PIORNO: UNAS FOTOS PARA REFLEXIONAR...





REFLEXIONES DE XISCO FORTEZA: LA EUFORIA PERPETUA ( SOBRE EL DEBER DE SER FELIZ ) Pascal Bruckner


Bruckner no aporta ninguna novedad sobre el campo de las emociones y de los ideales ( sobre todo de los dos ideales que más habla : el amor y la felicidad ) que han recorrido la historia escrita de la humanidad. Sin embargo , reconfirma el tema de lo ilusorio de la Felicidad para los escépticos, adornándolo con ingeniosos ejemplos que dan buena cuenta de su sagacidad y pericia para transmitir una temática de cultivo propio.

Tras un preliminar desde los primeros temas en torno al culto al sufrimiento por parte de la religión cristiana como soporte de carga para alcanzar la salvación de la vida eterna , Bruckner señala al Renacimiento como punto de inflexión para empezar a soñar con la idea de la Felicidad, la cual se convierte en un derecho en el período ilustrado, para transformarse  a mediados del siglo XX en una obligación.

El escritor galo no deja de recordarnos que la Felicidad no existe ( y si llega es como una gracia divina o una propina de la naturaleza ) y que además hay un culto obsesivo sobre la Felicidad causada por dos advenimientos de alto nivel , a saber : la idea de progreso reconvertido en beneficio máximo individual a través de la irrupción del capitalismo liberal , y asimismo , por haber abandonado el lastre de una comunión con Dios y las ideas de una mala conciencia y predestinación vinculadas a ella .

En todo el libro de Bruckner ronda la convicción de la imposibilidad de las emociones puras , pues la ambivalencia afectiva nos acompaña constantemente , somos seres cambiantes y tornadizos  hasta el punto que desde que el interrogador plantea la pregunta hasta que el interlocutor responde , el tiempo transcurrido es suficiente largo  para que el que ha lanzado la cuestión ya no sea el mismo cuando llegue la respuesta.

En cuanto al sr, Bruckner , entre sorbo y sorbo de un café calentito en pleno invierno al cobijo de una taberna en  cierto barrio de París , le iría respondiendo que yo también soy partidario de la opinión en que la Felicidad no existe , aunque la Alegría sí , además que los momentos de alegre resplandor son aquellos mediante los cuales me crezco ante los desafíos y los retos que la vida me pone delante , siendo consciente que no hay nada más aburrido que un año con los 365 días soleados y nada más tedioso que aquel que lleva una sonrisa en la boca como si de una cadena perpetua se tratase . Claro que hay que reír sin dejar de llorar , ni ocultar los sentimientos que precisamente nos caracterizan como seres humanos capaces de llevar una vida digna.

Para construir una existencia con garantías dignas de ser vivida es preciso derribar los ideales revestidos de imperativos categóricos tales como el Amor , la Felicidad, la Justicia o la Libertad , sino también echar por los suelos el discurso hipócrita del Bien Común de los políticos de turno que , una inmensa mayoría , sólo ansían alcanzar el poder suficiente para satisfacer sus megalómanas intenciones. Y respecto a una buena parte de la inmaculada clase media sería conveniente que nos hiciéramos eco de cuán poco nos importa la hambruna de África , la humillación de niñas y mujeres en buena parte de Asia , la contaminación del planeta con el consecuente calentamiento global , la desaparición de especies de flora y fauna , las grandes bolsas de refugiados , sabiendo que más pronto que tarde todo ello nos sacudirá como un tsunami de imprevisibles resultados.

Ah ,  sr. Bruckner , si seguimos cenando mientras miramos tranquilamente mientras vemos el telediario de las 21’00 horas , no sólo lo hacemos como Vd. dice para consolarnos de nuestra propia miseria al ver de cuántos peligros y tragedias nos libramos , sino también , si me permite , por un cierto voyeurismo cruel y sádico que nos incita a alimentarnos de malas noticias.
Con todo y con eso ha sido un placer hablar con Vd.

Xisco Forteza  ( Enero 2016 )

jueves, 21 de enero de 2016

REFLEXIONES DE JUAN FERNÁNDEZ QUESADA: IDEAS QUE SUELEN SUBYACER EN LA DEPRESIÓN Y UNA BAJA TOLERANCIA A LA FRUSTRACIÓN


Muchas personas después de una ruptura en una relación de pareja o matrimonial, suelen caer en la depresión, la desesperanza, la soledad, el abandono y un nivel bajo de tolerancia al estado de frustración producido.

Hay personas que manifiestan que se ha ido su “media vida”, su media naranja”. Manifiestan: “he perdido una parte de mí”. Esto nos puede parecer muy bonito y romántico, pero es una idea más bien patológica que produce en la persona sentimientos depresivos y de autocompasión. Uno se puede sentir frustrado al perder a su pareja, pero realmente no pierde nada de sí mismo. Uno es completo del todo, no es una media naranja de nadie, es una naranja entera. Pero el mayor problema suele estar en su autocondena. Se dicen que son indeseables por no estar con esa persona o que valen menos. La ecuación que ponen es ESTAR SOLA = VALER POCO. De este modo se sienten desesperanzadas para cambiar su situación. Empiezan con diálogos victimistas: “¿Quién me va a querer a mí?” “Si él/ella no quiere seguir conmigo, ¿quién me va a querer?”. Identifican su valía con el valor que la otra persona le ha otorgado o con la atención que ha tenido para con él o ella durante un tiempo.
Las ideas acerca de la separación son las que determinan cómo te sentirás y no la separación en sí mismo.

Ideas como “Es horrible y muy desagradable estar solo/a”, “No puedo soportar estar solo/a”, “Soy un ser indeseable y por eso me han dejado”, “Soy un/a fracasado/a”, “¿Qué va a ser de mi vida sin él/ella?”, “Siempre voy a ser un/a desdichado/a”, son las que generan esos sentimientos depresivos, con un alto grado de culpabilidad, frustración y desesperanza. Esta falta de aceptación de sí mismo y de no aceptar un mínimo dolor para cambiar, forman la base de la falta de cambio.

¿Qué podemos hacer ante esto? Podemos pensar que somos falibles como personas y cometer errores, pero aunque seamos rechazados, no autocondenarnos. Lo mejor es aceptarse, a pesar de la desaprobación. Si tenemos poca o baja autoestima, podemos decidir “aceptarnos incondicionalmente” y cuando lo decidimos, determinamos, no insultarnos, no castigarnos y darnos estimulación y ánimos para emprender de nuevo nuestra andadura corrigiendo los errores (no culpabilidades).

La valía de uno mismo depende de lo que se dice uno mismo. Si lo que hacemos es considerar que nuestra valía depende de lo que dicen los demás de nosotros, nos ponemos a merced de las miles de cabezas pensantes que opinarán miles de cosas diferentes sobre nosotros.

Nosotros no podemos evaluar íntegramente a las personas, de ahí que las calificaciones o descalificaciones son cosas absurdas. Si podemos, si así lo deseamos, evaluar las emisiones conductuales, de pensamiento, etc., que realizamos puntualmente, teniendo bien claro que el sujeto no es sus conductas, ni sus pensamientos, ni sus sentimientos, ni sus actitudes, etc. El ser es mucho más que todo ello. ¿Quién se atreve a evaluar a un ser íntegramente? Pues bien, eso es lo que hacemos cotidianamente cuando manifestamos, por ejemplo: “Enrique es bueno”, como que Enrique, en ningún momento puede emitir un comportamiento erróneo, le cubrimos del halo de bondad, y ya puede cometer todas las estupideces que quiera, que seguirá siendo el “buen Enrique”. Pero en sentido negativo, ocurre más de lo mismo. Si catalogamos algo, hagámoslo sobre conductas o emisiones puntuales, no sobre la persona.

Cuando uno se deprime tiende a no hacer nada para mejorar las cosas, porque se cree el diálogo que manifiesta: “Para qué voy a hacer nada, si no puedo cambiar nada”. Observe sus generalizaciones: “Nada”, “siempre”, “nunca”, “jamás”, etc. La vida no es así, esas generalizaciones no casan con la realidad, aunque muchas veces nos ocurra algo.

Escriba las ideas negativas como las mostradas y cuestiónelas, pregúntese si son ciertas, si puede dar fe de que está usted en lo cierto, o si son presunciones acerca de usted, de los demás o de la vida. Luego, coja el teléfono y llame a sus amigos/as, a sus familiares, apúntese a un curso, haga un viaje, eche tiempo en una afición, haga ejercicio, etc., pero no se quede por más tiempo a lamentarse de lo ocurrido, de usted, de la vida, ni del otro. No pierda su tiempo, que es un regalo de cada día. De este modo, empezará a ver luz sobre usted mismo y sobre su vida.

No confunda estar “triste” por el acontecimiento ocurrido de la separación, con estar “deprimido/a”. Lo primero, “triste”, nos posibilita tomar conciencia de que tengo una situación adversa, pero no insalvable. “Deprimido/a” me genera incapacitación y ceguera para ver otras opciones. Y también recuerde que “no hay atajo sin trabajo”. Cambiar su situación le va a ser costoso, pero no imposible y, en lugar de pensar en los placeres inmediatos, piense en los que hallará a medio/largo plazo con algo de esfuerzo.

Sepa que usted estará triste por un tiempo, pero trabajando esas ideas absurdas y saliendo a hacer cosas y relacionándose con más personas, hallará los estímulos que le servirán para refundarse.

Un saludo.

Juan Fernández Quesada.


REFLEXIONES DE JULIO RUBIO: LO CERCANO


- Harry… Marina me ha llamado, está muy preocupada. Ya sabes que yo no me meto en vuestras historias, ni quiero meterme. Solo te digo lo que me ha pedido Marina. Quiere una reunión, solo quiere que yo esté presente. Nada más. Me ha pedido que te lo diga.
Meterse en cosas de pandillas organizadas es muy delicado, y la negociación debía ser con mucho tacto.
Harry es el jefe de una pandilla de cuyo nombre no quiero acordarme. Es un tipo sereno, se puede dialogar con él. Le he apoyado en muchas movidas, le he sacado de muchos líos, me aprecia y me respeta. Y yo le aprecio y le quiero un montón. Pero se que en temas de pandillas hay una línea roja que no puedo cruzar.
– Esta bien Julio. Sabes que soy una persona razonable.
Fijamos fecha y hora para la reunión. Se hará en un lugar público. Marina y Harry se reunirán. Yo solo tengo que estar presente.
Marina no sale de casa, está amenazada. Quiere negociar su salida de la pandilla. Es un tema muy muy delicado.
La voy a buscar en moto. Está muy, muy, pero que muy nerviosa. La intento tranquilizar. Se pone el casco y nos vamos al lugar de la reunión.
Es una terraza con más gente. Harry y Marina se saludan fríamente. Yo intento romper el hielo;
– ¿Nos sentamos? ¿Qué queréis tomar?
Piden. Harry llama desde su móvil, solo dice;
– Ya está aquí
Al rato aparece “La Yari”. Se sienta. Harry se levanta y se va. La Yari es la jefa de las chicas. Es con ella con quien se tiene que negociar la salida de Marina de la pandilla.
Comienza el dialogo, yo en medio escuchando sin abrir la boca, “Ver, oír y callar si de la vida quieres disfrutar” reza una pintada en las calles de un barrio del Salvador de cuyo nombre no quiero acordarme.
Según va pasando el tiempo y la conversación, la atmosfera se va destensando.
– Marina… cuando estuve presa me viniste a ver, y yo eso no lo olvido. Además, está aquí Julio, al cual respetamos todos. Así que por mi parte eres libre, no te vamos a seguir acosando. Pero cuidado, como te veamos con algún miembro de la XXX, este acuerdo se rompe.
Después de la reunión Marina me dio las gracias una y otra vez, ¡¡estaba feliz!! ¡¡Jamás voy a olvidar esto!! Decía ¡¡gracias gracias gracias!!
Normalmente son los pedagogos (profesores, educadores, psicólogos, Institutos de secundaria…) los que inmediatamente sin pensárselo dos veces (como rezan los protocolos), derivan los casos de acoso, violencia, bullyng, agresiones… a la policía y a los jueces.
Yo creo que debería ser al contrario.
Desde la pedagogía, desde lo CERCANO, todo es más rápido, más duradero, más eficaz, más solido…

lunes, 18 de enero de 2016

REFLEXIONES DE MÓNICA: UNAS FRASES MUY INTERESANTES...


Hola amigos, comparto unas frases que leí la semana pasada en el blog de Fabiola Cuevas y que me encantaron, ahí van!!

En lugar de resistirte, acepta
en lugar de luchar, fluye
en lugar de tensarte, afloja
en lugar de huir, enfrenta 
en lugar de adelantarte, comprueba
en lugar de encerrarte...vuela

Un beso a todos,


Mónica

jueves, 14 de enero de 2016

REFLEXIONES DE PILAR G. VADO: EL CONFORMISMO


Cuando en terapia cognitiva se menciona el término de aceptación incondicional de nosotros, de los demás y de la vida, a menudo hay quien piensa que aceptar es lo mismo que permanecer impasible, sumiso y de brazos cruzados ante cualquier tipo de circunstancia, es decir, lo que habitualmente se suele entender por conformarse. Sin embargo, la aceptación no implica en absoluto pasividad.

En primer lugar, aclaremos qué significa conformismo, ya que es una palabra que, como muchas otras, está teñida de connotaciones negativas y en ocasiones se interpreta mal. La Real Academia Española (RAE), lo define como lapráctica de quien fácilmente se adapta a cualquier circunstancia de carácter público o privado”. Vemos que habla de adaptación, pero no de indolencia, indiferencia, desidia, pasividad…, que es lo que nos viene a la cabeza cuando escuchamos o empleamos este término.

Cuando decimos que alguien se acepta a sí mismo, a los demás y también sus condiciones vitales, nos referimos a que es razonablemente feliz, a pesar de que él, los demás y la vida sean imperfectos. Esto no significa que no existan cosas que a esa persona le gustaría que fuesen de otra manera y que, si puede, trate de cambiar, pero no necesita que sean de otro modo para sentirse bien.

El conformismo, o lo que llamaba Anthony De Mello “bastantidad”, consiste en darnos cuenta de que todo, tal cual está en este preciso instante, está bien, que podemos ser felices aquí y ahora, disfrutando de estar vivos y de las cosas maravillosas que nos ofrece la vida, que no precisamos ser de otra manera ni conseguir más posesiones, así como tampoco necesitamos que las circunstancias sean diferentes.

El que es capaz de aceptar y sentirse cómodo tal y como es, con lo que tiene, con lo que hace y en sus circunstancias presentes, aunque éstas no sean las más deseables, conseguirá sentirse bien en cualquier momento y situación, nunca necesitará cambiar nada porque el bienestar no proviene del exterior, sino de la manera en que pensamos y evaluamos lo que nos ocurre.

Aceptando no lograremos que, de manera mágica, nos gusten las cosas que nos desagradan de nosotros mismos, de los demás y del mundo, pero sí nos será de gran utilidad a la hora de intentar cambiarlas (siempre que ese cambio sea factible), ya que nos dará la serenidad necesaria para buscar posibles soluciones, tomar decisiones más acertadas y, en consecuencia, actuar de manera más constructiva. Desde la tranquilidad que nos proporciona la aceptación, se funciona mejor que desde la ira, la ansiedad, el resentimiento, la ofuscación…, que entraña la resignación o no aceptación de las cosas.

Las personas que saben conformarse o, lo que es lo mismo, que tienen “bastantidad”, son aquellas emocionalmente más fuertes porque tienen deseos, motivaciones, intereses, inquietudes y objetivos en la vida, y trabajan con entusiasmo para conseguirlos, pero sin presión ni ansiedad, puesto que no necesitan que se vean realizados para ser felices, porque ya lo son.

En definitiva, el conformismo no es ninguna debilidad, todo lo contrario, supone una gran fortaleza porque nos permite adaptarnos mejor a las distintas situaciones, aceptando lo que no está en nuestra mano modificar y actuando sobre lo que sí podemos cambiar, y nos proporciona una mayor tolerancia a la frustración que nos hará sobrellevar mejor las inevitables incomodidades de la vida.



REFLEXIONES DE JULIO RUBIO: ÉL ES LO QUE TÚ ESPERAS


- Te vienes conmigo al centro de menores
- ¡¡Y una polla!! Yo ahí no vuelvo ni loco, antes me rajo las venas aquí
- Tú decides, o por las buenas o por las malas, ahora mismo le digo al policía que te ponga las esposas y te llevamos esposado
El Perita sabe que si le ponen las esposas hay menos probabilidad de escaparse. Así que inteligentemente decide colaborar.
El policía le abre la celda. Sube escoltado por dos policías y la educadora. Va a conseguir salir a la calle por unos segundos, el espacio entre salir de la GRUME (Comisaría de menores de la policía nacional) y entrar en el coche patrulla será su oportunidad.
El policía abre la puerta del coche, y de repente, sin previo aviso, el Perita echa a correr como un loco, corre corre como si la vida le fuese en ello, como si detrás de él no le siguiesen dos policías, sino dos leones que le fuesen a devorar. La gente por la calle se queda atónita, una persecución como en las películas. Busca un lugar aglomerado de gente, corre corre hasta un centro comercial, se esconde entre la gente. Listo como el hambre, les da esquinazo. Consigue llamar a su abuela. Y la abuela me llama inmediatamente a mí.
- ¡¡Se ha fugado!! ¡¡Se ha fugado!! Otra vez, por favor Julio ves a buscarle, está en tal sitio…
Voy en moto volando como loco al lugar. Al encontrarle le abrazo. Le pongo el casco rápido para que no le reconozcan, y rápidos como el viento atravesamos la ciudad en la moto.
Se queda en mi casa, escondido una temporada.
El Perita roba, en mi casa no lo hace.
El Perita lleva años comiendo con cuchillos de plástico, en mi casa lo hace con cuchillos afilados y puntiagudos.
El Perita es violento con sus educadores. Conmigo, Nidia, mi madre, mis amigos… es afectuoso.
El Perita no colabora, en mi casa recoge la mesa, friega los platos, hace la cama…
El Perita se fuga de todos los centros, en mi casa le encanta estar y volver.
¡¡Como una auténtica paradoja!!
Que cuanto más altas son las vallas más es el deseo de escapar y cuanto más abiertas las puertas más es el deseo de volver.
Cuanto más es la vigilancia más roba y cuanto más la confianza menos roba.
Cuanto más se le interroga más miente y cuanto menos se le interroga más dice la verdad.
Cuanto más miedo se le tiene más peligrosa es la situación, y cuanto menos miedo se le tiene más segura se vuelve la situación.
Y cuanto más policía es uno más delincuente es él, porque él es simplemente un reflejo de lo que tú esperas de él.
Si le pones vallas es porque esperas que se escape.
Si le vigilas es porque esperas que te robe.
Si le interrogas es porque esperas que te mienta.
Si le temes es porque esperas que te agreda.

Él es lo que tú esperas.

domingo, 10 de enero de 2016

REFLEXIONES DE MÓNICA SIMÓN: ¿DÓNDE QUIERES PONER TU ATENCIÓN?



Hoy me gustaría compartir con vosotros una reflexión muy interesante, acabo de venir de un viaje con la familia, es un viaje que hemos regalado a los abuelos por su 50 aniversario de bodas, a todos nos hacía muchísima ilusión poder hacer esa actividad con ellos pero sobre todo, les hacía ilusión a los abuelos. Sin embargo la salud ya no les acompaña cómo desearíamos, es ley de vida y van saliendo cositas, algunas más fáciles de llevar y otras no tanto.
Pues quiero compartir con vosotros lo que ha pasado en el viaje, un día de normal los abuelos se quejan de sus dolores en muchas ocasiones sin embargo, estos dos días estaban tan y tan contentos que no se han quejado en ningún momento, ¿los dolores eran los mismos de siempre?, desde luego!!!, ¿qué ha cambiado entonces? han desviado su atención, ya no se estaban fijando solamente en los dolores que ahí seguían, si no que estaban tan ilusionados con los nietos qué no tenían tiempo de fijarse en nada más!!
Esto es una prueba más de que somos capaces de desviar la atención a lo que nos interesa y nos da bienestar y dejar a un lado lo que no nos interesa, es importante que aprendamos a hacer este trabajo. Además la mayoría de los malestares que solemos tener son incomodidades que nos permiten hacer todo igual pero de manera más incómoda y más aún, si hablamos de malestares emocionales.
La clave por tanto está en lo que nos decimos a nosotros mismos sobre lo que nos está pasando, sobre lo que estamos sintiendo. Nosotros escogemos si queremos el modo queja y entonces sufriremos ... o bien podemos escoger el modo aceptación/agradecimiento y entonces el mismo malestar se convertirá por arte de magia no en algo insoportable si no simplemente en una incomodidad.
Modo queja:
- Nos fijamos en lo que nos falta
- Buscamos culpables
- Los errores son problemas
- Las emociones son insanas
Modo aceptación/agradecimiento:
- Nos fijamos en lo que tenemos
- Buscamos soluciones
- Los errores sirven para aprender
- Las emociones son sanas
Un beso a todos,
Mónica

lunes, 4 de enero de 2016

REFLEXIONES DE MÓNICA SIMÓN: UNA ENTREVISTA!!

Hola amigos y amigas os dejo con una entrevista que me hicieron hace unos días nuestros amigos de vivir en flow.
Un beso a todos!

Mónica Simón: “Nuestro valor no depende de lo que tenemos, lo que hacemos o lo que los demás piensen de nosotros, nuestro valor como personas va más allá” 
Veterinaria de profesión y psicóloga por vocación. Su objetivo: que las personas sean emocionalmente más fuertes. Ella es Mónica Simón, impulsora del proyecto  Tertulias Escuela de felicidad, un lugar donde las reflexiones y los consejos para llevar una vida más feliz son los protagonistas.
Para Mónica, la fortaleza emocional reside básicamente en aceptarnos tal como somos de manera incondicional. Aceptar que somos imperfectos y que nos equivocamos puede ayudarnos más de lo que pensamos a aumentar nuestra felicidad, pero… ¿cómo? Para entender mejor este proceso, Vivir en Flow ha querido entrevistar a Mónica quien ha compartido su conocimiento.

P. En Vivir en Flow defendemos las fortalezas personales como principal motor para caminar hacia la felicidad. Uno de los pasos para ponerlas en práctica es aceptarlas. En este sentido, mencionas en uno de tus artículos la “autoaceptación”, que es aceptar como somos. Esto que parece tan fácil, a veces no lo es tanto. ¿Qué consejos nos darías? 
R. Nuestra aceptación incondicional es uno de los pilares más importantes de nuestra fortaleza emocional, si nuestra autoaceptación incondicional está trabajada nos blindaremos a los bloqueos emocionales. Nosotros no hablamos de autoestima si no de autoaceptación incondicional porque nuestro valor no depende de lo que tenemos, de lo que hacemos o de lo que los demás piensen de nosotros, nuestro valor como personas va más allá, es más profundo que todo eso.
Nuestro valor no está en las cosas externas si no en nosotros mismos, por el hecho de existir ya somos personas valiosas. Se trata de reflexionar en profundidad sobre esto aceptándonos como lo que somos, como seres imperfectos. Estaría bien que revisáramos el autoconcepto que tenemos de nosotros mismos, nuestra autoimagen y en qué medida nos gratificamos. Si analizamos nuestro diálogo interno nos daremos cuenta que en muchas ocasiones nos decimos a nosotros mismos cosas tremendas que no se las diríamos ni a nuestro peor enemigo.
Somos seres imperfectos y así nos tenemos que aceptar. Nuestros errores no nos tienen que servir para castigarnos, si no que son oportunidades para seguir aprendiendo, oportunidades de crecimiento. Decía Óscar Wilde “amarse a uno mismo es una historia de amor eterno”

P. Y en el caso de querer cambiar cómo somos, ¿es posible o no deberíamos intentarlo?
R. Todos podemos cambiar sea a la edad que sea, podemos aprender a pensar de otra manera. ¿Cómo? Reflexionando sobre lo que pensamos. Siempre que sintamos un malestar emocional es debido a que estamos pensando algo irracional, es decir, algo que no es verdad.
Y es que todo lo que pensamos no es verdad. Tenemos muchas creencias irracionales que nos rondan y son las que nos provocan el malestar emocional. Se trata de aprender a identificar estas creencias irracionales y cuestionarlas con argumentos lógicos para que nos convenzamos que eso que estamos pensando no es verdad. Todas las creencias irracionales que tenemos en el fondo no son más que exigencias que estaría bien que transformáramos en preferencias.
La clave de todo está en nuestros pensamientos porque los acontecimientos no son los que nos provocan el malestar si no que es lo que pensamos sobre eso que nos está ocurriendo. La clave, por tanto, es nuestro pensamiento y es lo que tenemos que trabajar para cambiar.

P. Te licenciaste en veterinaria pero sin embargo ha acabado siendo la psicología la que te ha seducido y fascinado. En este caso, ¿aceptaste cómo eras y cambiaste el rumbo? ¿Cuál es tu historia?
R. Sí, mi caso es un poco curioso. Yo soy veterinaria, inspectora de sanidad. Siempre me habían atraído los temas de psicología pero hace unos años me lo empecé a tomar más en serio y, la verdad, que es un tema que me apasiona. Lo que ocurre es que cambiamos constantemente y la Mónica de hace 20 años es diferente de la Mónica de ahora y nuestras preferencias y gustos también van cambiando. A veces nos resistimos a aceptar estos cambios que vamos experimentando, pero cambiamos constantemente y así nos tenemos que aceptar.

P. ¿Crees que hay algún nexo en común entre la veterinaria y la psicología?
R. Creo que la psicología tiene nexos de unión con todas las profesiones y las herramientas que nos enseña la psicología son aplicables a todos los campos, a nuestros trabajos, a nuestra casa, a nuestras relaciones… De hecho, nuestra manera de ser y nuestras creencias nucleares van a salir en nuestra casa, con los amigos, pareja, en el trabajo, etcétera.

P. En muchas ocasiones los cambios y el inicio de nuevas etapas conlleva la aparición de miedos. ¿Qué podemos hacer para gestionar bien los cambios?
R. Todos los cambios nos generan al principio incomodidad porque nos hacen salir de nuestra zona de confort que a veces no es la más idónea pero es la que conocemos y nos incomoda mucho salir de ella, a veces hasta nos decimos que no podremos soportar ese cambio. Pero todos los cambios se pueden soportar porque si no nos moriríamos y eso no ocurre. Por lo tanto los podemos soportar.
En el fondo tenemos miedo de no estar a la altura de las expectativas, miedo porque no controlamos lo que va a pasar, miedo a lo que los demás van a pensar de nosotros si no cumplimos las expectativas. Se trata de aceptar el cambio y adaptarnos a él porque podemos hacerlo, no se trata de luchar si no de aceptar y entender que todo cambio lleva consigo un grado de incomodidad que podemos soportar.
Aceptar que somos imperfectos y que nos podemos equivocar. El equivocarnos o el no saber hacer las cosas no nos quita valor como personas. A veces nuestro valor como personas se lo otorgamos a los demás y por eso nos afecta tanto lo que piensan los demás de nosotros. Si tenemos trabajada nuestra autoaceptación incondicional llevaremos mucho mejor la gestión de los cambios.

P. En uno de tus artículos dices que “el factor más importante dentro de un proceso de cambio son las personas”. ¿Por qué?
R. Sí, porque si una Organización quiere cambiar no llegará a consolidarse si sólo se tienen en cuenta los objetivos y resultados que se quieren obtener y no se tienen en cuenta las personas. Si tuviéramos más en cuenta las necesidades de las personas y no tanto los resultados o los objetivos que queremos obtener todo nos iría mucho mejor. Los resultados serían mucho mejor. No hay organización que funcione si los trabajadores que la forman no están ilusionados y motivados. Invertir en ocuparse por el bienestar emocional y físico de las personas es una gran inversión para el trabajador pero sobre todo para los beneficios de la empresa.

P. Además, también has escrito sobre la gestión del tiempo. En este artículo dices: “aprender a disfrutar más de lo que hacemos, sea en nuestro trabajo o en casa, es nuestro objetivo”. Esta afirmación va muy en línea con la filosofía del flujo descrita por el psicólogo Mihaly Csikszentmihalyi ¿Cuáles son tus consejos para poder disfrutar de cada una de las tareas?
R. Se trata de potenciar el disfrute y no tanto la obligación, la mayoría de las cosas las hacemos por obligación y nos olvidamos del disfrute. En cada tarea podemos encontrar el disfrute, la clave es dejar de quejarnos y aceptar la tarea, no luchar contra ella. No todo nos tiene que gustar pero cuando no nos queda otra hay que aceptar lo que nos toca hacer, verlo como un reto para trabajar nuestra incomodidad y será todo un aprendizaje que nos ayudará a crecer. Concentrarnos en esa tarea e intentar hacerla lo mejor que sabemos. Si nos lo proponemos y le metemos pasión y energía a las cosas muchas veces tareas que en un principio no nos gustaban nada al final nos damos cuenta que no eran tan horribles.

P. Y si te preguntamos por el secreto de la felicidad, ¿qué nos dirías?
R. No hay ningún secreto, se trata de aceptar lo que nos vaya presentando la vida, intentar cambiar lo que no nos gusta y podemos cambiar y aceptar lo que no podemos cambiar. A veces nos cuesta ver las cosas con claridad porque estamos bloqueados, pero se toma distancia del asunto se deja que las cosas fluyan y al final las cosas se van reubicando. Aceptar la incomodidad que tiene el que las cosas no siempre salgan como queremos y que eso nos puede ayudar a crecer. Aceptación incondicional de la vida, de los demás y de nosotros mismos, huir de la perfección y de la queja y agradecer todo lo que la vida nos ofrece.
Aceptar que no siempre vamos a estar 100% felices, que la tristeza existe y que es una emoción sana y centrar mis pensamientos en preferencias y no en exigencias. Todo este cóctel nos hará aumentar los momentos de felicidad en nuestra vida, esos momentos en los que nos damos cuenta que vemos cosas que antes no veíamos y que somos capaces de apreciar por ejemplo esos colores maravillosos de los árboles que siempre habían estado allí pero que nunca habíamos visto.



sábado, 2 de enero de 2016

REFLEXIONES DE MIGUEL SOLER: EN EL NUEVO AÑO ¿PRODUCTIVIDAD O FELICIDAD?


 


Aunque en un principio este debate puede parecer sencillo, de esos en los que te decides rápido por una u otra opción, al basarnos en las experiencias de cada uno y lo aprendido y asumido como “correcto” a lo largo de nuestra vida, los resultados pueden ser muy diferentes. ¿Lo veis?, hablo de resultados (productividad), sale solo, y es que el ritmo de vida que tenemos y las condiciones de nuestro mundo competitivo nos llevan por este camino en cuanto nos descuidamos…
Decir “felicidad” es mucho, y hablar de “productividad” es hacerlo “de mucho”, esta es una primera diferencia que podemos considerar; la felicidad se relaciona directamente con las percepciones y expectativas de cada uno de nosotros, pero la productividad viene marcada más por las exigencias del entorno, por lo que los demás o lo demás nos propone, requiere, impulsa u obliga, y por supuesto, por lo que nosotros necesitamos (o nos decimos necesitar) y exigimos.
Estamos habituados a escuchar una expresión que en realidad encierra bastante de superficialidad y a la par muchísimo de sinceridad casi absoluta con el tema de la felicidad, con lo que es, supone o significa para cada uno de nosotros, de lo que la palabra “felicidad” implica, algo que nos puede motivar o nos hunde directamente según entendamos que podemos ser felices (aunque sea a ratos, a momentos, dormidos o despiertos…) o no: “la felicidad está en los pequeños momentos, en las pequeñas cosas del día a día”.
Muchos expresamos a menudo que esta es la idea, el secreto, creemos que es así y no hay que darle ni una vuelta más. La cosa comienza a complicarse cuando es la productividad la que entra en escena; por productividad entendemos coloquialmente “hacer más”, “hacer aún más”, “hacer más todavía”.

Hacer, siempre hacer más y más, pero nos olvidamos de que esto hay que reconvertirlo en “mejor” para formalizar un constructo que sí puede ser más racional: productividad positiva, es decir, hacer las cosas en la medida que estimemos deseable, pero haciéndolo bien y cada vez mejor, mejor para el medio en el que actuamos (mundo, trabajo, estudios, etc.), pero sobre todo, mejor para nosotros mismos, y por extensión, para los demás.

La felicidad, algo que todos buscamos y muy difícil de encontrar (o no), ¿dónde está la felicidad para cada uno?;hay quien la busca y encuentra en las personas, en la familia, en los amigos, en sus sueños y proyectos, en las cosas que desea hacer, incluso hay quien dice encontrar la felicidad en la soledad, en el pasado…

La productividad, cumplir con lo esperado por los demás o por ti mismo, también conlleva felicidad, felicidad de haber hecho algo bueno, de satisfacer al resto de personas que esperan algo de ti o a ti mismo viéndote capaz de realizar cualquier cosa con un poco de perseverancia. Está bien, pero puede estar aún mejor si desvestimos la productividad de obligación permanente para otorgarle su verdadero protagonismo, el de ser importante hasta cierto punto, porque mucho más importante que lo producido es cómo lo producimos, qué cantidad de amor, de pasión, ponemos en ello. Ese es el misterio, así construyas edificios, moldees vasijas de barro, o teclees un ordenador. 

Todos actuamos por inercia, dejándonos llevar por lo que esperan de nosotros y por el tiempo, siempre contra reloj en nuestro día a día; ¿dónde está entonces la felicidad?, ¿alguien la tiene, la siente al menos? La felicidad está, la cuestión es que casi nunca nos damos cuenta de que la tenemos muy cerca, a nuestro alcance, tan sólo dependiendo de una decisión: querer o no querer verla, sentirla o no, en función de nuestros deseos.

¿Podemos ser felices en cualquier circunstancia? Puede ser, pero creo que eso no es del todo decisivo, no hay que estar deseando desesperadamente la felicidad de forma permanente, la vida nos pone en situaciones ante las que la felicidad queda desarbolada por numerosas cuestiones, tragedias, muerte… Y ante eso no podemos pretender ser felices, pero sí es cierto que si somos “felices de fondo”, superaremos mejor estos contratiempos de la vida.

La felicidad está y ya está, no hay que empeñarse en buscarla porque ya la tienes “de serie”, sólo es necesario relajarse en tu vida y sentir para percibir que “ese algo” que cada uno interpretamos (o no) como felicidad te acompaña siempre, y que cuando dices no tenerla, en realidad es que no llegas a verla, a sentirla, pero está a tu lado, a tu alrededor, en ti y en los demás, ¡ya lo creo!.

Dejé de buscar la felicidad hace mucho tiempo, tanto que casi ni me acuerdo. Y dejé de hacerlo porque llegué a la conclusión de que con lo básico ya era muy feliz, y lo básico para mí es despertar cada día, nada más; no hablo de tener cosas o de “disfrutar” de casas, coches, viajes…, sino de sentirte vivo, disfrutar con las personas de tu vida, y sentirte muy bien con todo lo que haces. Y si a cada cosa que haces o dices le pones una pizquita de amor (o mucho, todo el que puedas), mejor que mejor. Y si dejas poco a poco de quejarte y aceptas cada vez de forma más natural, entonces esto apunta realmente bien…

Yo no soy ningún gurú de la felicidad ni nada de eso, pero es que esto en realidad es muy sencillo: siente y serás feliz; busca la felicidad y puede que no la encuentres; sueña con lo sencillo y lo sencillo te hará feliz; cambia necesidades y exigencias por deseos verdaderos y deja que la vida te muestre oportunidades.

Y poco más, la felicidad crecerá a tu alrededor así te duela una muela (¡es normal, estás vivo!), te vayas a la playa (¿qué hay más simple y con menos necesidades que ir un rato a la playa?), o hagas lo que hagas. Y si no crece a tu alrededor no es que no esté, es que no la estás viendo…

En los últimos años existe un movimiento que promueve que la productividad se puede mejorar si los trabajadores se sienten más felices; por ello algunas empresas ponen en marcha acciones motivadoras, facilitan un horario flexible, permiten más iniciativa, proponen trabajar desde casa incluso. Por suerte hay empresas que van siendo conscientes de que lo que importa para la productividad no es tener empleados eficaces, sino personas que se sientan bien realizando ese trabajo. Eso es eficiencia. La productividad cuantificable ya llegará, y si no, no pasará nada, mientras las personas estén bien en ese trabajo, esa empresa seguirá adelante, con más o menos beneficios.

Quien se mueve más por la productividad –lo que le exige el trabajo, los estudios, su familia, su entorno- que por la felicidad, es porque en muchos casos está actuando de forma pasiva o poco capaz de reaccionar en su vida y “tomar las riendas” para poco a poco, o rápido, sentirse mejor, más feliz, y abordar entonces esas mismas cuestiones, entonces se dará cuenta de que los resultados son muy diferentes, habrá productividad, pero rodeada de muy “buen rollo”.

¿Eres un irresponsable si prefieres ser feliz a ser buen profesional o estudiante, productivo…?, ¿si produces más, según lo esperado, eres más responsable…?, creo que no. ¿Eres de los que “todo le importa muy poco” porque prefiere ser feliz…?, ¿te pondrán la etiqueta de “vago” por esforzarte más por tu felicidad que por tu rendimiento…?

Atrévete. Haz la prueba, tienes un maravilloso año por delante…

¡Feliz 2016