sábado, 28 de enero de 2017

REFLEXIONES DE PILAR G. VADO: ¿QUÉ ES UNA VIDA INTERESANTE?


Hace unos días una amiga me contó que un amigo suyo acababa de fallecer con 40 años, y a continuación añadió: “Está claro que la vida son cuatro días y que hay que exprimirla al máximo, así que a partir de ahora voy a aprovechar más el tiempo y voy a hacer más cosas: viajar más, más ejercicio, salir más de fiesta…”.  

No es extraño pensar así en una sociedad donde prima el lema “más es mejor”. Mejor si hago al año cinco viajes que si viajo apenas una vez, o mejor si salgo con muchos amigos todos los fines de semana que si solo quedo con alguno de vez en cuando. Mejor si tengo muchos tipos de experiencias (viajes a lugares exóticos, apasionadas aventuras amorosas, deportes de alto riesgo, creaciones artísticas…) que si mis vivencias son poco variadas y emocionantes.

Cuando nos emborrachamos de experiencias lo hacemos generalmente con el ánimo de sentir placer y de crear una vida interesante que dé sentido a nuestra existencia. Pensamos equivocadamente que malgastamos la vida si no viajamos, salimos, conocemos gente, adquirimos conocimientos, tenemos proyectos interesantes, probamos cosas nuevas… Pero no nos damos cuenta de que todo eso únicamente nos proporciona diversión y entretenimiento, pero no felicidad.

La emoción que obtenemos cuando llevamos a cabo experiencias motivados por la necesidad de aprovechar la vida y de convertirla en algo muy interesante, es superficial y pasajera, tan solo un fogonazo de placer que no tarda en dar paso a una profunda sensación de vacío. Dicha sensación nos impulsa a buscar más y más estímulos externos que nunca logran acabar con la insatisfacción que experimentamos.

De este modo, nos enganchamos a infinidad de cosas a las que somos incapaces de renunciar, ya que si no las hacemos nos sentimos vacíos y culpables por no aprovechar la vida, pero cuando las hacemos, curiosamente, no nos sentimos realmente felices (no hay que confundir diversión con felicidad). La acumulación de experiencias y la búsqueda insaciable de las mismas, no solo no contribuye a que nos sintamos plenos y realizados, sino que es eso precisamente lo que nos distrae y aleja de una vida serena y feliz.

Saborear la vida con intensidad nada tiene que ver con la vorágine de actividades, vivencias o conocimientos en la que a veces estamos inmersos, sino que tiene que ver con estar tranquilos y ser más conscientes, o lo que es lo mismo, con sentir la alegría de estar vivos, necesitar poco, apreciar y agradecer lo que tenemos, disfrutar de lo que hacemos en el instante presente, relacionarnos con amor y estar en armonía con nosotros mismos y con el entorno. Todo esto nos proporciona felicidad, o lo que es lo mismo, una profunda y duradera sensación de plenitud.

Aunque tuviésemos una vida breve, aburrida y sin grandes objetivos, podríamos ser muy felices, los seres humanos no necesitamos hacer muchas cosas para sentirnos bien, ya que somos animales de calidad más que de cantidad.  Un buen ejemplo de ello son los pastores y las monjas de clausura, ellos no llevan vidas trepidantes y llenas de emociones fuertes, sin embargo, existen pocas personas tan plenas y felices como ellos, esto es debido a que conocen el secreto para una vida feliz: necesitar muy poco, hacer pocas cosas y poner entusiasmo, alegría y amor en aquello que se tiene entre manos en cada momento. 

No es preciso coleccionar con avidez experiencias para convertir la vida en algo emocionante y valioso, el hecho de estar vivos ya es extraordinario y ser conscientes de ello enormemente placentero. Todos poseemos la capacidad para apreciar la belleza que nos rodea y para transformar en maravillosas aventuras cosas tan simples y cotidianas como cocinar, contemplar la naturaleza, conversar, leer o pasear.

En definitiva, la vida ya es algo hermoso e interesante, tan solo tenemos que darnos cuenta de ello. De nosotros depende ver la vida como algo que debemos llenar de experiencias para darle valor y sacarle el máximo partido o como una aventura increíble y valiosa en sí misma.