Cuando debatimos cualquier
creencia irracional, una de las preguntas que nos tenemos que plantear es: “¿En qué medida eso que considero terrible
o insoportable me impide disfrutar de la vida?”
Quizá eso de “disfrutar de la
vida” resulte algo muy general y poco concreto, por eso para contestar a la
pregunta sería conveniente definir qué es
disfrutar de la vida, esto no es otra cosa que gozar de manera consciente
de todas las pequeñas cosas que nos proporcionan una importante dosis de
gratificación. Y también nos resultaría muy útil elaborar una lista en la que detallemos todas esas cosas que nos producen
una gran sensación de plenitud.
Hay tres características propias de las cosas que nos hacen sentir un
intenso bienestar emocional y que hay que tener en cuenta a la hora de
confeccionar la lista:
1-Sencillez: cuanto más sencillas sean mejor.
2-Accesibilidad: que estén al alcance de la mano en casi cualquier
momento.
3-Gratuidad: que sean gratis o si cuestan dinero, que sea muy poco.
Siguiendo estos criterios, es preferible incluir en la lista, por
ejemplo,pasear por un parque cercano a nuestra casa que viajar a Bali. El
paseo es algo sencillo, de fácil acceso y gratis, en cambio, el viaje a Bali no
es tan sencillo, no podemos disfrutar de él en cualquier momento y, salvo que
alguien nos lo regale, nos costará bastante dinero.
Se trata de afinar nuestros gustos y desgranarlos hasta que nos quedemos con cosas muy
sencillitas como contemplar la puesta de sol, dormir una siesta, sentir el
aire fresco de la mañana, saborear un café, admirar los colores de la
naturaleza, leer un libro, escuchar música, conversar con un amigo, apreciar un
cielo estrellado, practicar ejercicio, aprender algo nuevo, tener sexo, etc.
Una vez confeccionada nuestra
propia lista, conviene tenerla siempre muy presente y desarrollar el hábito de prestar atención a esas pequeñas cosas y de
apreciarlas en profundidad. De esta manera, nos convertiremos en sibaritas
de la vida que saben apreciar hasta el más mínimo detalle.
Además, la lista contribuirá a que cada vez que nos sintamos perturbados ante un
suceso nos resulte más fácil contestar a la pregunta: “¿Esto me impedirá
disfrutar de la vida, es decir, de una puesta de sol, de dormir una siesta, de
sentir el aire fresco de la mañana, de saborear un café…?”Así nos daremos cuenta
de que hay muy pocas cosas que realmente
nos impidan disfrutar de las oportunidades que nos ofrece la vida y, por
tanto, que sean verdaderamente terribles o negativas.
Al decirnos a nosotros mismos que algo es terrible, nos volvemos
insensibles a todas esas cosas maravillosas porque centramos toda la
atención, tiempo y energía en lo horroroso que es eso que nos ocurre. Por
tanto, solo el diálogo interno terribilizador
será el que nos impedirá disfrutar de la vida, no los hechos en sí mismos.
Las personas emocionalmente más fuertes son aquellas que consideran
que apenas existen cosas terribles y que necesitan muy poco para ser felices, además
son mucho más sensibles a las pequeñas
cosas porque no tienen neuras que les distraigan de las auténticas fuentes de disfrute.
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