Al despedirme de la Chana le dije:
- No se si podré venir el año que viene, sino... hasta dentro de dos años
- Uff... eso es mucho tiempo, no se si seguiré viva.
La Chana no estaba bromeando, lo decía en serio. Aqui en el Salvador la muerte está presente a cada momento. La guerra entre las maras, la delincuencia, las armas, el dengue que transmite el mosquito, la falta de medicinas, terremotos, ¡hasta la serpiente coral anda por aquí!... donde vivimos es un cerro de alto riesgo, en momentos de tormenta todas esas chabolas construidas en el filo de los barrancos pueden venirse abajo, la vida aquí es constante riesgo.
La mujer que me acoje en su casa perdió a un hijo, y la primera vez que fui con ella al cementerio a dejarle flores me impactó los colores vivos de las cruces y las tumbas; amarillo, celeste, rosa, rojos, verdes... era un cementerio alegre, no era nada deprimente como los de España. Y paseando entre las tumbas miré las fechas, comencé a darme cuenta que andaba entre tumbas de adolescentes, de 12 a unos 20 años, muertes que va dejando esta guerra interminable entre maras, también había muchas tumbas de niños con pegatinas de Winnie de Poo, campanilla...
San Salvador está lleno de funerarias, una vez me quedé mirando una y me sorprendí de ver unos ataudes de madera muy muy pequeños, eran para bebés, ya se sabe... la mortalidad infantil.
Aquí se dice mucho eso de "sabemos cuando salimos de casa pero no si regresaremos".
Y cuando quieres comer pollo tienes que cortar el cuello a la gallina. Es decir, que la muerte EXISTE, se tiene la conciencia de que la muerte puede llegar en cualquier momento, en cualquier lugar y a cualquier edad.
Sin embargo en los países ricos y neuróticos no se reconoce a la muerte, y esto es un problema, porque cuando llega nos pilla a todos de sorpresa y se convierte en el mayor de los dramas, como una tragedia griega, y como niños caprichosos nos cabreamos con Dios, con la vida, con el destino... es lo que Siddharta llamaba los "hombres-niño". Mientras aquí en El Salvador, las gentes humildes dan las gracias por cada plato de comida, por cada nuevo día, por cada segundo de existencia.
Cuando salgo para El Salvador me despido de toda la gente que aprecio y quiero, pido perdón donde debo pedirlo, doy las gracias donde debo darlas... y parto.
Tener la muerte cerca te permite varias cosas; apreciar la vida, desdramatizarla, y sobre todo, como no puedes vivir mucho en el futuro... ¡comienzas a vivir en el presente! y hay que apreciar el presente porque en él viviremos el resto de nuestra vida, y el futuro... en realidad no existe, yo nunca he vivido en el futuro.
Si lo piensas bien, cuando se muere alguien cercano, en realidad no lo perdistes, simplemente se te adelantó, porque todos vamos con el tiempo recorriendo el mismo camino; de la vida a la muerte o de la muerte a la vida (según se mire). Y en realidad si lo piensas en esta vida no puedes perder nada, porque todo te fue dado, no hicistes ni un solo pélo de tu cabeza.
Mamá, por favor, el día que yo me muera, si me adelanto a tí, no hagas un drama, sino una fiesta, celebra que fui una persona tremendamente feliz, porque en realidad mamá solo me trajistes a este mundo para ser feliz y cumplí tu deseo. Fui valiente, me arriesgé, no tuve miedo a vivir, me dediqué a hacer lo que amaba... me diste una vida y supe qué hacer con ella, por ello mamá haz una fiesta. Y cuando llegue ese día, no podré decir nada más que GRACIAS; a la vida, a Dios, a la naturaleza, a cada plato de comida, a cada ser humano con el que me crucé... y a mi madre que tantas veces en mi infancia me cantó esta canción:
https://www.youtube.com/watch?v=WyOJ-A5iv5I