lunes, 27 de junio de 2016

REFLEXIONES DE PILAR G. VADO: PEDRO Y EL HILO MÁGICO


A menudo posponemos el momento de ser felices, ¿por qué? Porque creemos equivocadamente que la felicidad llegará cuando alcancemos todo aquello que ansiamos. Pensamos: “Seré feliz cuando consiga pareja, cuando me case, cuando tenga un hijo, cuando encuentre un trabajo que me guste, cuando gane más dinero, cuando tenga una casa más grande, cuando me recupere de esta enfermedad, cuando me jubile, cuando mi jefe cambie…”.
                     
Así, transcurren los días, los meses y los años, mientras aguardamos el momento en que podamos ser felices y cuando queremos darnos cuenta, la vida llega a su final y no hemos disfrutado de nada.

Yo suelo decir que la felicidad es incondicional, es decir, que no depende de nada de ni nadie, pero en realidad sí hay una condición para ser felices y es tener bien amueblada la cabeza, ser conscientes de que ya tenemos todo para estar bien, porque en definitiva, la felicidad no es otra cosa que valorar el hecho de estar vivos y disfrutar de todo lo que tenemos a nuestro alcance.

No convirtamos nuestra maravillosa existencia en una larga y absurda espera de algo que ya tenemos y aprovechemos para saborear cada instante de vida. Intentemos, además, alcanzar todo aquello que deseamos, pero siempre teniendo muy presente que no lo necesitamos para ser felices.

El cuento de Pedro y el hilo mágico, extraído del libro “El monje que vendió su Ferrari” de Robin S. Sharma, nos ilustra muy claramente todo esto:


Pedro era un niño muy vivaracho. Todos le querían: su familia, sus maestros y sus amigos. Pero tenía una debilidad: era incapaz de vivir el momento. No había aprendido a disfrutar el proceso de la vida. Cuando estaba en el colegio, soñaba con estar jugando fuera. Cuando estaba jugando soñaba con las vacaciones de verano. Pedro estaba todo el día soñando, sin tomarse el tiempo de saborear los momentos especiales de su vida cotidiana.

Una mañana, Pedro estaba caminando por un bosque cercano a su casa. Al rato, decidió sentarse a descansar en un trecho de hierba y al final se quedó dormido. Tras unos minutos de sueño profundo, oyó a alguien gritar su nombre con voz aguda. Al abrir los ojos, se sorprendió de ver una mujer de pie a su lado. Debía de tener unos cien años y sus cabellos blancos como la nieve caían sobre su espalda como una apelmazada manta de lana. En la arrugada mano de la mujer había una pequeña pelota mágica con un agujero en su centro, y del agujero colgaba un largo hilo de oro.

La anciana le dijo: “Pedro, éste es el hilo de tu vida. Si tiras un poco de él, una hora pasará en cuestión de segundos. Y si tiras con todas tus fuerzas, pasarán meses o incluso años en cuestión de días” Pedro estaba muy excitado por este descubrimiento. “¿Podría quedarme la pelota?”, preguntó. La anciana se la entregó.

Al día siguiente en clase, Pedro se sentía inquieto y aburrido. De pronto se acordó de su nuevo juguete. Al tirar un poco del hilo dorado, se encontró en su casa jugando en el jardín.

Consciente del poder del hilo mágico, se canso enseguida de ser un colegial y quiso ser adolescente, pensando en la excitación que esa fase de su vida podría traer consigo. Así tiró una vez más del hilo dorado. De pronto, ya era un adolescente y tenía una bonita amiga llamada Elisa. Pero Pedro no estaba contento. No había aprendido a disfrutar el presente y a explorar las maravillas de cada etapa de su vida. Así que sacó la pelota y volvió a tirar del hilo, y muchos años pasaron en un instante.

Ahora se vio transformado en un hombre adulto. Elisa era su esposa y Pedro estaba rodeado de hijos. Pero Pedro reparó en otra cosa. Su pelo, antes negro como el carbón, había empezado a encanecerse. Y su madre, a la que tanto quería, se había vuelto vieja y frágil. Pero él seguía sin poder vivir el momento. De modo que, una vez más, tiró del hilo mágico y esperó a que se produjeran cambios.

Pedro comprobó que ahora tenía noventa años. Su mata de pelo negro se había vuelto blanca y su bella esposa, vieja también, había muerto unos años atrás. Sus hijos se habían hecho mayores y habían iniciado vidas propias lejos de casa.

Por primera vez en su vida, Pedro comprendió que no había sabido disfrutar de las maravillas de la vida. Nunca había ido a pescar con sus hijos ni paseado con Elisa a la luz de la luna. Nunca había plantado un huerto ni leído aquellos hermosos libros que a su madre le encantaba leer. En cambio, había pasado por la vida a toda prisa, sin pararse a ver todo lo bueno que había en el camino. Pedro se puso muy triste y decidió ir al bosque donde solía pasear de muchacho para aclarar sus ideas y templar su espíritu. Al adentrarse en el bosque, advirtió que los arbolitos de su niñez se habían convertido en robles imponentes.

El bosque mismo era ahora un paraíso natural. Se tumbó en un trecho de hierba y se durmió profundamente. Al cabo de un minuto, oyó una voz que le llamaba. Alzó los ojos y vio que se trataba nada menos que de la anciana que muchos años atrás le había regalado el hilo mágico. “¿Has disfrutado de mi regalo?”, preguntó ella.

Pedro no vaciló en responder: “Al principio fue divertido pero ahora odio esa pelota. La vida me ha pasado sin que me enterase, sin poder disfrutarla. Claro que habría habido momentos tristes y momentos estupendos, pero no he tenido oportunidad de experimentar ninguno de los dos. Me siento vacío por dentro. Me he perdido el don de la vida”.

“Eres un desagradecido, pero igualmente te concederé un último deseo”, dijo la anciana. Pedro pensó unos minutos y luego respondió: “Quisiera volver a ser un niño y vivir otra vez la vida”. Dicho esto se quedó ora vez dormido.

Pedro volvió a oír una voz que le llamaba y abrió los ojos. ¿Quién podría ser ahora?, se preguntó. Cuál no sería su sorpresa cuando vio a su madre de pie a su lado. Tenía un aspecto juvenil, saludable y radiante. Pedro comprendió que la extraña mujer del bosque le había concedido el deseo de volver a su niñez. “Date prisa, Pedro. Duermes demasiado. Tus sueños te harán llegar tarde a la escuela si no te levantas inmediatamente”, le reprendió su madre. Ni que decir tiene que Pedro saltó de la cama al momento y empezó a vivir la vida tal como había esperado.

Conoció muchos momentos buenos, muchas alegrías y triunfos, pero todo empezó cuando tomó la decisión de no sacrificar el presente por el futuro y empezó a vivir el ahora”



lunes, 20 de junio de 2016

REFLEXIONES DE PILAR G. VADO: "LUCHAR CONTRA" O "TRABAJAR POR"


Aunque muchas veces utilizamos indistintamente "luchar contra" y "trabajar por", luchar contra algo que detestamos y trabajar para conseguir algo que deseamos entraña algunas diferencias.

No es lo mismo luchar contra la guerra que trabajar para alcanzar la paz. Supongamos que una nación, ante las amenazas de su país vecino, decide emplear la violencia contra este y aumentar su potencial bélico, de esta forma solo generará más odio y no evitará una posible guerra. Sin embargo, si opta por trabajar para conseguir la paz a través del diálogo y con voluntad de cooperación, el resultado probablemente será distinto.

Si el planeta invirtiera en este propósito la mitad del presupuesto que tristemente malgasta en guerras, disminuiría considerablemente el número de conflictos.

Un buen ejemplo de esto fue Nelson Mandela, que lejos de luchar contra el apartheid, trabajó incansablemente a favor de la reconciliación entre blancos y negros, empleando el perdón, la templanza y la comprensión como únicas armas.

Otra importante figura que también tenía clara la diferencia entre estos dos conceptos fue la madre Teresa de Calcuta, así lo demostró cuando, en una ocasión, fue invitada a una manifestación en contra de la guerra y se negó a asistir, aseguró que cuando hicieran una a favor de la paz, entonces que contaran con ella.

No podemos dejar de mencionar al líder indio Mahatma Gandhi, gran defensor de la no violencia que logró, gracias a sus protestas (siempre pacíficas) y a la desobediencia civil, liberar a su país de la opresión británica. Nunca luchó contra el dominio británico, sino que trabajó sin descanso por defender el derecho a la independencia de la población india.

Estos y otros personajes famosos pueden servirnos de modelo cuando, en nuestra vida cotidiana, nos propongamos conseguir algo. Por ejemplo, si nuestro hijo llega del colegio con unas pésimas calificaciones, será mucho más eficaz trabajar con el fin de que obtenga buenos resultados aumentando su motivación, enseñándole pautas para un mayor rendimiento, reforzando las buenas notas..., que luchar contra los suspensos reprendiéndole cada vez que eso suceda, castigándole, haciéndole reproches...

Imaginemos otra situación, nos diagnostican una grave enfermedad, no es lo mismo focalizar nuestras fuerzas en luchar contra la enfermedad, que en trabajar con ahínco para recuperar la salud lo antes posible, para conseguirlo, seguiremos al pie de la letra todas las prescripciones de nuestro médico, descansaremos lo suficiente, comeremos lo más sano posible, haremos algo de ejercicio...

Luchar debilita y trabajar fortalece, por lo tanto, si luchamos contra la enfermedad, estaremos malgastando en esa lucha parte de la energía física y mental que necesitaremos para trabajar por nuestra salud.
Cuando luchamos, lo hacemos desde la presión y la necesidad de lograr aquello por lo que peleamos, y si los resultados no son los esperados experimentaremos rabia, ansiedad y depresión. En cambio, si optamos por trabajar, lo haremos de una manera más relajada, serena y sin tensiones, y si finalmente no alcanzamos nuestro propósito nos sentiremos irritados, desilusionados y algo frustrados, pero no nos hundiremos por ello. 
https://tuespacioemocional.wordpress.com/

domingo, 12 de junio de 2016

REFLEXIONES DE MÓNICA SIMÓN: LA DEPENDENCIA EMOCIONAL


Estos últimos meses he vivido dos rupturas sentimentales de dos amigas muy cercanas, las dos llevaban muchos años con sus parejas y de repente en los dos casos ha sido su pareja quien decidió sin esperarlo romper la relación.

En uno de los casos una de mis amigas decidió que era culpa suya el que su pareja se marchara, defendía la conducta de su pareja porque ella no había estado a la altura de las circunstancias y no le había sabido cuidar lo suficiente... se decía a si misma que ella era un desastre en todo y que se merecía lo que le estaba pasando. La culpa y la desesperación la invadieron y mi amiga entró en una profunda depresión donde se quedó vacía completamente de contenido, ella entregó su corazón y su vida a su pareja y, cuando él se fue perdió su esencia y su motor, su pareja se había convertido en el sentido de su vida y lo había perdido.

Han pasado algunos meses hasta que mi amiga ha empezado a remontar y a darse cuenta de que todo lo que se decía a si misma sobre este tema era muy irracional, a darse cuenta que la culpa no tiene ningún sentido de ser y que nuestra esencia como personas no se la podemos entregar a nadie. No podemos dar tanto valor a lo que los demás puedan decir o pensar de nosotros. No podemos entregar nuestra vida a otra persona, nosotros somos el motor de nosotros mismos y aunque podemos compartir nuestro corazón la propiedad del mismo es sólo nuestra. Tenemos que confiar en nosotros mismos, no necesitamos a nadie para dar sentido a nuestra vida.

El segundo caso es un poco diferente, ante esa ruptura inesperada mi otra amiga decidió que su pareja se iba a enterar, la rabia la poseyó y empezó a actuar desde la más profunda rabia haciendo cosas irracionales para perjudicar a su pareja, te intentaba convencer constantemente que ella estaba en posesión de la verdad y así lo debía saber todo el mundo. Su objetivo vital absorbente pasó a ser el perjudicar a su expareja porque no podía soportar que hubiera decidido separarse. 

En este caso no apareció como primera emoción la culpa pero si la rabia, desde la rabia podemos tener conductas muy irracionales que justamente no nos beneficiarán en nada más que en tener una relación nefasta con nuestra expareja. Mi amiga poco a poco también ha ido aceptando lo que le ha pasado y ha dejado de obsesionarse un poquito con este tema, viendo que detrás de su expareja existe un mundo maravilloso. Ha ido entendiendo que cada cual es dueño de su vida que no podemos controlarlo todo y que las adversidades no nos queda otra que aceptarlas para superarlas.

Fijaros que son dos maneras muy distintas de afrontar la misma adversidad, una desde la culpa y otra desde la rabia sin embargo el problema de fondo es el mismo, es la dependencia emocional. Entregamos nuestra vida y nuestra alma a nuestra pareja y ésta se convierte en el motor de nuestra existencia. Necesitamos a nuestra pareja ya no sólo para ser felices sino para sobrevivir, nos convertimos en personas dependientes emocionalmente.

Nosotros somos los únicos propietarios de nuestra vida, de nuestra esencia y tenemos que aprender a confiar en nosotros mismos. Muchas veces en la vida nos vamos a equivocar con nuestra pareja, con nuestros hijos, en el trabajo... nos tenemos que hacer responsables de nuestras equivocaciones pero nadie, ni nosotros mismos, podemos cuestionar nuestra esencia por las conductas que tengamos o hayamos podido tener así como tampoco podemos cuestionar la esencia de las otras personas por sus conductas.

No nos podemos perder el respeto a nosotros mismos, no necesitamos a nadie para ser felices y si lo creemos podemos trabajar el convencernos de que eso no es así. La dependencia emocional nos puede dar mucho sufrimiento y ya no digamos si la persona de la que eres dependiente es un abusador verbal o físico...

Trabajar nuestra aceptación incondicional es la clave para dejar de ser dependientes. Las adversidades forman parte de nuestra vida, una ruptura sentimental y más si es provocada por la pareja y no por nosotros no nos va a gustar, vamos a sufrir pero hay que intentar que ese sufrimiento dure poco, tendremos que pasar un proceso de duelo hasta aceptar lo que nos está pasando, pero si tenemos claro nuestro valor y nuestra esencia como personas sufriremos mucho menos, seremos capaces de remontar y de volver a disfrutar de todas las cosas que nos ofrece la vida.

Y lo más importante una ruptura sentimental cada uno la pasa como puede con sus propias herramientas, pero de todo amigos se puede salir podemos tardar más o menos pero se sale!!

Os recomiendo para trabajar la dependencia emocional todos los libros sobre este tema de Silvia Congost y de Walter Riso.

Un beso a todos,


Mónica