viernes, 27 de abril de 2018

REFLEXIONES DE PILAR G.VADO: FELICIDAD vs felicidad




"Tener un hijo es lo único bueno de la vida", "Sin pareja la vida no merece la pena", "La salud lo es todo", "Si no trabajo en lo que me apasiona, nunca podré realizarme", "No seré feliz hasta que en mi vida no haya tantos problemas"... Estos son algunos de los muchos pensamientos que surgen de la mente cuando delegamos en lo externo nuestra responsabilidad de ser felices. 

Un hijo, una pareja, la salud, un trabajo, la comodidad o cualquier otra cosa que se encuentre fuera de nosotros lo máximo que puede ofrecernos es una felicidad en minúsculas, muy pequeña, poco satisfactoria y que, tarde o temprano, quedará eclipsada por el miedo a perder el objeto de nuestra felicidad y por la decepción de no sentirnos completamente llenos, de hecho esa sensación de vacío será cada vez más acuciante. Es como si pretendemos calmar la sed bebiendo agua salada, no solo no nos saciaremos, sino que nos sentiremos cada vez más sedientos.

Por otro lado, la FELICIDAD con mayúsculas es cualitativamente distinta y solo puede provenir de nuestro interior. Lo que sucede es que, por lo general, únicamente conocemos la felicidad que procede de fuera. Confundimos los momentos de diversión, de entretenimiento, de distracción o de euforia con la FELICIDAD, por eso se dice a menudo que no es posible ser constantemente feliz y que la felicidad se compone de pequeños momentos. Sin embargo, la FELICIDAD no es una emoción, es un estado de paz, de silencio interior, de plenitud, que existe al margen de lo externo.

Independientemente de lo que esté ocurriendo en nuestra vida, ahora mismo podemos ser plenamente felices, no tenemos que conseguir nada ni tampoco cambiar ningún aspecto de nuestra vida. El único obstáculo que nos impide ser auténticamente felices somos nosotros mismos, porque nos contamos (y creemos) la historia de que no conseguiremos estar bien hasta que los demás cambien o nuestras circunstancias vitales mejoren.

Este preciso instante, al igual que cualquier otro, es perfecto para conectar con ese espacio interno de quietud que siempre nos acompaña y al que podemos acceder en cualquier momento y situación. Una vez instalados en ese estado de libertad y sosiego, podemos fijarnos cuantos objetivos vitales queramos con el único propósito de disfrutar del proceso y no con la esperanza de que los resultados deseados nos conduzcan a una FELICIDAD que ya experimentamos.

Un hijo, una pareja, el éxito profesional, el dinero, la salud, un físico agradable, unos estudios, una vida interesante o un trabajo vocacional, podrían ser algunos de los muchos objetivos susceptibles de proporcionarnos una gran satisfacción, pero incapaces de conectarnos con la auténtica FELICIDAD.

Es curioso que la mayoría de nosotros nos conformamos con pasar la vida persiguiendo un sucedáneo de felicidad que creemos que alcanzaremos cuando tengamos esto o lo otro, o más de esto o más de lo otro. Como se suele decir, preferimos lo malo conocido que lo bueno por conocer, en este caso, el sufrimiento que conlleva la búsqueda de la felicidad en lo externo es lo malo conocido y la FELICIDAD que todos llevamos dentro es lo bueno por conocer.

En definitiva, ser FELIZ o no serlo es una decisión personal, la única verdaderamente importante que tomamos en toda nuestra vida. Se trata de elegir si apostamos por una felicidad superficial, efímera e inseparable del sufrimiento o si nos permitimos mirar hacia nosotros mismos y abrirnos a una FELICIDAD profunda y duradera, desde la que experimentar una existencia mucho más plena.



lunes, 2 de abril de 2018

REFLEXIONES DE DAVID VEGA: ESTRÉS EN EL TRABAJO



Siempre me ha encantado mi trabajo de odontología en la seguridad social.
Habrá quien piense que: " fíjate , dice que le encanta torturar a la gente , y encima le pagan". Aunque yo preferiría verme como "el caballero blanco que liberaba a las doncellas de los tormentos producidos por las muelas del juicio".

El caso es que durante la crisis tanto a mí como a todos compañeros del centro y del Sacyl en general nos vimos envuelto en una atmósfera de ansiedad y quejas .
No sé trataba tanto  por la bajada de sueldo ( que a nadie le gusta) sino más bien por la disminución de personal y aumento de la demanda de pacientes .

En mi caso concreto hubo una avalancha de gente , de forma que en la parte de demanda tenía que atender a 26 personas más urgencias entre 8,30 a 11.20.

Entendía perfectamente que la gente quisiera ahorrar todo lo que podía y más como estaba la situación .Con la crisis hubo un grupo importante que pasó de acudir a su odontólogo privado a venir habitualmente por el Sacyl
lo que me suponía atender  a 5 min 40 seg por paciente. 
Aunque con ese tiempo más bien era despachar.
Luego tras el café a realizar obturaciones o extracciones quirúrgicas complicadas.  
Tal era el estrés que iba super rápido para llegar a la hora del café y poder salir a qué me diera el aire, porque sentía que me asfixiaba.
Para que os hagáis una idea de los pensamientos de una mente terribilizadora en aquella época :
" A ver lo que tarda en subirse al sillón , y abrir la boca ,que no tengo todo el día".
" Otro niño, que no sea para extracción"
"No me fastidies , le saco la muela como los ángeles y va el tío y se me desmaya". 
Está claro que no estaba en mi mejor momento.
La mejor definición que se ajustaba a mí en esos momentos la escuché en la película de Terminator 2 : "Una máquina con conocimientos anatómicos precisos para ser más efectivo en el trabajo".

Es lo que tiene cuando estás en modo queja. Todo te parece mal. 
Era un privilegiado , con trabajo fijo , en lo que me gustaba , ayudando a los demás , respetado por  compañeros y pacientes pero no era capaz de apreciar y sobretodo agradecer la abundancia de mi situación .
Y más aún teniendo en cuenta lo mal que lo estaba pasando la gente durante la crisis.

Me empecé a leer los libros de Rafael con motivo de mi divorcio pero noté que empezó a mejorarme en todos los aspectos de mí vida  , como si se tratara de la poción mágica de Panoramix.

Empecé a trabajar más tranquilo . Ya no le daba tanta importancia a lo que tardaba en atender a cada paciente o si me daba tiempo a salir del centro . Simplemente , con  tomar el café de la máquina me era suficiente.
Dejé de notar la sensación de asfixia y quién más lo agradeció  , además de los pacientes, fue mi auxiliar , que a la pobre la tenía superestresada.
Los pensamientos quejumbrosos fueron desapareciendo o ya apenas me afectaban.

Curiosamente , sólo tardaba 10 minutos más que antes pero volviendo a disfrutar del trabajo. 
Al activar el modo agradecimiento se desactiva automáticamente el modo queja.
Así que de la psicología cognitiva no sólo puedo decir que funciona sino que
que si te la aplicas , los efectos los notan todos a tu alrededor.