lunes, 22 de mayo de 2017

REFLEXIONES DE DAVID VEGA: CITA CON EL PSICÓLOGO


La semana pasada recibí en la clínica a un amigo que hacía casi un año que no lo veía .
Antes de empezar a tratarlo ( tal vez pensando qué me apiadaría de él y le haría menos daño) me contó que estaba en trámites de separarse. Enseguida le felicité por haber dado el paso. Y no es que ella me caiga mal. ¡Hasta la puse doble ración de anestesia cuando la extraje una muela! El caso es que lo llevaba mal con su mujer desde hacía al menos nueve años . 

Durante este tiempo nos veíamos de vez en cuando y siempre me decía si seguían así las cosas lo mejor que podía hacer era separarse. Lo aplazaba a ver si con el paso del tiempo las cosas mejoraran . Pero como suele ocurrir los problemas no mejoran por sí mismos​. Generalmente o siguen igual o empeoran. Sólo si haces algo pueden arreglarse. Y sino se arregla puedes darte cuenta de que no está en tu mano solucionarlo y necesitas ayuda externa. Si una vez agotado los medios , comprendes que no tiene solución al menos te ahorras el malestar unos cuantos años.

Como sucede muchas veces mi amigo acudió al psicólogo, sobre todo en el momento que decidió separarse. Pidió a su todavía mujer que lo acompañara pero no consiguió que hicieran terapia de pareja .
El caso que esta historia la puedo contar de otras cuatro personas que conozco   ( ¡ y no conozco a tantas ! ). Vale lo admito , yo soy una de esas cuatro personas. Por eso sé bien de lo que hablo.

De las cinco parejas , cuatro separadas y la quinta  es lo más parecido a una noria. Ahora han mejorado sus circunstancias externas y están ​bien ... hasta que vuelvan a cambiar las circunstancias. Pero si hay algo que he aprendido es que la felicidad es una decisión interna que no depende de lo que nos rodea (Julio Justo de la Rosa).
La única pareja que trató de hacer terapia, estaba tan mal la cosa que la psicóloga recetó separación inmediata.
Las personas cuando tenemos fiebre enseguida acudimos al centro de salud. Si tenemos un dolor de muelas rápidamente​ vamos al dentista pero si tenemos un problema serio que empieza a afectar a nuestra relación de pareja ¿ por qué nos cuesta tanto pedir ayuda externa?. Principalmente por 4 motivos:

1- No terminamos de confiar en que el psicólogo sea la solución.
Todos estamos pensando en larguísimas terapias semana tras semana con un coste muy elevado y que el psicólogo solo está para hacer un poco cómo que vas al confesionario , con resultados dudosos.                              Y hasta que no conocí la psicología cognitiva yo también pensaba igual.


2- Cuesta mucho dinero.

Es evidente que hay personas con graves problemas económicos que a lo mejor no se pueden permitir ir a un profesional pero a esas personas les diría que a través libros tertulias y blogs como este también se puede cambiar radicalmente de forma de pensar.
Pero los casos que estoy comentando no ha sido por dinero. Como ya tienes desconfianza al trabajo del psicólogo, piensas que ir a un sitio donde no te van a arreglar nada y te cuesta , no merece la pena.

Además en España estamos acostumbrados a que la sanidad sea gratis.
Una prótesis de cadera es carísima pero no nos damos cuenta de su precio en cambio si ponemos una prótesis sobre implantes lo primero que pensamos es ¡que caro son los dientes!.
Con el psicólogo nos pasa algo parecido.


3- No valoramos lo suficiente la salud mental.
No nos importa gastamos el dinero en gimnasio , productos de belleza , ropa.... Cuando vemos un reportaje sobre el aceite de palma , grasas​ de productos procesados , panga... Se convierte en tema de interés nacional.
En cambio lo del aumento vertiginoso de ingesta de​ psicofármacos parece que no va con nosotros.

4- Tenemos miedo de abrir nuestro interior.
Quizá fue el factor más determinante de estos casos. ¿Pero como voy a contar a un desconocido mi intimidad? 
Lo curioso es que (en los casos que conozco) , varios cónyuges​ fueron por su cuenta. Lo que no hubo forma es ir juntos , salvo un caso, y porque fue a través de la seguridad social.
La conclusión que he extraído es que lo de ir al psicólogo es como ir al dentista: te da un poco de miedo ( pánico para algunos) y te cuesta dinero (no digo que no) , pero si tratas el problema a tiempo y sigues las indicaciones para que no te vuelva a suceder lo normal es que el tratamiento sea efectivo.

lunes, 15 de mayo de 2017

REFLEXIONES DE PILAR G. VADO: ¡DESPIERTA A LA VIDA!


Los que practicamos la psicología cognitiva solemos decir que el propósito de esta terapia es conseguir ver la vida con los mismos ojos que la perciben muchas de las personas que han superado una grave enfermedad o que han sobrevivido a un accidente, pero sin tener que pasar por ninguna de esas situaciones.

Yo soy partidaria de aprender de todo lo que nos pasa en la vida, sobre todo de las adversidades. Son muchas las personas que han sufrido una enfermedad grave o un desafortunado accidente y que han aprovechado esa circunstancia para crecer emocionalmente. ¿Cómo lo hacen? Cambiando su escala de valores, apreciando lo que tienen, no quejándose por lo que han perdido y disfrutando del presente.

Veamos con un poco más de detalle algunas de las muchas enseñanzas que podemos extraer de este tipo de experiencias:

-Lo primero que aprendes cuando te sucede algo así es a ser humilde. Tomas consciencia de tu fragilidad como ser humano, de lo insignificante que eres y de lo poco importantes que son las cosas que haces. Mañana podrías estar muerto y todo seguiría su curso: tus seres queridos sentirían una profunda tristeza durante algún tiempo y te echarían de menos pero seguirían con sus vidas, otra persona desempeñaría tu trabajo, el sol saldría y se pondría cada día, la tierra continuaría girando alrededor del sol, se sucederían las estaciones, los años, la vida…

-Despiertas de la fantasía de inmortalidad en la que vives, sabes que todos nos tenemos que morir, pero no te lo acabas de creer. Tienes la sensación de que morir es algo que les pasa a los demás, pero no a ti. Al ver la muerte de cerca, te das cuenta de que tú también eres mortal y de que no tienes que estar muy enfermo o ser una persona de avanzada edad para que en cualquier momento puedas dejar de existir.

-Aceptas la incertidumbre como parte de la vida, hay muchas cosas que por mucho que lo intentes escapan a tu control y una de esas cosas es la muerte. Cuidando tu salud y siendo precavido tal vez consigas esquivar la enfermedad y los accidentes, pero no la muerte.

-Te cuestionas si preferirías que las personas significativas para ti te recordaran por ser alguien muy eficiente, trabajador, resolutivo, responsable, atractivo, exitoso, con mucho poder adquisitivo, con grandes capacidades, con vivencias extraordinarias…, o por tus actos de amor y tu alegría.

-Empiezas a apreciar la vida como lo más importante. Qué duda cabe que estar vivo es lo principal, un auténtico milagro, pero casi siempre lo damos por supuesto y, por tanto, no lo valoramos en absoluto. El resto de cosas materiales e inmateriales (hijos, pareja, éxito, trabajo, dinero, salud, reconocimiento, justicia, respeto…) se sitúan en su lugar, es decir, por debajo del valor principal: LA VIDA.

-Dejas a un lado la queja porque sientes que no hay NADA de qué quejarse. Como decía el piloto de la Primera Guerra Mundial Eddie Rickenbacker tras haber sobrevivido a un duro naufragio: "La mayor lección que he aprendido gracias a esa experiencia es que si se tiene toda el agua fresca que quieres beber y toda la comida que quieres comer, jamás deberías quejarte de nada".

-Comienzas a agradecer TODO: que estás vivo, que tus órganos funcionan, que respiras, que el sol ha salido esta mañana, que puedes contemplar las estrellas, que tienes gente que te quiere, agua potable para beber, comida todos los días, un trabajo (aunque no te guste demasiado), un techo bajo el que cobijarte, una cama donde dormir…

-No solo sientes gratitud por todo, sino que también lo disfrutas intensamente. Cada cosa que posees, cada cosa que haces, cada nuevo día, cada momento que pasas con las personas que forman parte de tu vida,…, todo lo percibes como una hermosa oportunidad de disfrute.

-Deseas vivir despierto, consciente, inmerso en el momento presente, en el aquí y el ahora porque sabes que el pasado y el futuro solo existen en tu mente, el único momento real es el presente. Dejas de lamentarte por lo que ya ocurrió y de preocuparte por lo que quizá sucederá, ya que nada puedes hacer para cambiar el pasado y solo podrás ocuparte del futuro cuando llegue.

-Exprimes al máximo tu existencia, pero no persiguiendo compulsivamente “más” de todo: más experiencias, más amistades, más viajes, más dinero, un trabajo más interesante…, sino buscando calidad, intensidad y profundidad en cada momento, en cualquier momento. Esto supone vivir con la misma pasión saltar en paracaídas que permanecer durante horas en el sofá mirando el techo.

-Te planteas: “Si ahora mismo muriera, ¿lamentaría no haber sido más eficiente y productivo en mi trabajo, no haber trabajado más horas, no haber tenido una vida lo bastante interesante, no haber logrado suficiente reconocimiento, no haber ganado más dinero, no haber viajado más, no haber tenido más experiencias…? Sin duda, la respuesta es “NO”.

-Sientes haber vivido tantos años sepultado bajo montones de absurdas exigencias o “deberías” que te llenan de sufrimiento y te alejan de la felicidad. Exigencias hacia ti mismo (debería ser más eficiente, buena persona, excelente profesional, estar en forma, tener muchos amigos, hijos, pareja, dinero, demostrar que valgo mucho…), hacia los demás (la gente debería tratarme con consideración y respeto, porque yo los trato así) y hacia el mundo (la vida debería ser fácil).

Sería deseable que, sin necesidad de vivir un suceso grave, despertáramos y fuéramos capaces de apagar el interruptor mental de la queja y activar el del agradecimiento y disfrute. Ojalá no nos pase como al protagonista de “La muerte de Ivan Ilich” de Tolstoi,  el cual tras una vida repleta de éxitos profesionales y de haber cumplido con todo lo que la sociedad esperaba de él, dijo en el lecho de muerte sumido en un profundo vacío:  “¿Y si toda mi vida hubiera estado equivocado?”