Aquella noche se encontraba muy sola, mucho. Lejos de los suyos, de su tierra, de su gente. Aquella noche se sentía incluso lejos de los que la rodeaban: realmente sola…
Se sentó en la cama y sin más esperanza se dejó caer y colocó su cabeza sobre la almohada. La almohada se ahuecó para recibirla ofreciéndole un mullido apoyo, la tomó en sus brazos acomodándola con ternura.
Entonces se sintió mejor y extendió su cuerpo introduciéndolo entre las sábanas. El edredón la envolvió de inmediato acariciándola con timidez y prestándole suavidad y calidez. Ella se sintió enseguida arropada y cobijada y notó ese calor del confort, del bienestar, del abrazo tibio y consolador.
Y se acurrucó en ese instante agradable y reconfortante. Se sintió bien y sintió felicidad.
En cualquier momento, en cualquier lugar, en cualquier circunstancia los momentos de felicidad nos acechan… prepárate a disfrutarlos.
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