Cuando en
terapia cognitiva se menciona el término de aceptación incondicional de
nosotros, de los demás y de la vida, a menudo hay quien piensa que aceptar
es lo mismo que permanecer impasible, sumiso y de brazos cruzados ante
cualquier tipo de circunstancia, es decir, lo que habitualmente se suele
entender por conformarse. Sin embargo, la aceptación no implica en absoluto
pasividad.
En primer
lugar, aclaremos qué significa conformismo, ya que es una palabra que,
como muchas otras, está teñida de connotaciones negativas y en ocasiones se
interpreta mal. La Real Academia Española (RAE), lo define como la “práctica
de quien fácilmente se adapta a cualquier circunstancia de carácter público o
privado”. Vemos que habla de adaptación, pero no de indolencia,
indiferencia, desidia, pasividad…, que es lo que nos viene a la cabeza cuando
escuchamos o empleamos este término.
Cuando
decimos que alguien se acepta a sí mismo, a los demás y también sus condiciones
vitales, nos referimos a que es razonablemente feliz, a pesar de que él, los
demás y la vida sean imperfectos. Esto no significa que no existan cosas
que a esa persona le gustaría que fuesen de otra manera y que, si puede, trate
de cambiar, pero no necesita que sean de otro modo para sentirse bien.
El
conformismo, o lo que llamaba Anthony De Mello “bastantidad”, consiste
en darnos cuenta de que todo, tal cual está en este preciso instante, está
bien, que podemos ser felices aquí y ahora, disfrutando de estar vivos y de
las cosas maravillosas que nos ofrece la vida, que no precisamos ser de
otra manera ni conseguir más posesiones, así como tampoco necesitamos que las
circunstancias sean diferentes.
El que es capaz
de aceptar y sentirse cómodo tal y como es, con lo que tiene, con lo que hace y
en sus circunstancias presentes, aunque éstas no sean las más deseables,
conseguirá sentirse bien en cualquier momento y situación, nunca necesitará cambiar
nada porque el bienestar no proviene del exterior, sino de la manera en que
pensamos y evaluamos lo que nos ocurre.
Aceptando no
lograremos que, de manera mágica, nos gusten las cosas que nos desagradan de
nosotros mismos, de los demás y del mundo, pero sí nos será de gran utilidad
a la hora de intentar cambiarlas (siempre que ese cambio sea factible), ya
que nos dará la serenidad necesaria para buscar posibles soluciones, tomar
decisiones más acertadas y, en consecuencia, actuar de manera más constructiva.
Desde la tranquilidad que nos proporciona la aceptación, se funciona mejor
que desde la ira, la ansiedad, el resentimiento, la ofuscación…, que entraña la
resignación o no aceptación de las cosas.
Las personas
que saben conformarse o, lo que es lo mismo, que tienen “bastantidad”, son aquellas
emocionalmente más fuertes porque tienen deseos, motivaciones, intereses,
inquietudes y objetivos en la vida, y trabajan con entusiasmo para
conseguirlos, pero sin presión ni ansiedad, puesto que no necesitan que se
vean realizados para ser felices, porque ya lo son.
En definitiva,
el conformismo no es ninguna debilidad, todo lo contrario, supone una gran
fortaleza porque nos permite adaptarnos mejor a las distintas
situaciones, aceptando lo que no está en nuestra mano modificar y actuando
sobre lo que sí podemos cambiar, y nos proporciona una mayor tolerancia a la
frustración que nos hará sobrellevar mejor las inevitables incomodidades de
la vida.
Habría que matizar. Conformarse es una palabra que indica que aceptamos algo, que nos damos por satisfechos y en un momento puntual puede ser positivo, pero ser inconformista no es que sea malo o negativo. Todos los avances, descubrimientos, todo lo conforma nuestro mundo actual es por haber sido inconformistas, si no aún seguiríamos en el arbol.
ResponderEliminarGenial reflexión Pilar!!
ResponderEliminarUn beso muy fuerte