domingo, 6 de julio de 2014

REFLEXIONES DE PILAR G.: LA AMBICIÓN


Ser ambicioso está muy valorado en nuestra sociedad, es lógico si tenemos en cuenta que lo que se fomenta y se premia es el "más es mejor": más dinero, más amigos, más belleza, más salud, más eficacia, más inteligencia...

Esto es así en términos generales, pero creo que es importante distinguir entre la ambición insana, la ambición sana y la ausencia de ambición. 

La persona con ambición insana hace del éxito un valor, se fija metas inalcanzables que hacen que viva permanentemente insatisfecha y amargada. No valora los pequeños logros, ya que por mucho que tenga nunca le parecerá suficiente. Para ella, o alcanza el objetivo final o no ha logrado nada, o tiene éxito o es una fracasada, esto hace que se sienta inútil e incompetente porque solo ve todo lo que le queda por conseguir y no lo conseguido.

Tener la vista puesta únicamente en la meta final, no solo impide disfrutar del camino, sino que hace que este se convierta en un auténtico campo de batalla repleto de obstáculos contra los que luchar para conseguir el éxito a toda costa.

Cree equivocadamente que necesita alcanzar su meta para ser feliz y esto le produce estrés, ansiedad y, en muchos casos, depresión. Entra en un círculo vicioso de sufrimiento, porque cuanto más se esfuerza por lograr metas inalcanzables más se ve como una persona fracasada y, como consecuencia, menos rendirá, de manera que cada vez estará más lejos de su meta.

En aquella persona con ambición desmedida se despierta la competitividad destructiva, es decir, la lucha contra los posibles rivales a los que, sin ninguna clase de escrúpulo, les “pondrá la zancadilla”, si ello contribuye a lograr su propósito.

Para la persona con ambición sana, sin embargo, el éxito es algo secundario, para ella lo que realmente tiene valor es disfrutar en el trayecto hacia metas altas pero realistas, siempre acordes a sus capacidades y posibilidades.

Experimenta satisfacción con cada pequeño paso que da, por insignificante que parezca, incluso cuando el resultado no es el esperado. Da más valor al mero hecho de haberlo intentado y a lo que ha aprendido haciéndolo, que al resultado en sí mismo.

Trabaja para alcanzar el objetivo deseado, pero si no lo consigue, no se siente insatisfecha ni ansiosa (aunque experimente temporalmente cierta tristeza y frustración), ya que sabe que lograrlo le provocará alegría o placer pero no le proporcionará la verdadera felicidad.

La persona con ambición sana apuesta por la competitividad constructiva, esto es, por  la superación de uno mismo sin perjudicar a nadie.

Por último, la persona sin ambición es aquella que establece metas extremadamente bajas porque, aunque posea las habilidades necesarias y todo esté a su favor, se percibe a sí misma como una perdedora incapaz de conseguir lo que quiere en la vida.

Ante la más mínima dificultad se desanima y tira la toalla porque percibe la situación como incontrolable, aunque no lo sea.

No se considera dueña de su vida y es incapaz de tomar las riendas de la misma. Piensa que todo está predeterminado de antemano y que no puede hacer nada para influir en su futuro, puesto que su vida está en manos de la suerte, de los demás, de fuerzas sobrenaturales, del destino… Asume siempre la responsabilidad de todo lo malo que le sucede pero nunca de lo bueno.

Piensa que no merece la pena ni siquiera intentar las cosas porque está convencida de que siempre fracasará y de que nada puede hacer para que no sea así. Con esta forma de pensar derrotista, no es de extrañar que estas personas apenas tengan metas en la vida. 

Es evidente que lo saludable no es la ausencia de metas ni tampoco la lucha por conseguir algo inalcanzable que creemos necesitar para ser felices, sino trabajar desde la serenidad y disfrutar mientras caminamos hacia aquello que deseamos. Además, este es el modo más acertado de obtener los mejores resultados, ya que la fuerza del disfrute es infinitamente más potente que la fuerza de la obligación.

Un abrazo,

Pilar

11 comentarios:

  1. Pilar, me ha encantado tu artículo. Ya Albert Ellis en su filosofía TREC nos decía que ni todo nos viene determinado, es decir, que no existe un determinismo religioso, científico (tipo Pavlov o Skinner), económico, etc, ni el ser humano es completamente libre a lo largo de su vida. Hay cosas que cada persona tiene que asumir y que no puede cambiar simplemente porque está en una sociedad dada. La psicología cognitiva nos enseñó antaño a aceptar filosóficamente nuestras adversidades, nuestros problemas, que todos en mayor o menor medida alguno tenemos en mente, y Rafael Santandreu en Las Gafas de la Felicidad nos enseña a "aceptar" alegremente nuestra vida, con nuestros condicionantes y nuestras libertades. Un abrazo desde aquí también en Madrid.

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  2. La reflexión es muy interesante.
    Algunas afirmaciones las encuentro algo simplistas. Supongo que será porque no se pretende abarcar un estudio profundo al respecto.
    Si no es así, entonces yo tendría que considerarme un bicho raro. Jajajaja.
    Cuando era un adolescente de unos 14 años, vivía solo y decidí coger las riendas de mi vida trazando un plan, con unos objetivos que entonces me parecían muy difíciles. Con esfuerzo y dedicación rebasé ampliamente los objetivos que me había marcado.
    Después, las responsabilidades familiares y el exceso de comodidad, junto con la idea de que ahora tocaba disfrutar de lo conseguido; hizo que mis objetivos posteriores fueran muy poco ambiciosos, casi inexistentes. Más bien, se trataba, y se trata, de cierta indolencia atenta, para aprovechar solo las ocasiones y abordar las oportunidades que surgen más interesantes y estimulantes. Más adelante llegué a la conclusión que tenía tanto que no podía optar a mucho más que fuera realmente de verdadero interés para mí, con lo que cerré el círculo de muy baja ambición.
    Reconozco que, en ocasiones, considero que puedo y debería hacer más cosas, especialmente por los demás, pero como no veo demasiado interés en los demás, prefiero hacer algo, pero sin obsesionarme. Lo que en mi opinión necesita más la gente es una guía y orientación de pequeñas y grandes cosas, para no meter tanto la pata y realizar tantas acciones u omisiones contra sí mismos, pero no suelo obtener muchos resultados prácticos. En parte porque no me entienden, en parte porque no saben o no se atreven y en buena parte porque mucha gente prefiere que no se les explique cómo pescar, sino que se les facilite el pescado ya cocinado y, a ser posible, que puedan quejarse de la calidad del pescado o las dotes culinarias.
    En fin que, según mi experiencia, a pesar de que actualmente soy una persona casi sin ambición, no me veo reflejado en la explicación:
    Establece metas extremadamente bajas porque, aunque posea las habilidades necesarias y todo esté a su favor, se percibe a sí misma como una perdedora incapaz de conseguir lo que quiere en la vida.
    Re: Al contrario. En mi caso me percibo como ganador y completamente capaz de conseguir muchas cosas, pero ya tengo casi todo lo que quiero y lo que no tengo no es suficientemente importante para esforzarme demasiado.

    Ante la más mínima dificultad se desanima y tira la toalla porque percibe la situación como incontrolable, aunque no lo sea.
    Re: Normalmente es al contrario. Debo hacer esfuerzos para no convertir en una guerra cada pequeña batalla, porque creo que lo puedo ganar casi todo. 

    No se considera dueña de su vida y es incapaz de tomar las riendas de la misma. Piensa que todo está predeterminado de antemano y que no puede hacer nada para influir en su futuro, puesto que su vida está en manos de la suerte, de los demás, de fuerzas sobrenaturales, del destino…Asume siempre la responsabilidad de todo lo malo que le sucede pero nunca de lo bueno.
    Re: Todo lo contrario. Muy precozmente fue la decisión más importante de mi vida. Comprender que no me interesaba depender de los demás y que solo yo debía ser el responsable de mis decisiones y acciones. Soy responsable de todo lo bueno que me pasa y también, de algunas cosas menos buenas. ;-)

    Piensa que no merece la pena ni siquiera intentar las cosas porque está convencida de que siempre fracasará y de que nada puede hacer para que no sea así. Con esta forma de pensar derrotista, no es de extrañar que estas personas apenas tengan metas en la vida.
    Re: Todo lo contrario. No me merece la pena, porque los objetivos importantes ya los he conseguido y, los demás, no se merecen un esfuerzo demasiado considerable, para mis habilidades.

    Muchas gracias por tan enriquecedoras y estimulantes reflexiones.

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  3. Santos.... ¿no crees que estás atado a tu triunfo?

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  4. Tal vez David, pero es lo que hay. Me estimulan muchísimas cosas, soy muy curioso y tengo ambición de cultura y conocimientos, pero nada lo suficiente para complicarme demasiado la vida, ahora que la disfruto, cada día.
    Creo que lo más importante es conocernos bien a nosotros mismos y saber valorar qué batallas nos interesan librar. Creo que ninguna que nos complique demasiado la vida, especialmente si conocemos otros atajos o caminos por los que vivir y dejar vivir.

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  5. Santos, en un reciente artículo del 24 de junio sobre sabidurías orientales no duales, Xisco, otro colaborador del blog y yo debatíamos sobre unidad y dualidad en la esencia del ser humano, concrétamente con lo que respecta al taoísmo de Lao Tse. Voy a dejarte un consejo de uno de los grandes filósofos de esta filosofía, a saber: "para Lao Zi, las virtudes morales que propugnaba la escuela de los letrados eran manifestaciones del malestar social; y los valores intelectuales y culturales, las causas de ese malestar: alejan del tao porque implican dispersión y complicación. Para volver al tao (unidad) es necesaria la concentración de las facultades, la unificación y la armonía".

    Y el taoísmo maneja otro concepto de virtud (te) diferente al de las religiones. Está plasmado en estos versos:

    ¿Pueden tus almas abrazar la unidad,
    sin llegar a separarse?
    ¿Puedes concentrar tu hálito hasta la suavidad,
    (como) el recién nacido?
    ¿Puedes purificar tu espejo oscuro,
    dejándolo impoluto?
    ¿Puedes amar al pueblo y gobernar un señorío
    prescindiendo de la acción?
    ¿Puedes abrir y cerrar las puertas celestes,
    actuando como la hembra?
    ¿Puedes intuir cuanto te rodea
    prescindiendo del conocimiento?
    Genera y nutre (los seres),
    los genera sin tenerlos por suyos,
    los realiza sin ufanarse,
    les da crecimiento sin domeñarlos;
    eso se dice de la virtud oscura.

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  6. Gracias por la información David.
    Desgraciadamente mi nivel de sofisticación intelectual es insuficiente para acceder al debido conocimiento, asimilación y concreción de estos consejos de Lao Zi.
    No tengo alma alguna. Si entiendo alma como una cierta parte de mi personalidad sí que puedo abrazar la unidad, sin separarme. De hecho creo que es lo hago habitualmente. No sé si con el debido acierto. Y siempre me ha llamado la atención la ambivalencia con que actuamos las personas.
    La respuesta a las demás preguntas es que no puedo hacerlo o no la entiendo suficientemente.

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  7. La ambición desmedida es terrible. Sin embargo la mayoria de la personan tienen poca ambición y eso puede notarse en sus logros.
    Un poco de ambición mejora la vida de las personas y les da ánimos para vivir. Quien tiene una meta tiene algo porque vivir. Quienes no tienen nada por lograr muchas veces son infelices y muchos se suicidan. Una ambición sana es vida.

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  8. Pues a mi el termino ambición no me gusta. Lo cierto es que la mayoría de la gente tiene demasiada ambición y claro..... así nos va. La ambición es la madre de la necesititis, de llenarnos la mente de "necesitos" absolutistas y perturbadores. Con esta ambición más del 10% de la población se pone a tomar ansiolíticos y antidepresivos. Fuera la ambición y nos curaremos con un poco de empatía, entre todos, de los males que nos aquejan de la salud mental. Como bien dice David Burns, uno de los mejores psiquiatras de todos los tiempos, el secreto de la felicidad está en tener "pequeñas" metas. Y si las conseguimos bien, y si no también.

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  9. Como nos han enseñado Albert Ellis y Rafael Santandreu probad a hacer el siguiente ejercicio de Imaginación Racional Emotiva (IRE): nos imaginamos como un mendigo, nos quitamos de encima todas nuestras ambiciones. Sabemos que lo único que necesitamos es la comida, la bebida y un cobijo, y eso lo tenemos garantizado en el albergue de los mendigos. Así es como se nos quita el malestar, las ganas de suicidarnos, y la mente vuelve al estado racional de "deseos" legítimos.

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  10. El joven Akira era el encargado de ir a buscar el agua fresca que se bebía en la casa-escuela del maestro Oé. Todas las mañanas acudía a la rica fuente que nacía al pie de la colina, a veinte minutos de distancia. Para la tarea, se había hecho con dos grandes vasijas de barro que mantenían el agua fresca todo el día. Los dos botijos colgaban de los extremos de un recio palo que, colocado a lo largo del cuello, le permitía llevar hasta trece o catorce litros sin mucho esfuerzo.
    Pero resulta que una de las vasijas tenía una grieta por la que se escapaba parte del agua y, al final de cada trayecto, sólo llegaba la mitad del contenido.
    Durante los dos últimos años, ésa había sido la dinámica: Akira iba temprano a la fuente, llenaba los dos recipientes y regresaba sólo con una vasija y media de agua.
    El botijo perfecto estaba muy orgulloso de sus logros; durante todo ese tiempo había llevado todo el agua que le permitía su contenido. Pero el botijo roto estaba triste y avergonzado de su propia imperfección, ya que era consciente de que sólo conseguía cumplir con la mitad del cometido para el que había sido creado.
    Después de aquellos dos años de trabajo, la vasija rota ya no resistió más la presión y alzó la voz para decir:
    - ¡Estoy tan avergonzado!
    Akira volvió la cabeza hacia su izquierda, vio gemir a la pobre cerámica, y preguntó:
    - ¿Vergüenza de qué, amigo mío?
    - Durante todo este tiempo, no he sido capaz de llevar bien el agua hasta la casa del maestro. ¡Qué desperdicio! Por culpa de mis defectos, he echado a perder parte de tu trabajo –se quejó el botijo.
    Akira sonrió amablemente y dijo:
    - No digas eso. Ahora llegaremos a la fuente y os llenaré de agua, y quiero que te fijes en lo hermoso que está el camino de vuelta a casa.
    Cuando llegaron a la fuente, el botijo dejó que le metieran el agua y, una vez sobre los hombros de Akira, empezó a mirar a su alrededor, tal y como le habían indicado.
    - El camino está precioso – dijo el botijo.
    - A mí también me gusta. ¿Ves las hermosas flores que bordean la cuneta? – preguntó Akira.
    - ¡Oh, son bellísimas! –exclamó el recipiente.
    - ¿Te has dado cuenta de que sólo hay flores en esta vera del camino? Durante estos dos años, he plantado semillas en este lado porque sabía que crecerían las flores gracias al agua que tú derramabas cada día – señaló el joven.
    - ¿Es eso cierto? –preguntó el botijo, emocionado.
    - Sí. Gracias a eso, durante estos años he gozado de estas flores en los paseos matutinos y no sólo eso, he podido decorar con flores la mesa del maestro. ¡Mi querido amigo, si no fueras como eres, ni el señor Oé ni yo hubiésemos podido gozar de la belleza como lo hemos hecho!

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  11. En el taoísmo más antiguo de Lao Zi, en su libro Tao te king se dice lo siguiente sobre la ambición:
    la ambición es causa de desgracia personal y de ruina del señorío. Un soberano que sabe contentarse con los efectos que la virtud del curso (tao) produce en cuanto a orden, equilibrio y prosperidad, no deseará territorios mayores ni será objeto de codicia de los demás, de modo que no sufrirá los desastres de la guerra (sus caballos sólo servirán para producir estiércol). Y los beneficios que obtendrá de su conducta serán infinitos, como infinita es la virtud del curso (tao).

    Alguien recordará que Sadam Hussein provocó la primera guerra del golfo cuando invadió Kuwait. Todos conocemos su final. Ahora sí, os dejo con Lao Zi:

    Cuando se sigue el curso bajo el cielo,
    los corceles retirados sirven para estercolar.
    Cuando se pierde el curso bajo el cielo,
    los caballos de guerra nacen extramuros.
    No hay mayor desastre que el de no saber contentarse.
    No hay mayor yerro que el de codiciar.
    Pues
    el contento de saber contentarse
    es contento permanente.

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