domingo, 21 de noviembre de 2010

¿QUIÉN ES TU MAESTRO ZEN?

Esta semana hablaba con mi querida María de un conflicto que tiene con una gran amiga suya, con la que además convive desde hace años. María se queja mucho de las "neuras" que tiene que aguantarle a Clara, que si "me riñe salvajemente cada vez que se enfada", que si "es muy injusta", etc.

María y Clara son grandes compañeras, la una es la familia de la otra, se apoyan, se quieren, se acompañan en la vida... pero también discuten amargamente y, a veces, hasta son la fuente de grandes quebraderos de cabeza, de fuertes ansiedades.

En psicología cognitiva trabajamos para evolucionar y volvernos personas más sanas y felices; también más fuertes. Y, en el ámbito de las relaciones: ¡podemos mejorar mucho! En concreto, podemos hacer que la relación de amigas como María y Clara se vuelva mucho más profunda y gratificante y que, prácticamente, desaparezcan los malos rollos que les asaltan frecuentemente.

Así, le dije a María:
- ¿Sabes? Yo creo que a Clara te la envía el cielo (o el universo o lo que sea) para que aprendas una lección. De hecho, creo que Clara es, en realidad, más que tu amiga. Es tu maestro zen.
- Ya, venga! Lo que me faltaba oír! -respondió María.
- Sí porque Clara con sus imperfecciones te pone el reto esencial de que descubras que necesitas muy poco para estar bien. Tu maestra Clara te está enseñando, sin darse cuenta, que no necesitas que "la gente te trate bien todo el tiempo", que "no necesitas justicia" todo el tiempo, que no necesitas "completa comodidad" todo el tiempo. La persona madura es aquella que se despoja de las necesidades con facilidad porque sabe que su bienestar no depende de "buenas palabras",  "justicia" o "comodidad", sino de ganas de vivir, ganas de aprovechar tu día, ganas de disfrutar de lo mucho que nos da la vida, al margen de todo eso que te quita tu maestro zen.
-Es que a veces es muy difícil aguantarla -decía María..
- Es difícil para ti porque eres débil... porque le das demasiada importancia a la comodidad, la justicia y las palabras amables. Son cosas interesantes, pero no tan esenciales. Tu maestro zen te pide que renuncies a ellas y aún así, estés contenta y sosegada. Así te harás más fuerte y positiva.

La buena de María comprendió al final de este diálogo y se prometió que intentaría aceptar las lecciones de su maestra, que, además, ¡es su mejor amiga!

Un abrazo!!

Rafael

1 comentario:

  1. Me suena lo de maestro zen..., es un ejemplo buenísimo, la verdad es que a mí nunca se me hubiera ocurrido ver de esta manera las cosas que nos va presentando la vida.... si tuviéramos un maestro zen no nos pondría las cosas fáciles porque su objetivo sería que creciéramos como personas y nos iría planteando dificultades que deberíamos resolver...

    A partir de ahora podemos pensar que las dificultades que nos va presentando la vida son oportunidades para practicar todo esto que estamos aprendiendo en este blog y por tanto son oportunidades para crecer. Y no sólo eso, sino que en vez de quejarnos podemos hacer el ejercicio de imaginarnos a las personas que a veces no nos caen muy bien o que nos ponen en situaciones comprometidas... como si fueran nuestros maestros zen que nos están poniendo a prueba para que apliquemos sus enseñanzas. Me gusta este ejercicio que propone Rafael, vamos a ponerlo en práctica a ver que pasa no?.

    Un beso a todos,

    Mónica

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