sábado, 13 de diciembre de 2014

REFLEXIONES DE PILAR G: LA TRISTEZA


Cuando en la vida se nos presentan situaciones que van en contra de lo que deseamos, lo normal es sentir tristeza, lo extraño sería que, en esas circunstancias, permaneciéramos impasibles.

La tristeza, como cualquier otra emoción sana, tiene una importante función adaptativa y nos motiva para actuar de manera constructiva y eficaz.

Otra cosa bien distinta es sentir depresión, esta emoción insana nos bloquea e interfiere en la resolución de problemas y en la toma de decisiones.

En las épocas en las que estamos más neuróticos, lo que sucede es que nos afecta mucho más lo que nos pasa porque tendemos a exagerarlo negativamente, incluso podemos experimentar malestar emocional sin ningún motivo aparente, entonces lo que terribilizamos es el hecho de sentirnos mal por nada.

Cuando nos ocurre esto solemos pensar: “Soy un imbécil por sentirme así de mal, esto no les sucede a las personas normales. No puedo soportar este malestar, es terrible, estos pensamientos irracionales hacen que nos deprimamos todavía más.

Somos mucho más que nuestros pensamientos, nuestras conductas o nuestras emociones, por lo tanto, nuestra valía personal no va a depender de si estamos tristes o alegres, así que no tenemos que autodespreciarnos cuando nos sintamos mal.

Una de las neuras más absurdas, sobre todo si tenemos en cuenta nuestra tendencia biológica a la neurosis, es exigirnos estar siempre alegres y de buen humor. Es completamente normal que cualquier persona, por muy fuerte que sea emocionalmente, tenga esos momentos de “bajón”.

Como comentaba en un post anterior, cuando sentimos un dolor físico, es mejor no lamentarnos por ello porque entonces lo amplificaremos, sin embargo, si lo aceptamos, conseguiremos que la intensidad del dolor disminuya considerablemente.

Con el malestar emocional podemos actuar de la misma forma que con el dolor físico, es decir, no dándole importancia y viéndolo como  algo normal y pasajero. De hecho, cuanta menos relevancia le demos, antes pasará.

Es evidente que sentirse muy triste, no es agradable, pero no es algo horrible, hay cosas muchísimo peores. Y tampoco es insoportable, ya que a pesar de ser incómodo o molesto, podemos hacer cosas provechosas en nuestra vida. 

Cuando estamos tristes intentamos no hacer cosas como asistir a reuniones familiares o salir de copas con los amigos, pero es importante no evitar aquello que no nos apetece hacer, porque si evitamos estaremos terribilizando el hecho de estar tristes. Es mucho mejor meter la tristeza en el bolsillo y hacer todas nuestras actividades habituales, seguramente las realizaremos de manera distinta pero no menos valiosa que si estuviésemos alegres.

También podemos aprovechar el lado positivo de la tristeza, puesto que es un estado que favorece la expresión artística en cualquiera de sus ámbitos.  A lo largo de la historia del arte, de la música y de la literatura, podemos encontrar infinidad de hermosas creaciones cuya fuente de inspiración ha sido la tristeza.

Incluso si, por razones desconocidas, no tuviésemos una tristeza pasajera sino permanente que nos acompañara hasta el resto de nuestros días, tampoco sería tan terrible porque siempre podríamos encontrar algo de lo que disfrutar. Seguro que todos recordamos momentos de apatía en los que hemos conseguido hacer cosas e incluso disfrutarlas.

En definitiva, no hay que terribilizar un hecho tan natural como sentirse triste de vez en cuando, porque aun en esos momentos podemos hacer cosas interesantes y valiosas.

3 comentarios:

  1. Pilar maravilloso este post, me ha encantado!!!!!
    Muchas gracias y un beso muy fuerte

    ResponderEliminar
  2. Hola!
    Tienes toda la razón, y además enlazo este post con otro reciente sobre el uso habitual de piscofarmacos en la sociedad ante la exigencia actual de estar siempre bien.
    Pero también pienso: si estoy pasando una temporada de tristeza, si estoy de bajón... ¿Por qué obligarme a mi misma, exigirme a hacer algo si realmente no me apetece? Me puedo permitir no asistir a esa cena que no me apetece... No perdiendo la perspectiva, ni abandonándome a la tristeza, y siempre que lo que deje de hacer suponga un "auto-mimo". Lo que quiero decir es que abandonemos también la autoexigencia, porque a veces los bajones, nos están pidiendo que bajemos el "ritmo" y dediquemos más tiempo a nosotros mismos.
    Saludos y gracias por escribir!

    ResponderEliminar
  3. ¡Hola María José!
    Evitar hacer cosas por la incomodidad que supone hacerlas con tristeza, cansancio, vergüenza, dolor..., hace que cada vez evitemos más y toleremos menos la incomodidad. Aunque no estemos al 100%, podemos llevar a cabo todos nuestros planes perfectamente.
    Conviene no evitar porque así nos acostumbramos a tolerar la incomodidad que nos produce el malestar (físico o mental) y, en consecuencia, nos hacemos poco a poco personas más fuertes. Por eso es importante evitar evitar.
    Un beso.
    Pilar

    ResponderEliminar