miércoles, 6 de julio de 2011

HISTORIAS DE UN DOCTOR QUE AMA LA VIDA

Éste es un relato real de un nuevo colaborador de EDF. Como veréis, es médico (muy bueno) y también sabe mucho de psicología. Hace no mucho tuvo varias operaciones de corazón que le dieron un buen susto, pero ya se encuentra en plena forma. Su problema de salud le ayudó a enfocar la vida de una forma más sana y realista.


Hace unos días recibí una cajita dorada con una docena de bombones cuadrados en el lugar donde recibo la correspondencia. Una nota acompañaba el obsequio “Estamos muy contentos de que haya vuelto”.


 Era Cati, una mujer suiza de 66 años, esposa de Luis. Hace tres años diagnostiqué a su marido de un glioblastoma cerebral, un tumor maligno cerebral sin cura. Hablamos mucho del tema los tres y al final decidió no seguir ningún tratamiento y continuar la historia natural de la enfermedad. Quiso informarse de los síntomas que podía padecer y le garanticé que todos se podrían tratar. El tratamiento quirúrgico no mejoraba la supervivencia y ni mucho menos la calidad de vida, al revés.


 Uno puede decir con total lucidez que quiere morirse dignamente en casa, lo que a veces ignora es lo que transfiere a los cuidadores.


 Luis se fue deteriorando, y la enfermedad le fue mermando. Cati acudía a menudo a la consulta para asegurarse de que estaba haciendo lo correcto y para compartir el proceso.


 Cuando Luis se encamó, le visitaba dos veces por semana en su casa. Cati estaba muy agradecida. Cuando el estado de consciencia de Luis fue disminuyendo, Cati ya no tenía fuerzas para movilizarle.


 Apareció su hija. Acababa de parir hacía quince días. Ana es enfermera en Berna. Es delgada, enjuta con un escote huesudo , unos hombros fibrados y unos brazos llenos de venas. Tiene en el rostro un hemangioma, una malformación vascular que le da un aspecto rojo vinoso que se extiende a la mitad de su rostro. Cuando la lesión coincide con los labios éstos se dimensionan dando un aspecto caricatutesco a su perfil.


 Ana me enseñaba como movilizaba a su padre en la cama a modo de demostración. Se ponía incorporada de pie encima de la cama y con una especie de movimientos sincronizados, entre medio del del tai-chi y el judo, hacía rodar y desplazaba el cuerpo de su padre como si fuera una peonza sin esfuerzo aparente. La presencia de Ana fue una vacuna para mí contra el “trastorno por compasión” que aparece en el momento menos pensado a los cuidadores y te bloquea con el peligro de abandonar a quien más lo necesita en el peor momento.


 Cuando Luis empeoró empecé a subir las dosis de los fármacos que le daban confort hasta que murió en casa, con su familia.


 Cuando recibí la caja de bombones busqué el teléfono de Cati y le agradecí su detalle. Le pregunté cómo estaba, ella sabía que le estaba hablando de Luis. Me dijo que bien que un día, que un día vendría a saludarme.


 Hoy la última consulta del día ha sido la de Cati. No me lo podía creer. Repasando su historia clínica constaba que hace 16 años, a los 50, le cambiaron las dos válvulas cardíacas, como a mí. Ni me acordaba.


 Un día miré lo que había en foros de valvulópatas, anticoagulados, cardiópatas y me dí cuenta de que no era lo mío, con todos los respetos. Nunca había hablado con nadie como yo, pensaba que no existían.


 En medio de la consulta le he pedido a Cati si podíamos hablar de la situación que teníamos en común. Se han invertido los papeles, desencuadre técnico total. Le he confesado a Cati que pasé mucho miedo, mucho, que nunca hubiera imaginado que volvería a estar como ahora, que me preocupaban los anticoagulantes que, que, que….


 Ella se reía, me dijo le pasó lo mismo, que ya hace 16 años de la intervención y que han sido los mejores de su vida. Y que no pasa nada.


 Nos hemos comparado las cicatrices del escote a ver quien la tenía más bonita. Le dije que me inquietaba mucho el ruidito de las válvulas por la noche cuando se desacompasaban con la cantinela del segundero del despertador. Cati me dijo que el ruidito de las válvulas le sirvió a ella como remedio infalible para adormecer a sus nietas cuando las tenía en brazos y las apretujaba contra su pecho. También me contó una situación divertida en el ascensor. Un vecino le comentó: “Hace mucho ruido su reloj” y ella contestó  “Es que es llevo un Swatch!!”. Imagínate lo que significa para un suizo, doble sentido del humor!!!.


 No he perdido la oportunidad de hablar de Luis. Me dice que le ha incorporado los buenos recuerdos a su vida cotidiana. Cuando habla con sus hijas a veces comentan a propósito de alguna anécdota que Luis les está viendo. Y se ríen. “Pero no sé si soy yo quien sigue atada a Luis o es él quien está más atado a mí. En algunos momentos he de desprenderme y seguir adelante.”


 Cati siempre está al lado de sus hijos y les anima a seguir con sus palabras y con su ejemplo.


 Cuando nos hemos despedido, mientras salía con la puerta entreabierta se ha dirigido a mí sin detenerse “ Ah!! , recuerde, si algún día necesita un médico llámeme, jajajaja!!!”. “No dude que cuento con usted” le he contestado.


 Era la última visita y después de cinco horas y media ya no quedaba nadie más. Me he sentado apoyando los brazos sobre el teclado y he hundido mi cabeza entre ellos para cerrar los ojos para pensar, para sentir. Para llorar mucho, mucho, de pura felicidad, todo el rato que me ha dado la gana.


 La vida es emocionante, lo mejor aparece de forma inesperada. Ser feliz puede ser más fácil de lo que parece. Pero cuesta tanto darse cuenta.....


 Un abrazo a todos,
Gabriel

1 comentario:

  1. Realmente Gabriel eres un gran médico..., muchas veces cuando nos encontramos enfermos y vamos al médico lo que echamos de menos es una palabra de cariño, de comprensión, de amor, una voz amiga... a veces nos dicen ves a tal médico que es el mejor en.... y vamos y sí, quizás es el mejor en hacer un buen diagnóstico, el mejor en escoger el tratamiento correcto... pero es todo tan y tan frío que parece que en vez de personas humanas fuéramos piezas de una fábrica... Cómo se agradece una voz de cariño y de tranquilidad antes de que te hagan una prueba complicada o al conocer un diagnóstico con no muy buen pronóstico... para mí el gran médico no es el mejor cirujano sino el gran médico es el que es capaz de trabajar lo mejor que puede y que además da mucho amor a sus pacientes. El cariño y la comprensión son el mejor antídoto ante cualquier enfermedad o ante cualquier tratamiento por duro que sea... yo siempre he dicho que tenemos muy buenos profesionales en sanidad, pero buenos médicos y enfermeras que también tengan mucha psicología con sus pacientes pues creo que no hay tantos...

    Bravo Gabriel por demostrar ese cariño hacia Cati y hacia su marido, es curioso verdad?, el hecho de abrirse y dar amor a una paciente ha hecho que también tengas la oportunidad de aprender grandes cosas de ella... que de otra manera te habrías perdido.

    Un beso y espero que sigas escribiendo posts en nuestro blog tan emotivos.

    Mónica

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