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domingo, 30 de octubre de 2016

REFLEXIONES DE MÓNICA SIMÓN: UN ARTÍCULO DE IRENE ORCE SOBRE LA ENFERMEDAD DE ESTAR OCUPADOS...


Hola amigos!!! hoy os dejo con un artículo de Irene Orce que me parece genial puesto que nos conecta con lo que nos pasa muchas veces, ese afán que tenemos de tener todo nuestro tiempo ocupado... ahí van las reflexiones que nos hace Irene os animo a leerlas!!

Un fuerte abrazo a todos!!

Mónica

"La enfermedad de estar ocupado" de Irene Orce:

“Nadie está tan ocupado como para no encontrar tiempo para contarle a todo el mundo lo ocupado que está”, Robert Lemke

En el mundo veloz y exigente en el que habitamos, estar ocupados se ha convertido en un estilo de vida que suma cada vez más adeptos. El día a día divide nuestra atención en decenas de esferas distintas. Un universo formado por pequeñas acciones, decenas de recados y trabajo a destajo, sin olvidar la constelación de la familia, el planeta de los hijos, el de la pareja y los amigos, entre muchos otros. Cada una de estas singulares esferas requiere un determinado y particular mantenimiento. Es necesario cuidarlas, mimarlas y preservarlas. Pero a menudo, las horas no nos alcanzan para atenderlas a todas como nos gustaría. Inevitablemente –y a menudo inconscientemente- priorizamos

Pero aún así, como buenos adictos a los estímulos perennes, solemos llenar nuestra agenda más allá de lo saludable y lo razonable. El resultado es tan ineludible como nuestro nivel de desgaste, que se traslada a todos y cada uno de los ámbitos de nuestra vida.

Lo cierto es que, aunque nos cueste reconocerlo, no siempre podemos llegar a todo. Pero seguimos intentándolo, haciendo de la ceguera y la terquedad nuestra particular bandera. A menudo terminamos corriendo de un lado para otro, watsappeando con el smartphone mientras nuestra mirada se pierde en la pantalla del ordenador, sin olvidar el constante murmullo de la televisión como telón de fondo. Vivimos en la era de las pantallas. Nos hemos acostumbrado tanto a fragmentar nuestra atención que un solo estímulo ya no resulta satisfactorio. Necesitamos varios a la vez. Esta realidad es un síntoma claro de que no estamos mentalmente donde estamos físicamente. Vivimos en la ilusión del futuro o el recuerdo del pasado, buscando siempre una intensidad que parece no existir en el presente.

Según el diccionario, ‘estar ocupado’ y ‘ocupar’ se definen como “llenar un espacio o tiempo”, y también “tomar posesión, apoderarse de algo, especialmente si se hace de forma violenta”. Así, podríamos decir que conquistamos nuestra vida a golpe de multitarea. No tomamos prisioneros, nosotros asumimos ese título como si de una honrosa corona se tratase. Tenemos demasiado que hacer, demasiados lugares a los que ir, demasiadas personas a las que atender. Tratamos de ganar tiempo restando atención. Y eso nos lleva a pasar de puntillas por casi todo lo que nos sucede, a rozar la superficie sin jamás llegar a la profundidad. En este proceso, nos olvidamos de la única persona con la que convivimos el cien por cien de nuestro tiempo: nuestro hogar, la estrella original de nuestro particular universo. Estamos demasiado ocupados con lo que sucede en el exterior para prestar tiempo a lo que pasa adentro.

Conducir sin rumbo

“El papel natural del hombre del siglo XX es la ansiedad”, Norman Mailer


Somos como taxis, conduciendo afanosos en una gran ciudad. Nunca viajamos solos, siempre nos acompañan nuestros pensamientos. Y no siempre resultan pasajeros agradables. Mientras tratamos de llegar a nuestros múltiples destinos somos esclavos del ruido, la acción, los obstáculos y los atascos. Eso sí, encontramos tiempo para colgar en Twitter o en Facebook todo aquello que pasa tras la ventanilla. Maquillamos nuestra vida a click de red social, y nuestra verdadera cara queda enmascarada y alienada en el proceso. En nuestro interior habita esa vocecita, siempre impaciente y glotona, que nos susurra: “¡Hay tanto por hacer, tanto que ver…sólo un poco más!”

Pero para lanzarnos de cabeza a la aventura primero es importante saber qué nos mueve a emprenderla, qué necesitamos y esperamos obtener de ella. Y es que la serenidad, la estabilidad y la profundidad rara vez van de la mano del exceso, bien sea de estímulos o de tareas. Todos tenemos obligaciones y responsabilidades con las que cumplir, pero eso no tiene por qué ser incompatible con dejar espacio al silencio. El disfrute –propio y ajeno- no sólo está en la imagen perfecta, estática y retocada de instagram. Eso es sólo una ficción efímera que denota que a menudo, nuestra atención está más enfocada a los demás que en nosotros mismos. Nos construimos en la comparación. Y eso, tarde o temprano, termina por pasarnos factura.

Nos agarramos a cualquier cosa que enmascare el dolor, el miedo, nuestra propia verdad. Muchos de nosotros vivimos vidas que poco o nada tienen que ver con quiénes somos en realidad. Y si no paramos, seguiremos tratando de difuminar el miedo a enfrentarnos a aquello que tememos llenando nuestros días de planes y nuestras noches de falta de sueño. Tapando la ansiedad a golpe de farmacología. Taxis siempre ocupados, revoloteando por la ciudad como mariposas, inconstantes y preocupadas por el brillo de nuestras alas. Sin preguntarnos con quién queremos conducir a nuestro lado, qué nos gustaría aportar al mundo, o qué necesitamos priorizar para llevar una vida que nos llene de verdad.

Transgénicos emocionales

“Si no tienes libertad interior, ¿qué otra libertad esperas poder tener?”, Arturo Graf


Lo cierto es que cuando estamos ocupados, los pensamientos nos dan tregua. Nos sentimos útiles. No en vano, estamos haciendo cosas. La oscura verdad es que, a menudo, preferimos estar ocupados a ser libres. Pero, ¿Desde cuándo estar ocupado es un sinónimo de éxito? Tal vez debamos redefinir la línea de meta. Si salimos de la vorágine, aunque sea solo por un momento, posiblemente nos demos cuenta de que estamos en la carrera equivocada. Eso no significa dejar de lado nuestras obligaciones, simplemente comprender que nuestra mayor responsabilidad es aprender a estar a gusto con nosotros mismos, sin estímulos que nos distraigan de nuestra realidad interior. Cultivar relaciones auténticas y satisfactorias no se logra a través de una pantalla. ¿Si no sembramos, qué esperamos recolectar?

Vivimos en la era de los transgénicos emocionales. Palabras bonitas, imágenes jugosas, promesas de eternidad. Pero semillas yermas. Es muy poco probable que una conversación que establecemos prestando un 10% de nuestra atención –siendo generosos- sea duradera, y menos aún  que resulte sustancial y sustanciosa. Menos es más…pero menos atención no da como resultado más satisfacción. Ni más amor. Ni más comprensión. Ni más aprendizaje. El nivel de desgaste que llegamos a alcanzar en nombre del estar ocupado acaba repercutiendo en todos los ámbitos de nuestra vida. “Hoy no puedo”. “Estoy muy liado”. “Voy a tope”. En estos momentos, tal vez valga la pena recuperar la sabiduría del refranero: “Quien mucho abarca, poco aprieta”. Estamos sobreexpuestos, y al igual que los negativos de una fotografía, corremos el peligro de quemarnos. Tratemos de recordarnos, de vez en cuando, que  lo contrario de estar ocupados es ser libres. Tal vez sea el momento de aparcar el taxi, dejar las pantallas dentro… y simplemente, salir a pasear.


lunes, 24 de septiembre de 2012

REFLEXIONES DE MÓNICA: LAS TEMIDAS 7:30

Hola a todos, hoy quería compartir con vosotros un tema que me ha preocupado mucho estas últimas semanas, y me ha preocupado mucho de manera muy absurda como veréis a continuación. Ahora la verdad que me resulta hasta cómico!

El hecho es que yo llego tarde a todos los sitios, sí, así es. Cuando Rafael lea este post alucinará porque creo que una de las pocas veces que he sido súper puntual era cuando hacía terapia con él. Ah!, en las tertulias también soy puntual!!

Mis amigos, familiares.... ya saben que yo soy súper impuntual  y demuestran tener mucha paciencia conmigo... hasta el punto que ya cuentan con mi impuntualidad a la hora de fijar las citas y si quieren quedar a las 11:00 pues a mí me dicen de quedar a las 10:30... je, je... menuda paciencia... Familiares y amigos me aceptan así, con mi impuntualidad. Pero hace un par de semanas en el trabajo cambiaron el horario con las instrucciones también, de que se iban a poner muy estrictos con el tema del horario y, que minuto que se llegara tarde lo iban a descontar de la nómina. Hasta ese momento habían sido flexibles y nunca se habían metido con la puntualidad si al final hacías las horas establecidas.

La verdad es que no soy impuntual a conciencia, no sé, responde a una mala organización del tiempo, pero ni mucho menos yo quiero ser impuntual. El hecho es que con mi nuevo horario la entrada es a las 7:30 de la mañana, ni un minuto más ni un minuto menos.

Pues bien, no veáis el estrés que he llevado estas dos semanas con la historia del horario. A mí misma me ponía la exigencia brutal de que o sí o sí a las 7:30 tenía que entrar y como lo veía tan difícil pues aún me metía más presión. Es una combinación del "tengo que", en este caso "tengo que entrar a las 7:30" y el "no voy a poder, es imposible". La suma del "tengo que" + "no voy a poder"= ANSIEDAD. Lo que ocurre cuando tenemos emociones exageradas ante un acontecimiento es que nos bloqueamos y entonces, no podemos pensar con claridad y mucho menos de manera racional. El hecho es que durante esas dos semanas hasta incluso he dormido mal!!!, me iba a la cama con la presión de que me tenía que levantar pronto y espabilar en dormirme porque era intolerable llegar tarde... Resultado: No me podía quedar dormida!!!, y me dormía a las tantas..., eso sí, he llegado todos los días a las 7:30... hecha polvo pero a las 7:30.

Cuando tienes ansiedad no ves las cosas con claridad, lo mejor es dejar que se pase y nosotros seguir con nuestro trabajo, con nuestros deberes racionales: Lecturas, reflexiones... así cuando la ansiedad baja somos capaces de cuestionar nuestras irracionalidades y machacar nuestras exigencias.

En mi caso todo se rebajó cuando hice la siguiente reflexión profunda: En el fondo no es tan importante entrar a las 7:30, ser impuntual no es tan grave, lo peor que podría pasar es que me llamaran la atención en mi trabajo, me rebajaran el sueldo por mi impuntualidad o bien me echaran. Pues bien, ninguna de esas circunstancias es tan grave. Ya sé que me podéis discutir lo siguiente: Tal y como está el trabajo hoy en día no se está para hacer el tonto... sí, tenéis razón, pero elevar el llegar a las 7:30 como si fuera una cuestión de vida o muerte es muy irracional. Además elevando a este súper grado de importancia esta circunstancia lo que consigo es boicotear mi objetivo de llegar puntual (ponerme nerviosa, dormir mal...). Si nos metemos presión lo que conseguiremos es tener ansiedad que además de ser incómoda no nos va a ayudar.

Es bueno intentar llegar puntual, claro que sí, pero si no se consigue no pasa nada, no se va a acabar el universo, ni mucho menos!!! Fue hacer esta reflexión y me liberé de toda presión, las cosas se intentan y si no se consiguen pues tranquilidad!!!!, no somos perfectos y con nuestras imperfecciones nos tenemos que aceptar, claro que sí!!!

Paralelamente a esto trabajé las cosas buenas que tiene entrar a las 7:30, en un principio no veía nada bueno, pero me esforcé un poquito y lo acabé viendo: Si entro pronto puedo salir antes, puedo ver el despertar de la ciudad que es  muy bonito, circular en Barcelona con la moto a esas horas es súper tranquilo, veo la ciudad desde otra perspectiva... Con esto quiero decir que si nos esforzamos somos capaces de ver las cosas buenas de los acontecimientos que se nos presentan, o como mínimo, mantenernos neutros sin emociones exageradas.

Venga, a esforzarnos en ver la parte positiva y en quitar importancia a las cosas que nos suceden. Hay que esforzarse un poquito y, así todos los acontecimientos los podremos girar. En mi caso se trata de intentar entrar a las 7:30 pero con alegría!! y si no, pues entrar a las 7:45 pero también con alegría!!!

Un beso a todos,

Mónica

domingo, 7 de noviembre de 2010

REFLEXIONES DE MÓNICA: ¿ENTENDEMOS BIEN EL TIEMPO?

En la “Escuela de Felicidad” se hace referencia a los discursos del jefe samoano Tuiavii de Tiavea, estos discursos fueron recogidos por el artista alemán Erich Scheurmann. En uno de esos discursos el jefe samoano se sorprende de cómo los hombres blancos (papalagi) entendemos el tiempo...

“Hombres y mujeres e incluso niños demasiado pequeños para caminar, llevan una máquina pequeña, plana y redonda bajo sus vestidos, atada a una cadena de metal pesado, colgada alrededor del cuello o la muñeca, una máquina que les dice la hora. Cuando este ruido del tiempo pasa los papalagi se lamentan: Terrible, otra hora se ha esfumado!!, y , entonces, como norma, ponen una cara sombría, como la de alguien que vive una gran tragedia. Sorprendentemente, porque inmediatamente después comienza una nueva hora. Nunca he podido comprender esto pero creo que debe ser una enfermedad. Lamentos comunes entre la gente blanca son: el tiempo se desvanece como el humo, o el tiempo corre, dame un poco más de tiempo...

En Europa hay poca gente que tenga realmente tiempo. Tal vez nadie. Por eso la gente corre por la vida como una piedra lanzada. La mayoría camina mirando al suelo y balancean los brazos para llevar mejor el paso. Parece que piensen que un hombre que camina rápido es más valiente que otro que lo hace poco a poco... creo que el tiempo se les escurre de las manos como una serpiente deslizándose por una mano húmeda, sólo porque tratan de aferrarse a él. No dejan que el tiempo venga a ellos, sino que corren detrás con las manos abiertas. No se permiten malgastar el tiempo tumbados al sol. Siempre quieren mantenerlo en sus brazos, hacerle y dedicarle canciones e historias. Pero el tiempo es tranquilidad y paz amorosa, gozo de descansar y de yacer imperturbable en una alfombra. Los papalagi no han entendido el tiempo y, por consiguiente, lo han maltratado con sus prácticas bárbaras... cojamos sus pequeñas y redondas máquinas del tiempo, pisémoslas y digámosles que hay más tiempo entre le alba y el ocaso del que un hombre normal puede gastar”.

¿Os sentís identificados con esta manera de entender el tiempo?, yo sí, desde que nos levantamos hasta que nos acostamos no paramos de correr, vamos a trabajar corriendo, comemos corriendo y vamos a recoger a los niños al cole o a hacer otras actividades corriendo. Cuando llegamos a casa también intentamos darnos prisa en arreglar todas las cosas para podernos ir a dormir rapidito... para estar preparados para correr al día siguiente... y les decimos cosas a los niños como éstas “Venga, venga a cenar deprisa..., corre, corre que hay que dormirse pronto..., no pueden ser las 10 y que todavía estés despierto...” ¿Parece una maratón no?. Estamos pendientes todo el día de esa máquina pequeña que describe el jefe samoano, pendientes del reloj... ¿y cuando disfrutamos?.

Pero en nuestras manos está el cambiar esta manera de entender el tiempo e intentar disfrutar un poco más de todo lo que hacemos durante el día. En “La Escuela de Felicidad” se menciona el movimiento slow y Carl Honoré dice “Detente, haz las cosas más despacio, organízate para hacer menos pero mejor, si te detienes aparece un tiempo de reflexión que hace replanteártelo todo”.

En nuestro trabajo, en las escuelas, en otras actividades... tenemos que cumplir un horario porque nuestra sociedad actual está establecida así, pero no hay que perder la perspectiva de las cosas. Hay que aprender a disfrutar más de nuestro entorno, de nuestra familia, de nuestros amigos, de nuestro trabajo... y eso no lo vamos a conseguir corriendo. Tenemos que dedicar más tiempo a lo más importante y dejar para después todo lo demás y lo único importante es nuestra capacidad de amar.

Hay que intentar aprender a ralentizar nuestra vida y a disfrutar más de lo que hacemos, aprender a detenernos.

En “La Escuela de Felicidad” Carl Honoré lo resume muy bien “No hay mayor pérdida de tiempo que desperdiciar una vida corriendo”.

Chicos!!, vamos a intentar que nuestro día a día no sea una maratón sino un paseo tranquilito y priorizar, cuando nos apetezca, el sacar tiempo para tumbarnos al solete como decía el jefe samoano, porque el tiempo es tranquilidad y paz.

Besos a todos,

Mónica