sábado, 2 de octubre de 2010

APOSTANDO FUERTE

Una mañana de invierno de 1940, un joven llamado Robert Capa empacó en la maleta su pequeña cámara compacta Kodak, una montaña de carretes nuevos y algo de ropa. En el bolsillo derecho de su americana, un pasaje para embarcar en un buque rumbo hacia la 2ª Guerra Mundial. Capa fue uno de los primeros fotógrafos de guerra de la historia del periodismo y un personaje maravilloso. Bien parecido, simpático, bebedor, valiente y, a ratos, hasta romántico, a este neoyorkino nacido en Praga le iba la aventura.

En el Día D, cientos de miles de jóvenes soldados norteamericanos se apiñaban en las barcazas anfibias camino de las playas de Normandía. El miedo les acompañaba al son de los estallidos de las bombas de las defensas alemanas. Muchos vomitaban el desayuno en el interior de aquellas tanquetas atestadas, pero nadie se quejaba por ello. Sus mentes no tenían tiempo para fijarse en esas minucias. Entre aquellos chicos, Capa revisaba tembloroso sus cámaras una y otra vez, como si el ritual de trabajo pudiese acallar el ruido atronador de los cañonazos enemigos.

Y, de repente, un golpe seco hizo temblar la tanqueta indicando que habían llegado a la orilla. El ruido era entonces atronador pero el sargento a cargo de aquel pelotón gritó todavía más fuerte: “¡Fuera, rápido! ¡Agrupación a veinte metros! ¡Todos, ya!”, y saltó al agua fusil en alto y de ahí a la playa corriendo con el corazón bombeando a toda máquina. Los muchachos salieron tropezando con la arena y la mirada fija en la espalda de su superior. La confusión ahí afuera era enorme: pelotones a la carrera por doquier, gritos, explosiones... Capa iba tras ellos e hizo como los demás, tirarse sobre el suelo a unos veinte metros y clavar la mirada en el cogote del sargento. En medio de aquel enjambre de balas, el sargento era el único talismán fiable, la única salida de aquel endiablado laberinto. Y, de nuevo, alzó la voz para decir: “¡Otra vez, en veinte metros, reagruparse detrás mío! ¡Ahora! ¡Ya!” Y como propulsado por muelles se lanzó duna arriba.

De los veinte chicos a los que acompañó Capa aquella mañana, sobrevivirían sólo dos. Al fotógrafo únicamente le dio tiempo a tomar algunas instantáneas de esos primeros metros de batalla antes de que le obligasen a volver en una tanqueta anfibia a uno de los barcos aliados. Eso sí: aquellas fotos ligeramente desenfocadas fueron los primeros testigos de la liberación de Europa. Al día siguiente ya estaban en la primera página de los rotativos de Londres y el mundo podía poner en imágenes la partida final de la guerra por la libertad de Europa.

Al llegar a Londres, Capa tuvo dos días escasos de permiso que empleó bien con su recién estrenada novia británica. Varias botellas de whisky después, ya estaba a bordo de un avión desde el que se lanzaría en paracaídas cámara en ristre, para seguir las siguientes evoluciones del ejército americano en Europa.

¿Qué tiene que ver la historia de Capa con un libro sobre psicología?, se preguntará el lector. Una sola cosa: Capa exprimió sus días, vivió intensamente. Apostó por jugar fuerte, sin temor y cabalgó sobre su destino, sobre su vida. Fue el mejor fotoperiodista de la historia, esposo de Gerda Taro, pareja de Ingrid Bergman y amigo de Heminway, decenas de otros grandes intelectuales y artistas, antes de morir en la guerra de Indochina a los cuarenta y un años de edad.

Una mente en forma, una vida emocionante


 

Capa es para mí un maestro de la vida. Hay muchos otros: el explorador Ernest Shackleton, el músico y escritor Boris Vian, el físico Stephen Hawkin, el superhéroe Christopher Reeve... Y de ellos hablaré en este libro porque estos hombres y mujeres son buenos modelos a seguir. Para el psicólogo cognitivo representan lo contrario a lo que combatimos, lo opuesto al malvivir.

Y es que el principal enemigo del psicólogo es lo que llamamos neuroticismo, es decir, el arte de amargarse la vida mediante la tortura mental. La depresión, la ansiedad, la obsesión son nuestros principales oponentes y cuando nos dejamos atrapar por ellos, lo que perdemos es la facultad para vivir plenamente. La vida es para disfrutarla: amar, aprender, descubrir... y eso sólo lo podremos hacer cuando hayamos superado la neurosis (o el miedo, su principal síntoma).

2 comentarios:

  1. Como tu bien dices, que felices podemos ser si dejamos de decirnos tonterias y cuanto tiempo invertimos en decírnoslas.

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  2. A partir de ahora después de cada conferencia que realice Rafael en Can Déu, se colgará en este blog un pequeño resumen sobre su contenido. De esta manera las personas que no puedan asistir a las conferencias podrán leerlas en este blog y los que asistimos podremos refrescar conocimientos en cualquier momento. El objetivo es que las conferencias no se acaben en Can Déu sino que continúen en el blog. Y es que todos siempre comentamos lo mismo, qué guays que son, pero que cortas se hacen!!!, está en nuestras manos enriquecernos mucho más creando un foro de discusión después de cada conferencia.

    Todos podremos participar y comentar aquello que más nos haya gustado, lo que nos haya emocionado, lo que no estemos de acuerdo, decir aquello que no nos hemos atrevido a decir en público, aprovechar para comentar aquel artículo del periódico o aquella entrevista de la tele que nos haya impactado y que puede estar relacionada con alguno de los temas que se han tratado, comentar lo que nos ha aportado la lectura de algún libro, o lo que nos ha costado leer aquel libro recomendado, compartir alguna experiencia personal… no tengáis reparo en escribir.

    Pensad que si transmitimos algún pensamiento irracional de esos muchos que tenemos… y que seguro que surgirán… ya estará Rafael ahí para corregirnos. Tenemos mucha suerte!!! . Cualquier aportación vuestra siempre será un gran aprendizaje para todos!!!, también podéis hacer difusión de este blog a amigos, compañeros de trabajo, familia…, puede ser de gran ayuda a mucha gente. Esa es la manera de que cada vez haya más gente racional en un mundo irracional. Sólo veo un problema y es que Rafa, quizás haya que buscar otra sala para hacer las conferencias porque no vamos a caber!!!

    Chicos, como en toda escuela, el profesor es fundamental pero los alumnos son también una parte importante. Entre todos podemos conseguir que la Escuela de la Felicidad sea algo más grande y único a través de este blog.

    Un beso a todos

    Mónica

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