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lunes, 25 de julio de 2011

REFLEXIONES DE MÓNICA: SOBRE LAS RELACIONES DE PAREJA. SEGUNDA PARTE

Ahí va la segunda entrevista sobre el tema, en este caso a Georgio Nardone. A ver qué entrevista os gusta más...

Un beso,

Mónica


 




"Para que dure un amor: seducción y cortejo continuo"


14/07/2011 - 00:00 






Sin bemoles

La besadora de sapos cree poder transformar con el amor a cualquier hombre. A la depredadora le urge construirse una seguridad sentimental. La timonel se convierte en la entrenadora personal de su pareja. Nardone ha clasificado 17 tipologías femeninas y su manera de abordar las relaciones de pareja (Los errores de las mujeres en el amor, Paidós). Pero también es cierto que las mujeres están algo decepcionadas del género masculino: "El hombre occidental ha ido perdiendo su masculinidad, cada vez menos capaz de hacer sentir a la mujer protegida y eróticamente seducida. Sin embargo, la mujer es cómplice: un hombre débil es cómodo. Lo que al principio los une los acaba separando".



Las mujeres sufren más por amor que los hombres?

La mujer es más compleja psicológica y biológicamente, siente más y, por tanto, tiene más espacio para sufrir. 

Pues deme pautas para sufrir menos.

Cada nuevo amor se transforma y acaba; esto siempre es una pérdida, un luto. Pero también podemos aprender a cometer menos errores. 

¿Cuáles son esos errores?

Gestionamos nuestras relaciones amorosas a través de lo que nos ha funcionado en el pasado; así establecemos unos guiones de relación que se convierten en inconscientes.

Y repetimos una y otra vez...

Exacto. Para huir del fracaso es esencial que sepamos que estamos representando un papel, cada vez más rígido, y que cambiemos de personaje. 

¿Por ejemplo?

La lamedora de heridas escoge siempre hombres heridos y despechados por amor. Cuando ellos consiguen superar su trauma, la dejan. He estructurado 17 tipologías con las que las mujeres suelen abordar las relaciones amorosas. 

¿Cuáles son las más comunes?

La desbordante: guapa, capaz, exitosa, que puede con todo y lo hace todo. Suele emparejarse con hombres complementarios. 

¿Y cuál es su complemento?

El débil y sumiso, que le permite brillar y que acaba desilusionándola porque no está a su altura. Si escoge a un hombre más fuerte, lo asfixia con sus continuas críticas e intimidaciones. Debería flexibilizar su guión y aprender a utilizar otros guiones. 

Pero si es bella, capaz y exitosa, ¿por qué debe cambiar?

Si quiere tener pareja, debe dejar más espacio al hombre. Otro papel típico de nuestros días es la mujer ejecutiva, la que le organiza todo a su pareja y se convierte en una segunda madre; por lo tanto, deja de ser interesante como compañera. La ejecutiva debería asumir rasgos de la amazona. 

¿La amazona va por libre?

Tiene al hombre bajo su poder, maltratándolo si es necesario. Al principio tiene éxito, es segura y capaz, pero acaba siempre sola porque su ideal es imposible: un hombre que sea a la vez dominado y dominador. 

¿Qué le sorprende tras tumbar en el diván a más de 15.000 pacientes?

Una paradoja: las mujeres son mucho más capaces que los hombres en casi todo, pero también se complican la vida sentimental mucho más que ellos. 

Hay muchas mujeres solas.

Sí, pero no es una elección. Han repetido tantas veces su guión que están desilusionadas. No existe la soltera o el soltero feliz. 

Pero los casados tampoco brincan de alegría.

El amor sabio tiene tres componentes que hay que cultivar: el primero es que la pareja no deje nunca de seducirse y cortejarse, tal como hacen los animales monógamos. 

¿?

Los albatros o los lobos árticos repiten el ritual de cortejo en cada estación del amor. La segunda regla es la complicidad; es fácil detectarla observando cómo se miran. 

Qué bonito.

Tercera: la exclusividad; lo que ocurre entre las dos personas es único e irrepetible con otra. El amor sabio no acepta el engaño, y es muy difícil de mantener: son como dos funambulistas caminando en paralelo en la cuerda floja y compartiendo la barra estabilizadora. Si uno se endurece, el otro se ablanda; si uno tropieza, el otro lo sostiene. 

Y los hombres, ¿no tienen guiones?

Somos mucho más primitivos, menos complicados, tenemos cinco guiones: el macho, el intelectual-radical-chic-snob (insoportable), el calzonazos, el pigmalión y el capitán de aventura (fascinante, el que enamora a las mujeres y luego escapa). 

¿Qué tipo es usted?

Capitán de aventura y algo pigmalión. 

Ya.

Los guiones suelen estar mezclados. La mujer hada, por ejemplo, suele tener algo de seductora. 

Lo de hada suena insuperable.

No se equivoca: es buena, capaz, guapa, elegante, inteligente, dulce y atenta con todos, y le mueven las mejores intenciones. 

Entonces, ¿cuál es su error?

Quiere conservar la serenidad en su relación hasta el punto de que pasa por alto cualquier agravio. Su complementario es su opuesto: un maleducado, agresivo e infiel. 

Te casas con tu mayor defecto, decía mi madre.

La complementariedad suele basarse en los elementos disfuncionales de la pareja. Todos los guiones son buenos, son el fruto del éxito, pero como las medicinas, demasiado se convierte en veneno. Hay que ser flexible. Y aceptar previamente las fases del cambio que el tiempo acabará presentando en la relación. 

¿Qué deben saber las mujeres de los hombres?

El hombre desea que la mujer sea su amante, ellas deben saber provocar el erotismo en el hombre y mimarlo cuando se siente frágil. 

¿... y los hombres de las mujeres?

El hombre debe hacer sentir a la mujer protegida y emotivamente segura; al mismo tiempo, debe ser el seductor que consigue rendirla con sus artes. La mujer adora al hombre que consigue robarle la relación erótica. Es una danza, un cortejo de amor.




REFLEXIONES DE MÓNICA: SOBRE LAS RELACIONES DE PAREJA. PRIMERA PARTE

Hoy vamos a reflexionar sobre un tema nuevo "las relaciones de pareja", para ello os presento en dos posts diferentes dos entrevistas, de La Vanguardia, que hablan sobre este tema, una es a Walter Riso y la otra a Giorgio Nardone. En este post os presento la de Walter Riso que nos da una visión nada tradicional sobre la pareja. A ver que os parece!!

Un beso,

Mónica


"Puedes ser infiel a tu pareja sin dejar de serle leal"


24/05/2011


 Fin de un amor

“Cuando te enamoras de una persona que no te conviene –dice Riso– la esperanza no es lo último, sino lo primero que debes perder. Para perderla, empieza por mortificar tu ego: admite tu fracaso. Sólo después podrás elaborar el duelo con ayuda de buenos amigos mentirosos que te digan lo estupendo que eres (evita a los malos, que te dirán lo maravillosa que era tu pareja). Aprende a perder, humilla a tu ego, liquida la esperanza, escucha a los buenos mentirosos, elabora tu duelo... Todo ese proceso te irá sacando del hoyo. Pero el empujón definitivo no te lo dará el terapeuta, sino el hartazgo. Cuando te canses de ser un idiota, descubrirás que el principio de todo amor es tenerse a uno mismo.”





Si de verdad le interesa saber cómo está su relación de pareja...

Antes saber que lamentar.

Pues coja un papelito y váyase a un banco del parque y escriba arriba bien grande el nombre de su pareja...

Hecho.

Y ahora hágase la pregunta: ¿por qué no debería quererle?...

Si vuelve a casa con el papelito en blanco, es que le queda pareja para rato, pero si la lista de razones crece y crece: “No debería quererle: porque no me escucha, porque ronca, porque sale sin mí, porque llega tarde...”

¿Por qué no hacer una lista de sus cosas buenas en vez de sus defectos?

  Porque la complicidad no se manifiesta en el gusto, sino en la ausencia de disgusto.

¿Te enamoras de sus defectos?

Es que esa lista no es de defectos objetivos, que tal vez a usted incluso le gusten, sino de las cosas que a usted le disgustan, que no es lo mismo. Porque ahora estamos hablando de pareja y no de enamoramiento súbito...

¿No es lo mismo?

 Son opuestos. En el enamoramiento, los contrarios se atraen, pero esa atracción dura poco y sólo se transforma en el cimiento de una pareja estable si evoluciona hacia la complicidad, la afinidad y, al cabo, el respeto que la mantendrá unida durante años. Y para lograr eso es más necesaria la ausencia de disgusto que el propio gusto.

¿Más complicidad que pasión?

¿Verdad que decimos “me he enamorado”, pero no “me he amistado”?

¿...?

Pues el combustible de una pareja duradera es el “me he amistado” y no el “me he enamorado”. Es la paulatina construcción racional de afinidades y no el abandono al arrebato: más que coincidir de repente en que nos gustan las mismas cosas, es ir dándonos cuenta de que nos disgusta lo mismo.

¿Cúan paulatina es esa construcción?

Si algún día llegamos a ella, no será gracias a un gran acierto repentino, sino merced a una sucesión de fracasos aleccionadores.

Como se llega a casi todo en la vida.

Todos construimos nuestra convivencia en pareja a fuerza de fracasos racionalizados. Para que una relación dure, hay que racionalizar el amor sin dejarse llevar por él como si fuera una canción del verano cursi.

A veces es divertido bailar chorradas.

Pero no espere llegar a la pareja de su vida gracias al arrebato de una noche. Son cosas distintas, aunque persista la cultura estúpida de idealizar el amor contrariado que nos mata y nos resucita. Esa sandez sirve para vender canciones y perfumes, pero no para encontrar pareja estable y satisfactoria.

Tomemos nota.

No digo que nuestro ego no necesite de vez en cuando la conquista –tanto o más que el goce del coito–, pero en el poscoito tendrán ustedes que poder hablar de algo... Y para no aburrirse entonces necesitarán algo de complicidad... ¿No?

¿Cree que aprendemos? ¿De verdad?

A medida que buscas pareja –y a menudo la biología nos convierte en incapaces de no buscarla– y las relaciones van acabando, vuelves a buscar otras. Y, poco a poco, ya no te guías tanto por la entrepierna ni tampoco por el corazón, sino que usas más la razón.

Cupido le oiga, que es primavera.

Llegamos a la madurez amorosa a partir del fracaso y, en el proceso, más que buscar lo que quieres, tratas de evitar lo que no quieres. Así, vas haciendo una lista más o menos consciente de incompatibilidades, y evitarlas es decisión de la razón y la voluntad.

Por ejemplo.

Te apasionan los carácteres fuertes, pero ya has aprendido tras los 700 golpes que no te convienen, así que aprendes a evitarlos... O más sencillo: ¿te gusta cocinar? Bien. ¿Pero también te gusta comer? ¿No? Pues, fuera: yo no como a gusto si no es en compañía.

¿Y si son demasiadas las compañías?

Pacten el demasiadas. Entre dos personas maduras se puede ser infiel, pero leal.

¿Cómo?

Se puede ser infiel al cuerpo de la pareja, pero leal al pacto que tienes con ella.

Suena cómodo, pero ¿seguro?

La lealtad es ser fiel a ese pacto con tu pareja y no tanto a su cuerpo. Si ustedes acuerdan que cada uno sale los sábados y hace lo que quiera, pues bien: ese es su pacto. Sólo lo romperá y será desleal si repite otro día...

¿Se trata de contárselo todo?

Yo no lo haría. De hecho, en mis terapias abogo por que cada miembro de la pareja tenga su propio espacio de intimidad y que cada uno respete el del otro. Lealmente.

¿Sinceridad no es contarlo todo?

Eso es un horror. Nada me daría más miedo que la sinceridad total, que sería poder meterme en la mente de la persona querida. Lo sugiere Kubrick en Eyes wide shut, una película que a mí me pareció terrorífica.

¿Cada parejita tiene su librito?

A veces en la consulta soporto a parejas insultándose y, cuando les sugiero que se separen, me miran ofendidos y se cogen las manos y me contestan: “¡Pero nos amamos!”

...

Y les digo: “Pues ¡qué lástima!, porque serían ustedes mucho menos desgraciados cada uno por su lado”. Vienen señoras llorando y les pregunto cómo las dejó su pareja, y es una película de terror con monstruo. Pero me la cuentan llorando cuando deberían contarla riendo por su liberación. La terapia es esa: lograr que se rían.