domingo, 9 de noviembre de 2014

REFLEXIONES DE PILAR G: PROFESIONALES MÁS HUMANOS


Al hilo de lo que comentaba Julio en su post “ME QUEDO CON JAVI”, y teniendo en cuenta la naturaleza de la labor que llevan a cabo los psicólogos y los educadores sociales, considero fundamental que estos profesionales se pongan al servicio de la persona, siendo esta su prioridad por encima de otros intereses. Pero, ¿por qué no extrapolar esto a cualquier trabajo que desempeñemos?

Poco importa si nos ganamos la vida como abogados, recepcionistas, médicos, policías, profesores, comerciales…, porque desde cualquier profesión tenemos la posibilidad de acercarnos al ser humano que tenemos enfrente y verle no solo como paciente, usuario, cliente, alumno…, sino también como persona. Si le escuchamos activamente e intentamos ponernos en su piel, conseguiremos una relación mucho más humana y enriquecedora.

Además, conectar con los demás hace que, en los casos en los que exista hostilidad, ésta se desvanezca y las puertas del corazón se abran. Como claro ejemplo de eso, os invito a que leáis el siguiente fragmento del libro “VIVIR ES UN ASUNTO URGENTE” del Dr. Mario Alonso Puig: 

“Un banco internacional estaba muy interesado en atraer como cliente a un hombre sumamente rico cuya existencia acababan de detectar. Con tal fin, mandaron a visitarle a algunos de los mejores comerciales del banco, los cuales iban provistos de unos productos tan atractivos que era casi impensable que el cliente se resistiera al menos a alguno de ellos. 

Para sorpresa y espanto de los comerciales, el cliente los trató de una manera tan profundamente descortés que ellos se quedaron completamente desconcertados. Al volver al banco comentaron lo ocurrido. Decidieron pensar que tal vez el momento de la visita por alguna razón que ellos desconocían había sido terriblemente inoportuno. Tal vez, aquel hombre había recibido previamente a su visita una mala noticia, un disgusto, cualquier cosa que le hubiera sacado de sus casillas. 

Pasado un tiempo, decidieron llamarlo de nuevo y el cortésmente les concedió la entrevista, pero cuando ilusionados volvieron a verlo, los trató si cabe de una manera más dura y distante que como los había tratado la vez anterior. Los comerciales se marcharon decididos a no volver a visitarlo jamás. 

Estaban así las cosas, cuando un joven recién Ilegado al departamento comercial del banco y durante una simple conversación mientras tomaban un café, oyó hablar de este hombre que al parecer tenía tanto dinero y tan poca educación. Mucha gente en su misma situación hubiera decidido dar la razón a los que criticaban a aquella persona tan huraña e incomprensible, sobre todo si recién llegado a una oficina, se le pusiera en bandeja una oportunidad tan estupenda para caer bien a los demás. Suelen gustarnos más las personas que nos dicen lo que queremos oír y no nos suelen gustar tanto, aunque luego no las olvidemos, aquellas que nos dicen no lo que queremos oír, sino lo que necesitamos escuchar. 

Aquel joven, ante la perplejidad de los demás pidió permiso para visitar a aquel cliente. Lo llamaron por teléfono y aquel multimillonario volvió a conceder la ansiada entrevista. Sin embargo, cuando el joven llegó a su despacho, el hombre lo trató con la misma frialdad y dureza con la que había tratado a los otros comerciales del banco. A pesar de la dificultad de las circunstancias en las que se encontraba, el joven comercial, si bien tenía poca experiencia, fue capaz de demostrar una gran dosis de sabiduría. Él ya sabía que cuando uno es así en su forma de comportarse, no es así por naturaleza, sino porque tiene uno o varios aguijones clavados en el cuerpo y que no paran de soltar veneno. 

-Señor, me permite usted que le haga una pregunta-dijo el joven comercial. 

El millonario quedó desconcertado porque hasta ahora todos los que le habían visitado le habían hablado de sus productos. Aquel joven era el primero que le quería preguntar algo, que tenía interés en conocer, que quería saber. 

-Hágame la pregunta -le contestó. 

-¿Qué tal se ha portado con usted mi banco en el pasado? -preguntó el joven. 

Esta cuestión debió de tocar algo muy hondo en el interior de aquel millonario, tanto que aquel hombre tan hermético para todo lo que no fuera una expresión desagradable empezó a sincerarse. 

-Mire, yo hace mucho, mucho tiempo era un agricultor. Me levantaba muy temprano para arar el campo y me acostaba muy tarde. A base de trabajar y trabajar conseguí sumar unos ahorros y con ellos compré otro pedazo de tierra. En aquel momento se me hizo necesario disponer de un tractor y fui al banco que usted representa para pedir un crédito. No solo me lo negaron, sino que además me explicaron que no podían conceder un crédito a una persona tan insolvente como yo. Me sentí profundamente humillado. Ahora pasado el tiempo he ganado mucho dinero y su banco, qué sorprendente, ahora me considera una persona interesante. 

Aquel joven podía haberse puesto a defender al banco, a decir que agua pasada no mueve molino, que intentarían reparar el daño causado, etcétera. Sin embargo, tuvo otro gesto que no surgió sino de esa sabiduría que no se localiza en la cabeza, sino en el corazón. 

-Mire, lo entiendo perfectamente, creo que aunque yo no puedo hacer ya nada para reparar el sufrimiento causado, sí que puedo hacer otra cosa y es decirle que yo en sus circunstancias muy probablemente habría hecho lo mismo que usted y sobre todo quiero decirle en mi nombre y en el del banco que lo siento de verdad. 

El joven comercial se levantó para despedirse y marcharse cuando en ese momento el millonario, que era tan humano como cualquier otro hombre, le dijo que esperara porque quería seguir hablando con él. Sé cómo se desarrolló la historia ya que conocí a uno de sus protagonistas. 

Aquel hombre millonario se hizo cliente del banco. La única condición que puso fue que su interlocutor con el banco fuera el joven comercial. Se creó una relación de confianza que a todos benefició. El banco multiplicó el dinero de aquella persona y se benefició lógicamente por ello. El hombre millonario curó parte de aquella herida invisible, de esa sensación de humillación que cuando no es superada afecta muy negativamente a la salud y al bienestar. El joven ganó autoridad ante los otros miembros del departamento comercial y además se hizo un nuevo amigo.“

2 comentarios:

  1. Hay tácticas de ventas que dicen que lo primero antes de vender un producto hay que identificarse mental y afectiva mente con el sujeto, las tácticas pueden ser diversas como averiguar las aficiones, emociones ,deseos etc. Y ponerlas de manifiesto tratando de agradar al sujeto en cuestión, una vez el sujeto se sienta relajado se podrá sugerir dicho producto. Con esto quiero decir que todo puede ser muy artificial sin querer realmente conocer al sujeto, sino solamente de quererle vender dicho producto sin ningún otro animo, el cliente es supuestamente engañado y el comercial supuestamente avispado, entonces la relación humana y enriquecedora brilla por su ausencia y de esto hay mucho por desgracia y la gente desconfía de las buenas intenciones más que de las malas.

    ResponderEliminar
  2. Muy buen post, me ha encantado, me recuerda a un libro que me leí que trataba de las relaciones humanas enfocada a los intereses particulares. Viene a decir lo mismo que dice ahí, no puedes anteponer tus propios intereses a los demás y exigir que te compren sin más. Los comerciales iban a casa de su cliente a que le compraran todo lo ellos querían! jaja y ninguno se interesaba por lo que quería el hombre. Las relaciones entre clientes se basan en que los dos queden satisfechos y para ello hay que preguntar lo que le interesa a cada uno. Por ejemplo, que me importa a mi el gas natural si la compañía no me puede ofrecer nada de lo que a mi me interesa! Hay muchos comercios que te dicen lo maravillosos que son, te dicen lo perfectos que son sus productos y al final nadie les compra porque lo que demuestran es que les interesan mas sus productos que el interés que puede sacar el cliente de ellos.

    ResponderEliminar