domingo, 2 de noviembre de 2014

REFLEXIONES DE JULIO: ME QUEDO CON JAVI


“Me cosí la boca y me puse en huelga de hambre. No tardaron en enviarme al “educador” para pedirme que me descosiera la boca y dejase el ayuno.”

Así lo cuenta Javier Ávila en su libro “Un resquicio para levantarse”.

Cuando un ser humano, en una celda de aislamiento llega a “coserse la boca y ponerse en huelga de hambre” (Ojo ¡coserse la boca!), se le envía a un educador para convencerle que abandone.

Cuando Javier protesta violentamente (por las torturas a las que se le somete en el módulo de aislamiento), el sistema penitenciario le manda vigilantes de seguridad que le reducen de forma violenta y le linchan.

Cuando Javier protesta pacíficamente (como lo hacía Gandhi), se le envía al “educador” con el fin de que a través de sus conocimientos de psicología pueda convencerle y persuadirle para que abandone dicha protesta.

Así el Sistema Penitenciario convierte a la psicología en su herramienta de control y persuasión sobre el individuo privado de libertad. Y por lo tanto no evalúa a dicho sistema penitenciario como una estructura psicopática (de psicópata). Sino que evalúa al preso con diagnósticos como;

-          Baja tolerancia a la frustración

-          Conducta negativista desafiante

-          Trastorno antisocial de la personalidad

Y aquí es donde el educador social y el psicólogo tienen que elegir si estarán al servicio de la estructura o al servicio de la persona.

Yo sin duda me quedo con la persona, me quedo con Javier.

Y animo a todos los educadores y psicólogos que se pongan al servicio de las personas, no al servicio del dinero, no al servicio de “nuestra comodidad”, no al servicio de la Institución… sino al servicio de los intereses más humanos y sociales.

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