martes, 7 de octubre de 2014

REFLEXIONES DE PILAR G: LA CASCARRABIAS


Una mañana del pasado mes de julio, tal y como hago cada mañana, cogí el autobús para ir a trabajar. Cuando subí, miré para ver si había algún asiento libre y vi que solo quedaba uno en la última fila, así que me dirigí hasta el final del autobús para sentarme allí.

Justo en el asiento central de esa fila había una señora que, para que yo pudiera sentarme, tenía que levantarse o moverse hacia un lado. Cuando le dije: "¿Me permite?", me dejó pasar de mala gana y sin levantarse.

El aire acondicionado en el autobús estaba bastante fuerte, pero yo estaba encantada, hacía tanto calor en la calle a pesar de que solo eran las siete y media de la mañana… Además, por mucho frío que hiciera, el trayecto hasta la última parada, que era donde yo me tenía que bajar, no duraría más de quince minutos.

La señora que me había dejado pasar, protestaba sin parar por el frío que hacía: “¿Cómo es posible que el conductor lleve el aire así? ¡Es increíble que a estas horas esté el aire acondicionado puesto! Claro, como a él no le da el chorro de lleno…”

De repente, otra señora que acababa de subir al autobús hacía un par de minutos, se dirigió al conductor y le dijo muy educadamente: “Por favor, ¿podría quitar el aire o ponerlo un poco más flojo? Estamos heladitos”. Y el conductor le contestó: “Por supuesto, no me había dado cuenta, como a mí no me da”.

A mi compañera de viaje le faltó tiempo para refunfuñar: “Normal, cómo se va a dar cuenta si va todo el rato de cháchara” (el hombre, mientras conducía, iba hablando con una chica que iba de pie a su lado).

Cuando todavía quedaba un rato para llegar a la estación de Atocha, que era la última parada, la señora se colocó impaciente al lado de la puerta. Desde que el autobús se paró hasta que se abrió la puerta pasaron aproximadamente cinco segundos, tiempo más que de sobra para que la señora chasqueara la lengua con fastidio y mirara al conductor como diciendo: “¿Se puede saber a qué esperas para abrir la puerta?"

La zona de la estación de Atocha donde paran los autobuses, tiene una parte cubierta en la que hay bancos donde duermen indigentes, pero como no hay bancos suficientes para todos, otros muchos duermen en el suelo. A esas horas algunos ya se habían levantado pero otros estaban todavía durmiendo.

Cuando la puerta del autobús se abrió, la señora en un tono malhumorado e irónico dijo mirando a los mendigos: “Bueno, pues ya hemos llegado al Hotel Palace”. Yo bajé detrás de ella, con cierto alivio por haberme librado por fin de la cascarrabias.

Es increíble la cantidad de exigencias o “deberías” que bombardeaban la mente de esa mujer: “El conductor no debería ir hablando con nadie mientras conduce y tendría que estar siempre atento a la temperatura del autobús”, “Debería tener un viaje tranquilo, sin que nadie me moleste y sin pasar ni frío ni calor”, “El conductor debería parar el autobús y abrir la puerta casi al mismo tiempo para no hacer esperar ni un segundo a los pasajeros“, “Los indigentes que duermen en la estación no tendrían que entorpecer mi paso”…

¿Es práctico pensar como un cascarrabias profesional? ¡¡¡Absolutamente no!!! Hay quienes piensan que la queja sirve para desahogarnos, pero en realidad sólo sirve para malgastar tiempo y energía, para que todo lo bueno que hay en la vida se vuelva invisible ante nuestros ojos y para volvernos hipersensibles a cualquier incomodidad.

Es importante saber que si queremos ser personas emocionalmente fuertes capaces de afrontar las adversidades que se presenten en nuestra vida, desde las más insignificantes hasta las grandes, es fundamental deshacernos del insano hábito de la queja, porque cuanto más nos quejemos, más vulnerables nos haremos.

Por lo tanto, si podemos hacer algo para cambiar aquello que no nos gusta, ¡adelante, hagámoslo! Pero si no está en nuestra mano cambiarlo, aceptémoslo sin quejarnos.

Un abrazo,

Pilar

4 comentarios:

  1. Siempre hay alguien que protesta en exceso, el proteston se quedara relajado y aliviado de tanto protestar, pero a los demas nos pone de muy mal cafe...

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  2. He logrado entender el concepto con esta eficaz e inteligente didáctica. Me será muy útil. Muchas gracias Pilar por tu generosidad y también por tu inteligencia -que esta precisamente no está muy cotizada pero es la que tiene q estar valorada-.

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  3. Me encantas siempre que te leo... yo soy un poco cascarrabias, aunque estoy intentando cambiar poquito a poco, porque como bien dices, quejarse no sirve para nada, más que para amargarse uno mismo y a los demás!
    Besos!

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