jueves, 12 de agosto de 2010

SOBRE LAS NECESIDADES (extracto de mi próximo libro)

Antes de que estallase la Primera Guerra Mundial, en la década de 1910, un artista alemán llamado Erich Scheurmann, tuvo la oportunidad de pasar un tiempo en algunas islas de la Polinesia. Como la mayor parte de los occidentales que visitaban aquel lugar, todavía virgen, Scheurmann quedó fascinado con el estilo de vida samoano. Sus habitantes eran saludables, alegres y pacíficos. No conocían la propiedad privada tal y como la entendemos nosotros y se abrían a los extranjeros con sencillez, ofreciéndoles sus posesiones en un clima de armonía general. Sin duda, vivían de una forma muy ecológica, respetando la naturaleza y sin la obsesión de acumular bienes, tan propia de Occidente.

Durante su estancia en aquellas islas paradisíacas, estalló la Primera Guerra Mundial y Scheurmann fue detenido y conducido a Estados Unidos. Acabada la contienda, fue devuelto a Alemania donde decidió escribir un libro sobre la vida de los samoanos. Se trataba de un libro de ficción donde un supuesto jefe polinesio llamado Tuavii de Taiuvea, hacía una descripción del modo de vida occidental. Como si de un antropólogo se tratase, se suponía que el jefe Tuavii había visitado Europa y hacía una reflexión sobre la loca vida del hombre moderno.

Tuavii les explicaba a sus compañeros cómo eran los papalagi (los hombres blancos), seres enfermos de codicia: “Los papalagi realizan infinidad de cosas a base de mucho trabajo y privación, cosas como anillos para los dedos, matamoscas y recipientes de comida. Ellos piensan que tenemos necesidad de todas esas cosas hechas por sus manos, porque ciertamente no piensan en las cosas con las que el Gran Espíritu nos provee. Pero, ¿quién puede ser más rico que nosotros? y ¿quién puede poseer más cosas del Gran Espíritu que justamente nosotros? Lanzad vuestros ojos al horizonte más lejano, donde el ancho espacio azul descansa en el borde del mundo. Todo está lleno de grandes cosas: la selva, con sus pichones salvajes, colibrís y loros; las lagunas, con sus pepinos de mar, conchas y vida marina; la arena, con su cara brillante y su piel suave; el agua crecida, que puede encolerizarse como un grupo de guerreros o sonreír como una flor; y la amplia cúpula azul que cambia de color cada hora y trae grandes flores que nos bendicen con su luz dorada y plateada. ¿Por qué ser tan locos como para producir más cosas, ahora que tenemos ya tantas cosas notables que nos han sido dadas por el mismo Gran Espíritu?

A principios del siglo XX, mucho antes de que apareciera el ecologismo, Erich Scheurmann fue capaz de ver la abismal diferencia entre el modo de vida de ese pueblo no civilizado y el de sus compatriotas europeos y la relación entre la filosofía de vida y la salud mental.

En otra parte del libro, Tuaivii dice: “Actualmente esos Papalagi piensan que pueden hacer mucho y que son tan fuertes como el Gran Espíritu. Por esa razón, miles y miles de manos no hacen nada más que producir cosas, del amanecer al crepúsculo. El hombre hace cosas, de las cuales no conocemos el propósito ni la belleza. Sus manos arden, sus rostros se vuelven cenicientos y sus espaldas están encorvadas, pero todavía revientan de felicidad cuando han triunfado haciendo una cosa nueva. Y, de repente, todo el mundo quiere tener tal cosa; la ponen frente a ellos, la adoran y le cantan elogios en su lenguaje”.

“Pero es signo de gran pobreza que alguien necesite muchas cosas, porque de ese modo demuestra que carece de las cosas del Gran Espíritu. Los Papalagi son pobres porque persiguen las cosas como locos. Sin cosas no pueden vivir. Cuando han hecho del caparazón de una tortuga un objeto para arreglar su cabello, hacen un pellejo para esa herramienta, y para el pellejo hacen una caja, y para la caja, una caja más grande. Todo lo envuelven en pellejos y cajas. Hay cajas para taparrabos, para telas de arriba y para telas de abajo, para las telas de la colada, para las telas de la boca y otras clases de telas. Cajas para las pieles de las manos y las pieles de los pies, para el metal redondo y el papel tosco, para su comida y para su libro sagrado, para todo lo que podáis imaginar”.

Una espiral inacabable

Como dice el jefe Tuaivii, los occidentales estamos enfermos de un trastorno que podríamos llamar “necesititis”, esto es, la tendencia a creer que necesitamos cada vez más cosas (materiales e inmateriales) para sentirnos bien. Confundimos “deseos” con “necesidades” y no nos damos cuenta de que cada necesidad nos hace más infelices, más insatisfechos.

Tuaivii añade en su libro: “Cuantas más cosas necesitas, mejor europeo eres. Por esto las manos de los Papalagi nunca están quietas, siempre hacen cosas. Ésta es la razón por la que los rostros de la gente blanca parecen a menudo cansados y tristes y la causa de que pocos de ellos puedan hallar un momento para mirar las cosas del Gran Espíritu o jugar en la plaza del pueblo, componer canciones felices o danzar en la luz de una fiesta y obtener placer de sus cuerpos saludables, como es posible para todos nosotros. Tienen que hacer cosas. Tienen que seguir con sus cosas. Las cosas se cierran y reptan sobre ellos, como un ejército de diminutas hormigas de arena. Ellos cometen los más horribles crímenes a sangre fría, sólo para obtener más cosas. No hacen la guerra para satisfacer su orgullo masculino o medir su fuerza, sino sólo para obtener cosas”.

“Si ellos hicieran uso de su sentido común, sin duda comprenderían que nada de lo que no podemos retener nos pertenece y que cuando la marcha sea dura no podremos llevar nada. Entonces también empezarían a darse cuenta de que Dios hace su casa tan grande, porque quiere que haya y felicidad para todos. Y en verdad sería suficientemente grande para todo el mundo, para que todos encontráramos un lugar soleado, una pequeña porción de felicidad, unas pocas palmeras y ciertamente un punto en el que los dos pies se apoyaran".

La “necesititis” siempre produce malestar emocional porque si no poseemos esas cosas que creemos que necesitamos, nos lamentamos y somos infelices. Y si las tenemos, tampoco estamos bien por dos razones. En primer lugar, porque siempre las podríamos perder y esta posibilidad introduce la ansiedad en nuestra vida.

Ya lo decía Tuaivii: “Dios les envía muchas cosas que amenazan su propiedad. Envía calor y lluvia para destruir sus propiedades, lo envejece, derrumba y pudre. Dios también da a la tormenta y al fuego poder sobre sus cosas acumuladas. Y lo peor de todo: introduce miedo en los corazones de los papalagis. Miedo es la cosa principal que ha adquirido. El sueño de un Papalagi nunca es tranquilo, porque tiene que estar alerta todo el tiempo, para que las cosas que ha amasado durante el día, no le sean robadas por la noche. Sus manos y sentidos tienen que estar ocupados todo el tiempo agarrando su propiedad”.

La segunda razón por la que poseer necesidades inventadas también es fuente de malestar reside en que esas cosas nos desilusionan. Cuando deseamos demasiado, depositamos unas expectativas exageradas en ello y, tarde o temprano, nos caemos del caballo. Desear no tiene nada de malo. Poseer tampoco. Siempre y cuando no creamos que todo ello son necesidades. Si yo tuviese un Ferrari, lo conduciría con gusto. Me iría a pasear con él por las montañas escuchando música agradable. Pero si me lo roban, no derramaré ni una sola lágrima por él porque simplemente sé que no lo necesito para ser feliz. Ésa es la única forma razonable de desear en esta vida.

4 comentarios:

  1. hola Rafael
    gràcies per aquest fragment, m'ha agradat molt i el millor de tot és que: és veritat i útil.
    Estaré atent al teu pròxim llibre! ;-)
    fins aviat!!!
    Josep

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  2. Gràcies a tu, Josep!
    Cada setmana, aniré penjant fragments del nou llibre.
    Una abraçada estiuenca!
    Rafel

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  3. ¡Hola Rafael!

    Estaba leyendo las entradas nuevas que has puesto (hablamos ayer de esto) y me encuentro con "Los Papalagi"... Lo leí hará unos 28 años, y aquí está, en mi librería. Sigue conmigo.

    Me ha resultado curioso ver tu comentario porque ese libro me movió para muchas cosas: mi carrera, mi visión del mundo (esa "cosmoagonía"- palabra fantástica- que tengo, aunque no se le puede atribuir las cosas erróneas de la misma, claro)... Pero es cierto que mis necesidades y mi "necesititis" (tú lo sabes mejor que yo) no se cifran en posesiones sino en intangibles. Para mí, esta "necesititis" es más difícil de erradicar al ser una absoluta creación mental nuestra. Ya se sabe, los ideólogos son siempre los más reaccionarios y tratan de justificar sus posturas, tanto más difíciles de rebatir cuanto más elaboradas.

    ¿Opinas lo mismo que yo?

    Un besote
    Magdalena

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  4. Claro! Las necesidades inventadas intangibles son más problemáticas porque suelen ser más secretas (necesito que me quieran), más difíciles de conseguir (necesito que me respeten siempre!) y más fantasiosas que las necesidades inventadas materiales.
    En todo caso: solo necesitamos comida y agua para el día.... todo lo demás es superfluo...
    Un abrazo!
    Rafael

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