lunes, 13 de septiembre de 2010

SIN MIEDO A LA ENFERMEDAD!

Desde siempre se ha dicho “la salud es lo más importante”. Y ahora tengo que poner en duda esta afirmación. No sólo eso, sino que me parece una creencia irracional porque lo más importante es la felicidad.
¿Quién de nosotros querría vivir muchos años siendo un profundo desgraciado? ¿De qué nos sirve la salud si no gozamos de la vida? La salud, tanto en cuanto nos posibilita hacer más cosas significativas y divertirnos más, es interesante, pero por sí misma no es prácticamente nada. De hecho, muchas personas depresivas están bien físicamente, pero desean quitarse la vida.

Es importante entender que la salud no es tan importante como, a veces, creemos por varias razones:
a) Para no terribilizar sobre la enfermedad y obsesionarse con la salud.
b) Para no temer a las enfermedades en ningún caso y afrontarlas con optimismo cuando nos toquen.
c) Para poner en su lugar nuestro sistema de valores general.

En cierta forma, ¿no es estúpido darle tanta importancia a algo que está garantizado que vamos a perder? Desde que alcanzamos la plenitud física, pasada la adolescencia, empezamos a perder la salud: la vista se cansa, nos volvemos miopes, la espalda duele… Tarde o temprano, casi todos enfermaremos gravemente y moriremos. ¿Por qué hacer tanto ruido acerca de eso?

Hace un tiempo, tuve la suerte de conocer a un grupo de personas maravillosas comandadas por un ángel llamado Tina Pereyre. Son los voluntarios del Hospital Sant Joan de Déu de Barcelona. Se trata de más de doscientas cincuenta personas que trabajan intentado hacer la vida más alegre a los niños enfermos ingresados en este hospital infantil. A los niños, pero también a los padres que, muchas veces, son los que más sufren al ver gravemente enfermos a sus hijos.

Los voluntarios de Sant Joan de Déu juegan con los pequeños, hacen “canguros” a los padres, dan tanto cariño y apoyo como pueden… y, muchas veces, acompañan a las personas en la hora más difícil, la de la partida anticipada de sus niños. Muchas de sus enternecedoras historias están relatadas en el libro El caballo de Miguel (Ed. Plataforma).

Me acuerdo ahora de los voluntarios de Sant Joan de Déu porque el trabajo que llevan a cabo tiene que ver con la manera óptima de entender la enfermedad (y la muerte), el tema central de este capítulo. Aunque parezca chocante, esos doscientos hombres y mujeres van al hospital cada semana a trabajar desde la alegría. Nadie acude allí a llorar o compadecerse de los enfermos porque, en realidad, enfermos ya los estamos todos. Todos vamos a enfermar y morir, así que simplemente lo que hacen es compartir esa naturaleza impermanente e imperfecta para hacer algo bello de ella.

La enfermedad, el dolor y la muerte son parte de la vida y no tienen por qué ser entendidos como desgracias inútiles que truncan la felicidad de las personas. Más bien se trata de procesos naturales, realmente inconvenientes, pero que aún dejan mucho espacio para la alegría, el amor y la fraternidad, como demuestran las hermosas experiencias que viven los voluntarios.

En una ocasión, Tina Pereyre me leyó una carta redactada por una madre que acababa de perder a su hijo pequeño tras un periodo ingresado en el hospital. Esa mujer escribía una carta de agradecimiento a la voluntaria que la había atendido durante aquellas semanas. La madre se acordaba de los últimos días de su pequeño y destacaba su alegría inalterable, ajena al pesado tratamiento que le administraban. Y en medio de su desgracia mencionaba al “ángel” que habían conocido en el hospital, esa joven desinteresada que le ofreció a ella el hombro para llorar y a su hijo, su tiempo para jugar, su sonrisa para iluminar la habitación blanca del hospital. En esa carta, esa mujer doliente expresaba claramente cómo la enfermedad también es una oportunidad para descubrir el auténtico amor desinteresado, ése que siempre es sereno, pleno y que da sentido a la existencia. Los voluntarios de Sant Joan de Déu son una prueba más de que la enfermedad no tiene por qué ser un impedimento serio para la alegría.

5 comentarios:

  1. Hola Rafael, como quede aqui estoy en tu blog compartiendo sobre estos asuntos tan interesantes que tratas.
    Lo primero, desde mi punto de vista cuando decimos eso de "la salud es lo que importa" nos referimos tanto a la salud mental como a la fisica y yo diria que hay que englobar estas en la más importante, la salud del alma.
    Asi que efectivamente la salud es lo que importa, pero la salud del alma. La enfermedad fisica como la psiquica, donde estaria la depresion, para mi son sintomas de una enfermedad del alma, asi que en ultima instancia son positivas para "comenzar la curacion real" la que importa. Que un niño pequeño muera enfermo o no es simple y llanamente un gran drama sobretodo para sus padres y familia, pero en ultima instancia puede ser el detonante para un despertar como explicas en el caso de pequeño del hospital de Sant Joan.
    Desde mi punto de vista si el alma está sana, la enfermedad fisica, mental, es un transito que puede traer una bonita información, pero hoy en dia...¿quien puede presumir de un alma sana?.

    Un abrazo

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  2. Hola, Olga!
    Pues así también lo creo yo. La salud mental es otra cosa: sin salud mental la felicidad ya es mucho más difícil... Por eso estar bien emocionalmente debería ser nuestra prioridad!
    Un abrazo!

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  3. Hola Rafa,

    La salud tanto fisica como mental, o mejor dicho la falta de ella hacen dificil la felicidad, pero yo creo que son un empujon para cambiar y mejorar, ir hacia la felicidad.

    Incluso en un proceso de enfermedad mental se puede ser feliz si se toma como una oportunidad para mejorar...asi lo veo yo. Tanto Superman como Hopkins pasaron por enfermedades mentales (depresion o ansiedad o similar) y consiguieron ser felices a pesar de ellas...

    Otro abrazo

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  4. Me gusta mucho este artículo. ¡¡Felicidades!!

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  5. Ay, Rafael. Siempre recordaré el gran descubrimiento en unas de nuestras primeras sesiones, en la que tú me preguntaste:
    -Eugènia ¿qué lo más importante en la vida?
    Yo, completamente convencida, te contesté:
    -Pues la salud! (como si tu no lo supieras! pensé yo)
    Y tú, con el talante que te caracteriza me dijiste:
    -Pues yo diría que es mejor ser feliz, lo más importante es la felicidad.
    Me sentí como una niña a la que le han descubierto el secreto de la vida, ha sido el gran descubrimiento de mi vida!
    Recuerdo que pasé días compartiendolo con todo el mundo, y todavía lo hago!
    Se puede padecer una grave enfermedad y ser feliz, como tu me has enseñado, un poco molesto, cierto, pero no un impedimento. Además nos curte y si somos capaces, podemos aprender cosas importantes.

    Un abrazo y mi reconocimiento a todos los voluntarios.

    Un gran post, emotivo y cierto.

    Eugènia

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