Empieza mi
jornada laboral a las 7:00h, ¡qué madrugón! ¡qué sueño! No he conseguido
acostumbrarme en los 4 años que llevo en esta empresa.
En los meses
de invierno salgo de casa completamente de noche. La pequeña ciudad donde vivo,
duerme a esas horas, se oye el silencio en las calles, la quietud, la calma.
Me gusta esa sensación.
El viento helado me acaricia el rostro, lo
tersa: me gusta , me despeja.
Y entonces,
al cruzar la plaza ocurre el milagro: una gran extensión de cielo se abre ante
mis ojos como una enorme bóveda azul marino, cuajada de miles de puntos
brillantes en la oscuridad, en el firmamento.
¡Qué
magnífico espectáculo!
Alguien ha
pintado ese lienzo para mí. Alguien me regala de nuevo esa magnífica visión que
tanto me gustaba contemplar de niña con mi padre en las cálidas noches de
verano.
¡Cuánto
tiempo hacía que no miraba al cielo para deleitarme con las estrellas!
Pero es entonces
cuando tomo conciencia de que puedo sacar un gran partido de este
descubrimiento.
Bendigo este trabajo tan tempranero que me permite recuperar
esta afición tan preciada y a la vez olvidada.
Acabo de
encontrar una razón para madrugar, otra razón para encontrarme con la
felicidad.
Hola Gema me ha gustado mucho tu publicación, sabes.. me pasa igual debo ir al hospital muy twmpranoM pues hago mis rotaciones del último año de medicina.Me cuesta levantarme temprano 6 de la mañana jeje pero luego me doy cuenta de los paisajes y los pájaros cantando, brisa fresca y me encanta poder tener la oportunidad de disfrutar de esas pequeñas cosas. Al llegar la tarde puedo contemplar las puesta de sol y loa morichalescie de palma ) q hay camino a casa. Saludos desde Venezuela. Bendiciones
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