domingo, 30 de agosto de 2015

REFLEXIONES DE PILAR G: LA ESTACIÓN FANTASMA


A pesar de conocer su existencia y de haber pasado miles de veces por la “estación fantasma” del metro de Madrid, hasta hoy no la he visto. Denominan así a la antigua estación que se encuentra entre ente las paradas de Iglesia y Bilbao.

Chamberí, que así es como se llama dicha estación, fue inaugurada a principios del siglo XX y, por diferentes motivos, lleva varias décadas cerrada. Tanto su diseño original, propio de las estaciones parisinas de la época, como su tenue iluminación, le dan cierto halo de misterio. Lo cierto es que es una estación realmente preciosa que posee algo único y mágico que el resto de estaciones no tienen.

¿Cómo es posible que con la cantidad de veces que he pasado por ahí, nunca haya reparado en esa estación? Por la sencilla razón de que hoy, a diferencia de otros días, se han dado dos circunstancias que han hecho posible que pudiera contemplar por unos instantes esa maravillosa estación.

Por un lado, hoy yo iba atenta a lo que me rodeaba, como por ejemplo, a los otros pasajeros de mi vagón, a los carteles publicitarios de los andenes, a los músicos que ofrecen su arte a los viajeros a cambio de unas monedas…, por lo general, en mis trayectos voy tan absorta en alguna lectura o distraída con mis pensamientos que apenas soy consciente de todo eso. Y, por otro lado, hoy el metro atravesó esa estación a una velocidad muy reducida, tanto que casi se detuvo en ella.

En muchas ocasiones, la falta de atención y las prisas hacen que nos pasen desapercibidas muchas oportunidades de disfrutar de la vida. Lo que con más frecuencia nos distrae del momento presente es viajar mentalmente al pasado para lamentarnos por acontecimientos que ocurrieron hace tiempo y al futuro para preocuparnos por sucesos que muchas veces escapan de nuestro control y/o que nunca llegarán a pasar. Esto unido al hecho de ir siempre corriendo de un lado para otro y de actividad en actividad, hace difícil poder centrarnos en cada uno de los instantes que vivimos y, por tanto, disfrutar plenamente de todos ellos.

En definitiva, tener una mente centrada en el aquí y ahora, y frenar nuestro ritmo de vida, nos ayudará a ser más conscientes de la realidad que nos rodea y a disfrutar más intensamente de ella.

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