domingo, 23 de abril de 2017

REFLEXIONES DE PILAR G. VADO: EL PLACER DE HACER NADA


La siguiente conversación, con amigos o conocidos, se ha repetido unas cuantas veces desde que terminó la Semana Santa:

-Hola Pilar, ¿qué tal? ¿Qué has hecho estos días?

-Nada.

-¿Nada? Hombre, algo habrás hecho, ¿no?

-Bueno, sí, algo he hecho: descansar.

En todas las ocasiones he acabado contestando: “descansar” porque de esta manera el que pregunta se queda más tranquilo y deja de insistir, ya que imagina que para desconectar de la rutina he hecho cosas como pasear, salir a tomar algo, leer, ir de excursión, ver una película, visitar una exposición… Sin embargo, aunque estos días festivos he descansado, la mayor parte del tiempo no he hecho nada de eso.

Y es que en nuestra sociedad no hacer nada o, lo que es lo mismo, hacer nada, tiene mala prensa, el aburrimiento y la inactividad son vistos como algo muy negativo, de hecho, algunos padres, a modo de castigo, aíslan a sus hijos pequeños durante cierto tiempo en una habitación sin juguetes y sin ningún tipo de estímulo. De este modo, están transmitiendo a los niños que estar tranquilo y sin hacer nada es malo, en lugar de hacerles ver que aburrirse es placentero y una estupenda oportunidad para desarrollar su creatividad y su imaginación.

Cuando yo afirmo que no he hecho nada durante la Semana Santa, me refiero a que he dedicado la mayor parte de mi tiempo a estar tranquila, en calma, en definitiva, a aquietar la mente. Me he sumergido de lleno en el momento presente, en el aquí y el ahora, con el propósito de tomar más consciencia de todo: de mi propia existencia, de mi cuerpo, de mis pensamientos, de mis sensaciones, de mis emociones, de mis actos y de todo cuanto me rodea, ya sean cosas inertes o seres vivos.

Es un ejercicio que me gusta hacer porque me permite conectar con mi “auténtico yo”, ese que nada tiene que ver con logros ni con cualidades físicas o intelectuales, ni tampoco con creencias o sentimientos, ese “yo” que comparto con el resto de los mortales, que me une a ellos y que nos hace a todos iguales y valiosos. Tomar contacto con mi esencia hace que aprenda a quererme a mí misma sin condiciones, simplemente por el hecho de estar viva y de ser un ser humano.

Esta práctica introspectiva no solo favorece el autoconocimiento y el amor incondicional por nosotros mismos y por los demás, sino que también ayuda a relajar el cuerpo y a apaciguar la mente, estimula la creatividad y contribuye a la planificación de futuros proyectos.

Por desgracia, hoy en día estamos muy conectados con el exterior, pero estamos muy poco o nada conectados con nuestro interior. La vida tan ajetreada que llevamos nos distrae de lo verdaderamente importante, por eso conviene buscar momentos de soledad, silencio e inactividad, porque solo en esas condiciones es posible encontrar el bienestar interior, por cierto, mucho más placentero que cualquier distracción externa.

Yo os animo a que experimentéis el placer de hacer nada. Aunque he de deciros que si sois de los que siempre estáis buscando cosas que hacer para estar entretenidos, al principio permanecer desocupados os resultará algo desagradable, ya que os enfrentaréis a una molesta sensación de vacío y a la impresión de que estáis perdiendo el tiempo. Sin embargo, si permanecéis en esa situación, poco a poco, la incomodidad desaparecerá y surgirá el inmenso placer de descubrir vuestra propia naturaleza y de conectar con ella.


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