Empezamos haciendo sonar dos
palos… Y acabamos creando orquestas sinfónicas.
Inventamos la rueda… Y al final la
utilizamos para correr a 300 por hora.
Creamos el deporte para pasar el
rato… Y hoy es nuestra mayor pasión.
Querer siempre más es lo que nos
hace humanos… Y conseguirlo, algo que nos hace felices.
Este
texto forma parte de la última campaña
de una conocida compañía telefónica. Una vez más la sociedad, a través de
la publicidad, nos intenta trasladar el mensaje: “Más siempre es mejor, por
tanto, cuanto más consumas y más cosas tengas, más feliz serás”.
Querer siempre más no nos hace
humanos, aunque sí bastante más neuróticos. Si nuestra
filosofía de vida se basa en que para ser felices debemos conseguir más y más cosas
(materiales o inmateriales), no solo no alcanzaremos la felicidad, sino que
cada vez nos sentiremos más insatisfechos, ansiosos y deprimidos. El “más es mejor” nos aleja de la salud
mental, sin embargo, la “bastantidad” (necesitar muy poco para ser feliz) nos
acerca a ella.
Las
orquestas sinfónicas, los coches mega rápidos o las competiciones deportivas,
están muy bien, pero la humanidad no los necesita en absoluto. Conseguir este
tipo de cosas no nos convierte en humanos y mucho menos nos hace felices. Lo que nos hace humanos es nuestra
capacidad de amar y lo que nos hace felices es disfrutar de cosas tan sencillas
y divertidas como hacer música con dos palos, inventar algo como la rueda o
practicar deporte para pasar el rato.
Es
cierto que el progreso y el desarrollo han contribuido a que nuestra vida sea
más cómoda, pero estar cómodos no tiene
nada que ver con la felicidad, entendida ésta como paz interior o salud
mental. Lo que nos hará más felices no
es la comodidad, sino darnos cuenta a un nivel muy profundo de que necesitamos
muy pocas cosas y saber apreciar las oportunidades de disfrute que tenemos
al alcance de la mano.
No
obstante, la “bastantidad” no está
reñida con el progreso, todo lo contrario. Saber que necesitamos muy poco
para sentirnos bien, no implica
pasividad ni conformismo, ya que podemos tener una vida realmente activa, es
decir, fijarnos grandes metas y estar
implicados en multitud de proyectos de todo tipo (sociales, científicos,
personales…), que llevaremos a cabo simplemente porque nos apetece y porque nos
hacen disfrutar enormemente y no por necesidad. Paradójicamente, esta actitud hace que consigamos mejores
resultados que si es la obligación lo que nos mueve.
Prueba
de ello es Thomas Edison, quien desde muy pequeño sintió el deseo de ser
inventor. Sus padres, conocedores del entusiasmo que su hijo sentía por los
inventos, le habilitaron en el sótano de la casa un laboratorio donde el
pequeño Edison llevaba a cabo sus experimentos. Cuando llegó a la adolescencia,
comenzó a trabajar como telegrafista y buena parte de sus ingresos los destinaba
a continuar con su pasión.
De
sobra es sabido que hasta llegar a inventar la bombilla, Thomas Edison tuvo cientos y cientos de intentos fallidos, pero él
nunca abandonó su propósito porque amaba lo que hacía y disfrutaba
intensamente haciéndolo. Si, por el
contrario, se hubiera embarcado en ese proyecto motivado por la necesidad de
cambiar el mundo, de alcanzar prestigio o de pasar a la historia como un gran
genio, es posible que hubiera inventado la bombilla, pero sin disfrutar demasiado
del proceso y con una satisfacción poco
profunda y muy pasajera cuando lo hubiese conseguido.
En
definitiva, si valoramos la paz interior
y el amor por la vida por encima de cualquier otra cosa como la comodidad, el progreso, el
éxito, la justicia…, podremos
marcarnos ambiciosos objetivos que trataremos de alcanzar con entusiasmo,
sin presión y disfrutando del proceso. En cambio, si nos obsesionamos con alcanzar determinadas metas porque creemos que
de ello depende nuestra felicidad, perderemos la serenidad con
independencia de los resultados que obtengamos.
Qué difícil es, Pilar, recordar que necesitamos muy poco para ser felices. Somos unos yonkis de la necesidad, la material y la emocional.
ResponderEliminarUn abrazo
Cada vez que veo el anuncio, cambio de forma automática la frase final. En vez de "querer siempre más es lo que nos hace humanos" me sale "querer siempre más es lo que nos hace infelices". Sería interesante ver un anuncio donde dijeran: Este coche es fantástico, serías enteramente feliz sin él, no lo necesitas para sentirte pleno, ahora bien, si tienes que comprar uno, éste te da las prestaciones adecuadas ;-). Grácias Pilar por tu reflexión, ha sido muy oportuna.
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