sábado, 30 de enero de 2016

REFLEXIONES DE MONTSE ROVIRA: ¿CÓMO VES EL MUNDO?


La manera en que generalmente ves el mundo no es una representación fotográfica de cómo es, sino tu visión personal de él. Esta afirmación puede parecerte extraña dado que todos tendemos a pensar que hay una correspondencia perfecta entre la realidad que vemos y nuestra observación de ella, sin embargo tal correspondencia no suele existir de forma fehaciente. Por supuesto que hay una realidad objetiva, lo que sucede es que ésta la aliñamos con condimentos de cosecha propia de los que apenas somos conscientes.

​Esa inconsciencia es la que no nos hace dudar de que las cosas son en verdad como creemos verlas y por eso los psicólogos cognitivos insistimos tanto en que hay que tomar consciencia de nuestros pensamientos para darnos cuenta de cómo desfiguran la realidad.

Desde la Terapia Racional Emotiva Conductual este asunto ha sido estudiado a fondo y es uno de los cimientos de la TREC. Resulta que los seres humanos somos tan complejos que cogemos la realidad, la aderezamos conforme a nuestra forma de pensar, lo metemos todo en una coctelera, agitamos… y obtenemos una pseudo-realidad que creemos incuestionable simplemente porque es cómo nosotros la miramos.

¿Qué dice la TREC al respecto?

La TREC nos enseña que podemos distinguir distintos aspectos de una misma realidad, o mejor dicho, de lo que observamos, experimentamos o vivimos. Para delimitar el concepto “realidad” vamos a identificarlo con una situación o un hecho concreto, lo que en TREC se denomina una “A” (de “acontecimiento”). La “A” es el acontecimiento activador o estímulo que tras un proceso mental convertiremos mágicamente en el origen de nuestro estado de ánimo.

Pongamos por caso que ves a tu vecino Pedro caminando por la calle. Tú estás sentado en un banco y él camina hacia donde estás tú. Si no cambia de dirección pasará delante de ti en unos instantes. Tú le miras mientras le ves acercarse, pero él a ti no. Cuando llega a tu altura pasa de largo sin saludarte.

En este escenario del acontecimiento (“A”) distinguimos los siguientes aspectos:

1. “A objetivo”: es lo que se ve si miramos la escena desde el objetivo de una cámara. Este aspecto de “A” es ratificable por otra persona, es decir, cualquiera que esté observando la escena dará la misma descripción. Si le preguntaras a alguien que ha visto lo que tú estás viendo, ambos coincidiríais en el “A objetivo”. Esa otra persona a la que podrías preguntar no conoce a Pedro y no sabe que es tu vecino así que en el ejemplo propuesto el “A objetivo” es: un hombre camina por la calle. Se le llama “A objetivo” porque es una descripción neutra o impersonal de la realidad.

2. “A subjetivo”: es lo que tú crees que está pasando. Es tu percepción del “A objetivo”, de manera que distintas personas podrían dar distintas interpretaciones. Yo no sé cuál es tu “A subjetivo” pero puedo aventurarme y poner como ejemplo que una percepción tuya del hecho podría ser: “Ahí viene mi vecino Pedro caminando a paso ligero”. “A paso ligero” añade al suceso una valoración del mismo con la que ya no todo el mundo podría estar necesariamente de acuerdo. Podría ser que tú consideres que camina a paso ligero porque va más rápido que tú cuando caminas; o bien porque siempre que le has visto caminar lo hacía más despacio que hoy. Otro observador podría decir que el ritmo de Pedro es normal (normal según su criterio subjetivo de normalidad en cuanto a la velocidad del paso); por los mismos motivos otro diría que va muy rápido. En cualquier caso, siempre se trata de valoraciones a las que podríamos formular preguntas del tipo: “¿Ligero respecto a como camina siempre? ¿Ligero comparado a cómo caminas tú? ¿Más ligero que el resto de peatones?”, etc.

3. “A inferencial”: es tu conclusión en relación a la escena. Esa conclusión viene aderezada previamente con tu “A subjetivo”, de modo que yo tampoco puedo saber cuál es tu “A inferencial”. Una vez más, para seguir con el ejemplo puedo hipotetizar que tu “A inferencial” es: “Mi vecino Pedro está molesto conmigo”. Podría ser cualquier otra, pero utilicemos esta para ver cómo podrías haber llegado a ella. Inferir es sacar una consecuencia o deducir algo de otra cosa (RAE). En el ejemplo citado podrías haber establecido esa inferencia mediante el siguiente proceso:

Pedro camina por la calle => Pedro viene hacia mí => Camina a paso ligero => Cuando llega a mi altura no me saluda => Pedro está molesto conmigo.

Es posible que para llegar a esa conclusión hayas entrado en la mente de Pedro y con tus poderes adivinatorios incluso sepas lo que él pensaba durante su trayecto:

“Ahí está mi vecino. No quiero saludarle. Voy a aligerar el paso y evitar su mirada para que crea que no le he visto”.

Naturalmente esta es sólo una opción, pero hay muchas otras, tantas como inferencias se te ocurran.

Este pequeño ejemplo pretende ilustrar que vamos por la vida con una especie de lente amplificadora con la que “vemos” supuestas realidades que a veces ni siquiera existen. La llamo “amplificadora” porque lo que suele hacer es amplificar tus expectativas previas. Esa lupa con la que miramos distorsiona la realidad y esas distorsiones vienen determinadas por nuestras creencias.

Siguiendo con el ejemplo, es muy probable que tu inferencia te cause una emoción negativa que puede ser de tristeza, enfado, decepción, sorpresa, angustia, etc. por lo que tú consideras “el hecho real de que Pedro no haya querido saludarme”. La consecuencia anímica de esa visión tuya puede a su vez provocar una consecuencia conductual. Es posible que cuando te encuentres de nuevo con tu vecino te sientas incómodo, o que te dirijas a él increpándole por no haberte saludado, o que a partir de ahora le evites, o cualquier otra respuesta según sea tu modo de responder ante la emoción que sientes.

Si observaras únicamente el “A objetivo” no tendrías consecuencias anímicas desagradables ni las posteriores respuestas conductuales con Pedro. ¡Eso no implica que no pienses algo concreto! Podrías, -por ejemplo-, decirte a ti mismo: “Ahí viene Pedro. Debe ir con prisa porque ni siquiera me ha visto”. En este caso también has incorporado un “A subjetivo” al pensar que va con prisa, incluso al pensar que no te ha visto. Pero como no has hecho ninguna inferencia sobre su ausencia de saludo, no experimentas una consecuencia emocional. Es decir, no has elaborado pensamientos que te produzcan malestar. Lo que nos lleva a la conclusión de que si te sientes mal no es porque Pedro no te ha saludado, sino por lo que tú has pensado sobre eso.

Ahora volvamos a tu inferencia inicial: “Mi vecino Pedro está molesto conmigo”. Pedro se aleja y tú te quedas sentado en el banco con tus emociones haciendo chup-chup. A partir de aquí tu mente empieza a buscar evidencias de que tu conclusión es verdadera: “el otro día en la reunión de la comunidad ya parecía distante conmigo”, “¿será que está ofendido porque no le dejé la caja de herramientas que me pidió?”, “le dije que podía dejársela si me la devolvía esa misma tarde y me miró de forma rara”, “seguro que es por eso”… y así podrías continuar con una larga letanía de pensamientos que poco a poco van otorgándole convicción a la idea de que Pedro está molesto contigo. A fuerza de repetir tu pensamiento conviertes en realidad lo que piensas, en realidad para ti, por supuesto. Es probable que vuelvas a casa rumiando sobre lo estúpido que te parece tu vecino. Hasta puede que le digas a tu mujer: “¡No te vas a creer lo que acaba de pasarme, me he encontrado con Pedro y me ha girado la cara!”.

Naturalmente Pedro no tiene ni idea de la película mental que has montado mientras estabas sentado en el banco y durante tu trayecto a casa. Cuando a la mañana siguiente te lo encuentras en el rellano, te saluda efusivamente. Tú le miras perplejo. Él empieza una conversación animada sobre un tema intrascendente y te das cuenta de que actúa con total naturalidad. Te atreves a decirle que no te saludó el día anterior a pesar de haber pasado a tu lado y él te responde con una gran sonrisa: “¡No te vi! La próxima vez salúdame tú, hombre!”.

“Mira a ver lo que ves” con tu lupa mental. Observa lo que piensas cuando te sorprendas haciendo inferencias, sacando conclusiones equívocas acerca de hechos que no tienen responsabilidad alguna sobre tus emociones. Mira qué estás pensando que te hace sentir mal. Vacía la realidad objetiva de interpretaciones subjetivas preguntándote: ¿Qué vería otra persona si mirara esta escena desde el objetivo de una cámara? Esta simple pregunta te ayudará a no realizar inferencias absurdas. Evitarás innumerables malos entendidos en tus relaciones y sobre todo, mantendrás tus emociones en un saludable estado de bienestar si sueltas la lupa que inflama tu visión del mundo.

Montse Rovira


3 comentarios:

  1. Empece a ver su blog y sus publicaciones me hacen sentir mejor no me daba cuenta que la solución a los problemas esta dentro de cada uno buen aporte y gracias por tomarse la molestia un saludo.

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por seguirnos Javier!!!
    Un fuerte abrazo

    ResponderEliminar
  3. ¡Más que interesante!
    Cesc Moreno
    http://vidasaludableideas.blogspot.com.es/

    ResponderEliminar