Podríamos decir que madurar emocionalmente es hallar la fuente interior de bienestar que nos ayuda a vivir de manera más plena y feliz. Pero
no confiemos en que el mero paso del tiempo, por sí solo, nos convierta
en personas psicológicamente maduras. Envejecimiento
y crecimiento personal no tienen por qué ir necesariamente de la mano, es
decir, no cabe esperar que una persona
joven deje de ser neurótica simplemente porque vaya cumpliendo años. Lo más
probable es que continúe siendo igual de neurótica (o incluso más) cuando
llegue a la vejez, ya que cada vez se
arraigarán más sus neuras.
Es
cierto que a medida que nos hacemos mayores, vamos acumulando más conocimientos
y experiencias. Sin embargo, los
conocimientos no aportan sabiduría, solo cultura, y las experiencias
únicamente nos servirán para crecer y fortalecernos si las empleamos como
instrumentos para ello. Más que la cantidad de experiencias que vivamos, lo
verdaderamente relevante es lo que hagamos con ellas. De nosotros depende ver en cada situación, en
cada obstáculo y en cada acontecimiento, un maestro que nos guíe en el camino
hacia la madurez.
A
continuación detallo algunas características
propias de las personas emocionalmente fuertes y maduras:
-Se
aceptan incondicionalmente a sí mismas como seres imperfectos, aunque eso no
quiere decir que no deseen mejorar en algunos aspectos, pero no lo harán porque
lo consideren una necesidad imperiosa ni por lograr desesperadamente la
aprobación de los demás.
-Se
tratan bien a sí mismas, es decir, no se autodesprecian ni se autocompadecen ni se culpabilizan.
-Aceptan
a los demás incondicionalmente, comprenden que todos fallamos y que no es
preciso ser tratados con consideración y respeto todo el tiempo.
-Otorgan
a todos los seres humanos exactamente el mismo valor.
-No
se enrabietan cuando las cosas no salen como les gustaría. Aceptan el mundo tal
cual es y después, desde la serenidad, trabajan para cambiar aquellas cosas que
nos les agradan y que están en su mano cambiar.
-Fluyen
con la vida porque aceptan que tanto la incertidumbre como la impermanencia
forman parte de la existencia.
-Apenas
se alteran emocionalmente, solo en contadas ocasiones puede experimentar
ansiedad, estrés, depresión, ira, odio, vergüenza, culpa…, pero no suelen
perturbarse por sentirse mal.
-Se
responsabilizan de su estado emocional y no culpan ni a los demás ni al mundo
cuando sienten malestar.
-Les
invade una casi permanente alegría de vivir.
-Son
capaces de disfrutar con entusiasmo, en libertad y sin miedo de todo lo que les
brinda la vida.
-Gozan
intensamente y sin dependencia emocional de sus relaciones con los demás.
-No
les asusta ni la soledad ni el aburrimiento, de hecho, disfrutan enormemente de
los momentos en los que se encuentran solos sin hacer nada, porque apaciguan la
mente, descansan el cuerpo y estimulan la creatividad.
-Carecen
de necesidades inventadas o exigencias, sin embargo suelen tener muchos deseos,
intereses y proyectos.
-Evalúan
correctamente todo lo que les sucede, por lo tanto, no exageran negativamente
las adversidades que se les presentan y las afrontan de manera constructiva.
-Lejos
de castigarse por cometer errores, encuentran en ellos excelentes oportunidades
de crecimiento.
-Aprecian
y agradecen todo lo que tienen en su vida, y no pierden ni tiempo ni energía en
lamentarse por lo que no tienen.
-Se
ocupan de las cosas, pero rara vez se preocupan por ellas.
-Su
escala de valores está encabezada por el amor a la vida y a los demás.
-Se
centran en el momento presente y no se atormentan por lo que ocurrió en el
pasado ni se preocupan por lo que sucederá en el futuro.
-Saben
que la felicidad está en el aquí y el ahora, no en el futuro cuando consigan lo
que desean.
-Se
sienten en armonía con la naturaleza, aprecian todo aquello que la integra y
son conscientes de que forman parte de ella.