Dentro de mis
salidas de Running , la que más me gusta sin duda alguna es quedar a correr los
domingos a las 9 de la mañana por el monte. Nos juntamos de 15 a 20 corredores
del club y solemos dividirnos entre dos o tres rutas diferentes según las ganas
que tenga cada uno de correr más rápido o de hacer circuitos de senderos más
técnicos.
El último domingo
me decidí por ir con los del grupo de trail que tenían pensado un circuito de
18 kilómetros de bastante dificultad técnica. Ni que decir tiene qué fue
bastante durillo porque mientras que en las cuestas cogía a algunos corredores
en las bajadas corría como los patos y me adelantaban prácticamente
todos.
Además tuve dos
caídas y se me quedaron las piernas y los brazos como si hubiera entrado en la
jaula de un tigre a sacarle una muela.
Hubo una chica
que creía firmemente en la igualdad y también tuvo una caída aparatosa , así
que no tuve más remedio que darla las gracias por haberme hecho sentir menos
inútil de lo que me sentía en esos momentos.
Al final en los
últimos 5 km , en los que no había tanto senderito , di todo lo que tenía y quedé
en la mitad del grupo . Siempre conviene tener a alguien más lento a tu lado
por si aparece algún jabalí.
Una de las cosas
por las que me encanta el running en el monte es por la sensación de libertad
de poder contemplar la naturaleza a la vez que corres y hablas con los amigos
en los primeros km .Una vez vas calentando puedes esforzarte lo que quieras y
en los últimos kilómetros termino exprimiendo todas mis fuerzas. Al final
llegas exhausto pero te queda una sensación de bienestar increíble y el café te
sabe de cine porque te lo has ganado.
Pero muchas veces
noto que cuando corro circuitos poco técnicos me pongo en modo de piloto
automático.
En ese momento la
cabeza empieza a pensar en el trabajo , la familia, en Donald Trump..o en
cosas del futuro que probablemente nunca suceda y al final sino estás atento ,
te dejas atrapar por todos esos pensamientos y te terminan arruinando la
carrera.
En esta ocasión y
tras dos caídas lo de prestar atención a prestar atención cobró todo su
significado para mí. No me molestaron para nada los arañazos (bueno sí ,
pero en el orgullo) .
No hacía
más que fijarme en levantar más las piernas para no tropezarme con las piedras
, en cuidado con las ramas, atento a las bajadas, no pierdas al penúltimo que
no te conoces este camino...
Durante casi 2
horas estuve tan atento a lo que hacía que no me vino casi ningún pensamiento.
Y si venía alguno enseguida se marchaba porque en ese momento bastante ocupado
estaba con no descalabrarme .
Me sentí como las
personas que les encanta los deportes de riesgo tipo montañismo, carreras de
motos... con sensación de peligro, pero lleno de vida.
Al final , lo que
disfrutamos y vivimos está en el aquí y en el ahora .
Cuando nos
olvidamos de nuestro cerebro , dejamos de sufrir .
Porque en
realidad la mayor parte del sufrimiento no es por la circunstancia externa que
nos haya tocado sino por la película mental que nos crea nuestra cabeza cuando
le da la gana.
Muchas veces
cuando programamos una actividad : un paseo, un viaje , una comida familiar...
nos ponemos a pensar en cosas que no vienen a cuento en ese momento y nos
arruinamos el día nosotros solitos.
No digo que sea
fácil, pero nos iría todo mucho mejor si estamos atentos a una sola cosa a la
vez. Los asuntos o problemas que tengamos seguirán estando pero nos
podremos ocupar de ellos en el aquí y ahora del futuro que
corresponda.
Dicho esto,
dentro de dos semanas tengo programado un viaje al extranjero con unos amigos
también de este grupo así que será mejor que el próximo fin de semana me decida
por un circuito menos técnico. Porque como me haga un esguince o me rompa algo
y les fastidie el viaje por Sofía me parece que me voy a sentir más seguro en
la jaula del tigre que con ellos.