domingo, 1 de marzo de 2015

REFLEXIONES DE JULIO: LA LECCIÓN


En aquellos días de principios de los 90 todo el mundo en nuestro barrio hablaba del nuevo centro de desintoxicación que iban a construir al lado de nuestra casa.

La mitad de los vecinos estaban cabreadísimos con miedo y la otra mitad tenía mucho miedo sin cabreo. Yo como era pequeño, solo escuchaba, sin saber muy bien que pensar. Oía quejas y críticas y todos hablaban del Apocalipsis que se nos venía encima… y yo comenzaba a tener miedo. Porque el miedo, igual que el odio, es muy contagioso. Mi vecina de al lado y madre de mi mejor amigo, decía algo así como;

-          Ese centro va a traer drogadictos, delincuentes, borrachos… que miedo que miedo, no vamos a poder salir de casa, ¿por qué lo traen aquí? ¿Es que no vamos a poder vivir nunca en paz?

Yo oía esto y me asustaba ¿Nos robarían? ¿Nos secuestraría? ¿Nos matarían? ¡Aquellos drogadictos eran gente muy peligrosa!

Entonces escuchaba a mi madre y me tranquilizaba un poco;

-          ¿Y que quieren hacer con esos chicos? Habrá que apoyarles. No entiendo a nuestros vecinos. Si cualquiera de nuestros hijos puede caer en la droga. ¿No debemos apoyarles?

Con estas palabras mi madre inconscientemente, sin saberlo, sin darse cuenta, me estaba transmitiendo la mayor lección de mi vida, y no era solo la lección de que hay que apoyar al otro, no, era algo más. Mi madre, en el fondo, me estaba diciendo lo más básico para la vida y para con el otro;

-          No tengas miedo hijo, no tengas miedo.

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