jueves, 12 de enero de 2012

CARTAS RACIONALES DESDE LA CONSULTA MÉDICA: NUNCA ES TARDE PARA ELVIRA

Elvira acudió esta mañana a la consulta. Tiene 89 años, vive sola, superó hace dos años la muerte de su marido. Se estaba recuperando de una enfermedad. Su aspecto había mejorado, se movía con más soltura y su voz tenía un tono más decidido. Le comenté que le veía mejor y me respondió "Sí, me encuentro mejor de salud, pero hoy es un mal día". 


En el rellano vivía de alquiler una pareja joven de arquitectos. No tenían trabajo y habían decidido emigrar a Suecia. Hoy era el día de la partida. Eran los padres de Nadia, una niña de siete años. Elvira le vió nacer y la cuidó cuando sus padres ocasionalmente se la confiaban. "Hoy es un día para estar en la cama llorando y he venido para que me dé unos tranquilizantes." 


Elvira tenía mucho cariño hacia a Nadia y estaba segura que debido a sus 89 años hoy la vería por última vez. Pensaba que era horrible que una niña a su edad tuviera que dejar la escuela, sus amigos, su país para convertirse en una emigrante. Era injusto que unos padres arquitectos no tuvieran trabajo aquí y que la niña resultara tan perjudicada. Empezó a quejarse de cómo está el mundo hoy en día. Jamás había visto tanta decadencia e incertidumbre y esto le provocaba impotencia e indefensión. Entre sollozos aseguraba que antes las cosas no eran así,  mientras intentaba rescatar un pañuelo con sus iniciales del fondo del bolso para secarse las lágrimas.  


Le pregunté cómo eran las cosas antes. 


Elvira me dijo que la guerra estalló cuando ella tenía catorce años. Vivía en el centro de la ciudad. Había visto morir decenas de personas a punta de fusil en el portal de su casa. Los bombardeos rompían los cristales y desencajaban todas las puertas y ventanas de su casa. Cuando sonaban las sirenas que alertaban de la llegada de la aviación le entraba una especie de excitación que se concentraba en su pecho y le hacía repetirse a sí misma que no le podía pasar nada malo. Durante la posguerra hubo problemas de suministro de alimentos y  el sustento no estaba asegurado todos los días. 


A pesar de todo ello Elvira consideraba que fué feliz en esas circunstancias. Se casó, trabajó de dependienta en una mercería y su familia prosperó. Tenía claro que una cosa era lo que estaba ocurriendo y otra su vida personal. Tuvo una hija y una nieta. Ambas estudiaron en el extranjero. Su nieta tiene veintiséis años y después de hacer la carrera en Inglaterra ahora reside en Australia. Cada día hablan un ratito a través del ordenador, le ha contado que pronto irá a vivir con su pareja. Elvira cree que está muy bien y que su nieta no tiene porqué volver ya que su vida profesional y afectiva está en otro lugar. Han pasado juntas estas navidades y le ha gustado mucho. 


Le volví a preguntar que se decía a sí misma ahora acerca de la situación de Nadia. 


Elvira decía que Nadia tenía suerte de estar con sus padres y que seguirían unidos. Si habían decidido ir al extranjero era porque tenían trabajo y nuevas oportunidades. Pensó que la niña conocería una nueva cultura y que hablaría idiomas de forma natural, como le había ocurrido a su propia nieta. Ya no le daba tanta importancia al futuro de la niña. Medio en broma comentó que tal como están las cosas, si Nadia acababa tocando la guitarra en un tablao flamenco en Estocolmo y se sentía bien, tampoco sería ningún problema. Ser arquitecto como sus padres no le garantizaba la felicidad. 


Durante la conversación, a Elvira empezaron a entrarle las prisas. De repente no quería llegar tarde. Se le acababa de ocurrir que estaba a tiempo de volver a casa para asegurarse de que la pareja tenía su teléfono para que le llamaran y saber que habían llegado bien. Les explicaría que se puede hablar gratis por el ordenador. Como vive sola también quería ofrecerles su casa por su algún día volvían de visita. 


Se olvidó del motivo que la hizo acudir a la consulta que eran los tranquilizantes para pasar la tarde en la cama durmiendo.


 A Elvira ya no le parecía tan horroroso lo que estaba ocurriendo. Al cambiar su pensamiento se modificaron sus emociones, no se sentía tan angustiada y con ganas de llorar. Veía de otra forma el futuro de la familia que tanto le preocupaba. También cambió su comportamiento ya que el plan de echarse en la cama y dormir a base de tranquilizantes se transformó en una actitud activa de preparar el adiós, organizar futuros contactos y ofrecer su casa. 


Elvira cumplirá 90 años el mes que viene, seguramente llegó a tiempo para despedirse de Nadia y su familia como había decidido. Aprendí que quizás nunca sea tarde para mejorar nuestra manera de pensar, sentir y comportarnos.


Gabriel

3 comentarios:

  1. Muy bonita esta historia para hacernos reflexionar sobre que, el cambio de actitud y pensamiento puede mejorar nuestra vida!!
    Gracias una vez más!!

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  2. Ánimo a Elvira, aunque no le hace falta, tiene una mente envidiable. Bonita historia, gracias por comunicarla!

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  3. Delicioso relato...
    Muchisimas gracias por compartirlo con todos nosotros y hacernos reflexionar sobre la importancia de las "cosas"...
    Hacía tanto que no pasaba por aquí...que me ha sabido a gloria!
    Un saludo
    Nuria

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