sábado, 13 de febrero de 2016

REFLEXIONES DE PILAR G.VADO: EL MIEDO A FALLAR EN EL TRABAJO



Es frecuente encontrar a personas que persiguen el éxito profesional porque han caído en la trampa de creer que dicho éxito les convertirá en personas más valiosas y felices. Este tipo de personas llevan realmente mal el hecho de cometer un error y, en consecuencia, no lograr el reconocimiento y la aprobación de los demás. Con esta forma de pensar, en su camino hacia el éxito, lo que seguro encontrarán son algunos problemas emocionales como estrés, ansiedad e incluso depresión.

Es bueno aspirar a realizar un buen trabajo, pero empeñarse en alcanzar la perfección a toda costa es una batalla perdida de antemano, puesto que es ir tras un imposible; en algún momento, irremediablemente, todos nos equivocaremos. Por tanto, no hay que terribilizar el hecho de meter la pata, ni cuando lo hace uno mismo ni cuando lo hacen los demás, porque eso no conduce a nada. Es preferible rectificar el error y aprender del él, pero sin mortificarnos porque, en realidad, un error deja de ser algo negativo en el momento en que nos permite aprender y avanzar hacia nuestros objetivos.

No es cierto, como piensan las personas autoexigentes, que cuando se equivocan los demás los acusen de ser inútiles y pésimos profesionales de los que nunca más se podrán fiar, eso sucedería si en el 100% de las cosas que hiciesen en el ámbito laboral estuviesen mal, cosa que dista mucho de ser verdad. Nadie hace todo bien o todo mal, por tanto, es conveniente fijarse no solo en los errores (propios o ajenos), sino también en aquellas cosas que todos y cada uno de nosotros hacemos bien.

Lejos de lo que, en principio, pueda parecer, pretender ser perfectos, buscar la aprobación de los demás y temer equivocarse no es nada funcional y no nos beneficia en absoluto. Imaginad a un neurocirujano con miedo a cometer un error en la mesa de operaciones, no quiero ni pensar en cómo le temblaría el pulso en cada intervención, esa ansiedad le impediría llevar a cabo sus operaciones con éxito.  Si nos ocupamos más de lo que tenemos entre manos y nos preocupamos menos por los resultados, trabajaremos sin tensión y los resultados, paradójicamente, serán mejores.

Hay un proverbio oriental que dice: “Cuando el arquero dispara gratuitamente, tiene con él toda su habilidad. Cuando dispara esperando ganar una hebilla de bronce, ya está algo nervioso. Cuando dispara para ganar una medalla de oro, se vuelve loco pensando en el premio y pierde la mitad de su habilidad, pues ya no ve un blanco, sino dos. Su habilidad no ha cambiado pero el premio lo divide, pues el deseo de ganar le quita la alegría y el disfrute de disparar. Quedan apegadas allí, en su habilidad, las energías que necesitaría libres para disparar. El deseo del triunfo y el resultado para conseguir el premio se han convertido en enemigos que le roban la visión, la armonía y el amor”.

En definitiva, debemos ocuparnos de desempeñar el trabajo con entusiasmo, de la mejor manera posible y tratando de mejorar y aprender cada día, pero no tenemos que preocuparnos porque nuestro trabajo no sea perfecto (nunca lo será), ni porque nuestros jefes o compañeros puedan no tener una buena imagen de nosotros (por muchos méritos que hagamos, su opinión se escapa de nuestro control), ni porque fallemos alguna vez (tarde o temprano lo haremos).

No debemos olvidar que nuestra valía no radica en lo que hacemos, en lo que logramos o en lo que los demás piensan de nosotros, sino que somos valiosos simplemente por nuestra condición de ser humano, con virtudes, con defectos, pero sobre todo, con una gran capacidad de amar.



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