Ayer fui con mi
hermana a ver a mis padres a su casa. Nada más llegar, salió el tema que en
estos momentos nos tiene a todos en vilo: el coronavirus.
Tanto mi hermana
como yo, un poco preocupadas por ellos porque los dos tienen ya más de ochenta
años, empezamos a recordarles todas las recomendaciones que nos llegan continuamente
desde los medios de comunicación: que tienen que lavarse la manos con
frecuencia, que salgan a la calle solo cuando sea imprescindible, que mantengan
con todo el mundo la distancia de seguridad, etc., etc.
También nos
ofrecimos para ir al supermercado y comprar todo lo que necesitaran, les
comentamos que podríamos llevarles la compra a casa y así evitar que ellos
tuvieran que salir.
Tras escuchar todos
nuestros consejos y propuestas, nos miraron y desde la más absoluta entereza y
serenidad afirmaron: “Tendremos cuidado, pero no os preocupéis por
nosotros, no tenemos miedo. Somos mayores y si no es por este virus, nos
moriremos de cualquier otra cosa”.
Poco
pudimos añadir a esas sabias palabras, con ellas nos dieron una auténtica
lección de pensamiento racional, de lo que significa afrontar las
circunstancias con aceptación y de lo que supone vivir fluyendo con la vida.
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