Hoy,
como cada año, se celebran multitud de
actos reivindicativos con motivo del Día Internacional de la Mujer. Si
echamos la vista atrás, da la sensación de haber avanzado mucho, sin embargo, viendo
este cartel de MANOS UNIDAS, resulta
sorprendente que quede tanto camino por recorrer,no solo en cuanto al
machismo, sino también en cuanto a la xenofobia, el clasismo, la homofobia…
Esto
tiene mucho que ver con la gran confusión
de valores que sufre la sociedad actual y que está en la base de toda división
social. Si no se modifica la escala de valores, de poco servirán las
manifestaciones, las luchas, las huelgas, las campañas o las ONG. Luchar contra los problemas de la
humanidad no los resolverá, es como pretender
que una casa deje de estar anegada achicando agua, pero sin arreglar la rotura
de la tubería causante de la inundación. Si no vemos que el problema no es el
agua, sino la tubería rota, la situación persistirá.
La tan perseguida
igualdad de responsabilidades, de oportunidades y de derechos se daría de
forma natural si todos valorásemos a las
personas por ser seres humanos, estar vivos y por su capacidad de amar, por encima de la raza, el género,
la nacionalidad, la clase social, la orientación sexual... Así, estos aspectos serían
tan solo detalles que aportarían
diversidad a la especie humana y que enriquecerían las relaciones personales.
Sin
embargo, sucede lo contrario, destacamos
los rasgos anecdóticos que nos diferencian por encima de lo que nos hacen
iguales y humanos.En consecuencia, perdemos
tiempo y energía comparándonos con otros, compitiendo, esforzándonos por
demostrar que podemos hacer las mismas cosas que los demás y que valemos lo mismo
(o más) que ellos. Esto implica que existan mejores-peores, buenos-malos,
superiores-inferiores…, es decir, que se acentúen aún más las diferencias.
Buscar la igualdad desde la diferencia
resulta bastante absurdo
porque en lo superficial, afortunadamente, no somos iguales y nunca lo seremos.
La vida sería muy aburrida si todos
poseyéramos idénticos rasgos, habilidades y cualidades.
La lucha por la igualdad desde una
perspectiva que pone la atención en lo trivial y que niega la auténtica igualdad del
ser humano,podrá conseguir muchas mejoras pero no impedirá que siganexistiendotiranteces, tensiones, conflictos,
enfrentamientos...
Creemos
que el mundo se cambia desde el exterior, que ha de ser el sistema el que establezca la paz, la justicia y la
igualdad, así nosotros eludimos nuestra
responsabilidad, sin embargo, la sensibilidad no puede
despertarse por la fuerza.
Para que cualquier cambio sea auténtico
y produzca los efectos esperados, ha de ser gestado desde dentro y no ser
impuesto desde fuera,
es decir, es necesaria una
revolución interna e individual en nuestra forma de concebir al ser humano para que surja una transformación del sistema.De otro modo, sería como restaurar con
una simple mano de pintura un mueble carcomido, su apariencia mejorará pero el
interior seguirá dañado.
Supondría
un instrumento esencial para un cambio real
tomar consciencia de los valores sociales existentes, cuestionar su validez y transmitir
a las futuras generaciones unos nuevos valores que contribuyan a alcanzar
objetivos personales de felicidad (menos ansiedad, resentimiento, depresión, frustración…) y
sociales de integración (menos marginación, discriminación, confrontación, desigualdad...).
Frases
como: "María, si te apasiona el fútbol, juega al fútbol” o “Juan, si te
gusta el color rosa, ponte una camiseta de ese color”, no bastan para
fomentar la igualdad, porque con ellas los niños se pierden en lo superficial. Se trata de trascender las diferencias
insignificantes y de hacer vera María y a Juan que son diferentes en muchos
aspectos, que no tienen por qué ser iguales y que sus rasgos no les hacen
mejores o peores personas.
Es
fundamental inculcar a los más pequeños
que nos es importante que sean o no capaces de realizar exactamente las mismas
cosas que los demás, que tengan gustos distintos o similares, que consigan o no
los mismos logros o que posean habilidades diferentes o parecidas, que lo realmente importante es que tienen
algo en común que les define como seres humanos y que les hace valiosos: su
capacidad de apreciar la vida, de disfrutarla, de jugar, de compartir, de amar
a los demás, de colaborar con ellos...
Quizá algún día la sociedad esté formada
por seres humanos íntegros,
que no juzguen en su totalidad a los demás poraspectos concretos, que
consideren y respeten a todos por igual, y que reconozcan a la humanidad como
un todo,solo entonces emergerá una
igualdad real y efectiva inspirada en la paz y el amor. Mientras no sea así,
seguiremos luchando para conquistar una pseudoigualdad inspirada
en la rabia y en la indignación, que pone el foco en las diferencias y que
genera más desigualdad.
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