En los sucesivos libros de Rafael Santandreu y de otros autores, hemos conocido ejemplos de
fortalezas emocionales que nos han llenado de admiración y nos han servido de
modelos para tratar de parecernos a ellos.
Al principio eran personajes de otros
países: Stephen Hawings, Cristofer Reeve, Nick Vuijick...y nos parecían todo
un ejemplo, pero como muy lejanos, como si fueran del planeta Kripton.
Mas tarde conocimos gente mas cercana: Paul Casal, Daniel Stix o el recientemente fallecido Pablo Raéz, al que deseo
hacer un especial homenaje porque además de ser seguidor suyo, potenció de
forma increíble la donación de médula, lo que puede salvar muchas vidas en el
futuro. Y notaba con estos ejemplos que a más cercanía, mejor puedes seguirlos y su efecto de
modelaje era más potente.
Hace un año leí un libro muy
recomendable llamado ¡Qué no te acojone la vida! de un paisano mío llamado
Julio Justo de la Rosa. Como el mismo dice es
una biografía, una novela y un libro de autoayuda.
Trata de la vida de un enfermo de
poliomielitis que nació hace 60 años en Dueñas, a 16 km de Palencia pero que a
pesar de su discapacidad ha sido capaz no sólo de desarrollar su vida
profesional (menos de astronauta ha hecho de todo) sino de que nos da un
ejemplo de fortaleza y unas reflexiones en sus páginas, que hasta te quita un
poco el miedo de acabar en silla de ruedas.
Podría destacar bastantes enseñanzas
pero de entre ellas finalmente he escogido la de que cuando tenemos
una adversidad, tarde o temprano, el universo nos compensa, muchas veces con un regalo mayor al infortunio.
Primero me gustaría distinguir entre
problemas y asuntos que manejar. Problemas lo llamaría a lo que por
ejemplo tienen los pacientes discapacitados psíquicos que me toca atender
cada seis meses con anestesia general en el hospital al no poder
hacerlo de forma ambulatoria. O a enfermedades
físicas extremas, perder un hijo... Casi todo lo demás son asuntos que si
contamos con las herramientas adecuadas podremos manejar como nos cuenta
Julio en sus diversas partes de su vida.
Según nos relata, al sufrir la
adversidad, sintamos dolor ( somos humanos) o estemos en la
oscuridad sin ver la luz del túnel, lo primero que tenemos que
aplicarnos es el refrán de que no hay mal que 100 años dure. En segundo lugar tenemos que cambiar
el chip de modo queja y en lugar de hacernos la pregunta de ¿Por qué me
sucede esto?, preguntarnos ¿Para qué me sucede esto? ¿Qué enseñanzas puedo
sacar de esta adversidad? Esto sería modo aceptación. Porque como nos explica en su libro,
lo qué viene conviene. Y si aprendemos a aceptar solo nos queda esperar la
compensación del Universo, La Fuente , Dios , La Naturaleza...qué en muchas
ocasiones es mayor que el infortunio que lo ha originado.
Eso sí, la compensación no es
automática y como pasa un tiempo muchas veces no asociamos de dónde
procede. Hay que aclarar que el Universo
devuelve lo que entregas , abundancia o escasez.
En su libro Julio nos
cuenta montones de ejemplos de que cuando ha perdido dinero, salud o amor
ha sido recompensado en su vida y fortalecido emocionalmente . De forma
que no debemos tener miedo a perder salud, angustiarnos por el trabajo o
sentirnos en la miseria tras una separación.
Como diría mi amiga Ana "Calma en
el alma... que la vida de encarga de explicar las cosas, que hoy, no tienen
sentido .
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