Recuerdo que en la
película "El guerrero pacífico", basada en la novela
autobiográfica de Dan Millman “El camino del guerrero pacifico”, Sócrates, el
personaje que interpreta Nick Nolte, lleva a Dan, el protagonista, a la montaña
para enseñarle algo pero sin desvelarle de qué se trata. El chaval camina durante tres
largas horas entusiasmado igual que un niño la noche de Reyes, esperando
contemplar algo mágico al final del camino.
Agotado por la larga
caminata, Dan pregunta cuánto falta para ver eso tan maravilloso, entonces
Sócrates se detiene de repente señalando una pequeña piedra en el camino,
mientras le dice, improvisando, que eso era lo que quería enseñarle. Dan
decepcionado, se queja de haber hecho esa larga excursión para nada. Lo que Sócrates pretendía que el
chico aprendiera es que lo que aporta la felicidad es el viaje, no el destino.
Muchas veces, como
le pasaba al protagonista de la película, pensamos
que cuando consigamos nuestros objetivos seremos felices y eso precisamente nos
impide disfrutar de todo aquello que ya tenemos a nuestro alcance. Creemos
que lograremos la felicidad cuando terminemos nuestros estudios, o cuando
consigamos el trabajo de nuestros sueños, o cuando encontremos pareja, o cuando
tengamos un hijo, o cuando nos jubilemos, o cuando nos toque la lotería... No
nos engañemos, nada de eso nos hará felices si no lo somos ya, no perdamos el tiempo buscando
fuera lo que ya tenemos dentro.
Si tenemos la mala
costumbre de fijarnos solo en lo que no poseemos o en aquello que no nos va
todo lo bien que nos gustaría, jamás lograremos la felicidad porque siempre
surgirán problemas o circunstancias que harán que nuestra vida no sea perfecta,
pero tampoco necesitamos que
todo lo que nos rodea nos sea favorable para ser felices.
Es fantástico tener
deseos, pero no debemos caer en el error de pensar que si no se cumplen seremos
unos desgraciados toda nuestra vida, porque entonces ya no estamos hablando de
deseos sino de necesidades a las que condicionamos nuestro bienestar emocional. Las personas verdaderamente felices
son aquellas que tienen deseos a los que son capaces de renunciar, gozan de paz
interior, disfrutan de las oportunidades que les ofrece la vida, se divierten y
aman a los demás. Como decía San Agustín: "No
es más rico el que más tiene sino el que menos necesita".
Además de desprendernos de necesidades (que no de deseos), es fundamental
para alcanzar la felicidad vivir
el aquí y el ahora. No
vivimos ni en el pasado ni en el futuro, vivimos en el presente y es justamente
ahí donde viviremos el resto de nuestros días, así que es importante que
aprendamos a saborear cada instante que nos brinda la vida, descubriendo la
riqueza de los detalles que nos ofrece cada instante, concentrando toda nuestra
atención y nuestros cinco sentidos en aquello que estemos haciendo en cada
momento, evitando rumiaciones del pasado y preocupaciones del futuro.
Esto puede resultar
en un principio bastante difícil porque nuestra
mente salta de rama en rama, va sin control
hacia el pasado y hacia el futuro, aunque la buena noticia es que, al igual que
el cuerpo, la mente se puede entrenar para conseguir centrarnos en el disfrute
del aquí y el ahora.
Es primordial darnos
cuenta de que la vida es un
valioso regalo que debemos aprovechar, porque no olvidemos que estamos en este
mundo para divertirnos y no,
como piensan algunas personas, para sufrir (si esto fuera cierto, la especie
humana se hubiera extinguido hace ya muchísimo tiempo).