Aunque muchas veces utilizamos
indistintamente "luchar contra" y "trabajar por", luchar
contra algo que detestamos y trabajar para conseguir algo que deseamos entraña
algunas diferencias.
No es lo mismo luchar contra la
guerra que trabajar para alcanzar la paz. Supongamos que una nación, ante
las amenazas de su país vecino, decide emplear la violencia contra este
y aumentar su potencial bélico, de esta forma solo generará
más odio y no
evitará una posible guerra. Sin embargo, si opta por trabajar para conseguir la
paz a través del
diálogo y con voluntad de cooperación, el resultado probablemente será
distinto.
Si el planeta invirtiera en este
propósito la mitad del presupuesto que tristemente malgasta en guerras,
disminuiría considerablemente el número de conflictos.
Un buen ejemplo de esto fue Nelson
Mandela, que lejos de luchar contra el apartheid, trabajó
incansablemente a favor de la reconciliación entre blancos y negros,
empleando el perdón, la templanza y la comprensión como únicas armas.
Otra importante figura
que también tenía clara la diferencia entre estos dos conceptos fue
la madre Teresa de Calcuta, así lo demostró cuando, en una
ocasión, fue invitada a una manifestación en contra
de la guerra y se negó a asistir, aseguró que cuando
hicieran una a favor de la paz, entonces que contaran con ella.
No podemos dejar de mencionar al
líder indio Mahatma Gandhi, gran defensor de la no violencia que
logró, gracias a sus protestas (siempre pacíficas) y a la desobediencia civil,
liberar a su país de la opresión británica. Nunca luchó contra el dominio
británico, sino que trabajó sin descanso por defender el
derecho a la independencia de la población india.
Estos y otros personajes famosos
pueden servirnos de modelo cuando, en nuestra vida cotidiana, nos propongamos
conseguir algo. Por ejemplo, si nuestro hijo llega del colegio con unas pésimas
calificaciones, será mucho más eficaz trabajar con el fin de
que obtenga buenos resultados aumentando su motivación,
enseñándole pautas para un mayor rendimiento, reforzando las buenas notas..., que
luchar contra los suspensos reprendiéndole cada vez que
eso suceda, castigándole, haciéndole reproches...
Imaginemos otra situación, nos
diagnostican una grave enfermedad, no es lo mismo focalizar
nuestras fuerzas en luchar contra la enfermedad, que en trabajar
con ahínco para recuperar la salud lo antes posible, para
conseguirlo, seguiremos al pie de la letra todas las prescripciones de nuestro
médico, descansaremos lo suficiente, comeremos lo más sano posible, haremos
algo de ejercicio...
Luchar
debilita y trabajar fortalece, por lo tanto, si luchamos
contra la enfermedad, estaremos malgastando en esa lucha parte de la energía
física y mental que necesitaremos para trabajar por nuestra salud.
Cuando
luchamos, lo hacemos desde la presión y la necesidad de lograr
aquello por lo que peleamos, y si los resultados no son los
esperados experimentaremos rabia, ansiedad y depresión. En cambio, si optamos
por trabajar, lo haremos de una manera más relajada, serena y sin tensiones,
y si finalmente no alcanzamos nuestro propósito nos sentiremos irritados,
desilusionados y algo frustrados, pero no nos hundiremos por ello.
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